El politólogo y académico retrata en un libro al puerto, a través de sus personajes, espacios históricos y la vida común frente al mar
La nostalgia está ahí. Se siente cuando Ernesto Hernández Norzagaray escribe sobre el mar, la vida bohemia, los lugares emblemáticos y el latir de una ciudad que lo recibió hace 40 años.
Es el puerto de Mazatlán, a donde llegó después de haberse formado en la apabullante Ciudad de México, para fincar su vida, amigos y familia. También para desarrollarse como académico y autor.
Podría parecer que le brinda un homenaje. Más de 20 crónicas dan cuenta de ello. Hablan de ese lazo cimentado en las olas, en los atardeceres, los mariscos y las cervezas frías.
En su momento habían sido publicadas en Ríodoce, Noroeste y La Quincena, pero ahora surgen como un inventario titulado Razones para amar a Mazatlán, derivado de un artículo que se realizó en ese mismo sentido, pero dedicado al centro del país.
En las páginas están los referentes al histórico Hotel Belmar, el Paseo del Centenario, el teatro Ángela Peralta, el centro histórico, el carnaval, el faro, olas altas, las cantinas, la Fonda de Chalío.
Incluye además una serie de fotografías propias y de los archivos de José Luis Peche Rice, Mahatma Millán, Fred Álvarez Melo y Daniel Peña.
Escribir sobre Mazatlán
Norzagaray es politólogo, pero asegura que el proceso creativo de este libro publicado por la UAS, le requirió reunir los textos, agregarles, quitarles, darles forma.
“Yo leí un artículo en la revista Chilango que se titulaba Razones para amar a la Ciudad de México, y pensé que sería buena idea tomar ese título para hacer lo propio, pero de Mazatlán. Algunas cosas ya las había publicado”, indica.
“Yo nací en Los Mochis y llegué a Mazatlán en 1977, entonces venía del DF y fue algo muy grande; venía de vivir una dinámica bastante pesada en los traslados y me invitaron a dar clases en la Facultad de Ciencias Sociales y me vine”.
El autor, señala que no lo pensó. Dijo que sí y renunció a su trabajo, novia, a todo. Llegó para recorrer con todo el tiempo del mundo el puerto; su centro histórico, fue un descubrimiento constante.
Se instaló en una vieja cantina en el centro para mirar la calma que daba la provincia, en donde la gente podía pararse, tomarse una cerveza y seguir su camino.
“Fui descubriendo muchas cosas, conociendo personas, haciendo lecturas sobre el lugar. Todo un ejercicio lúdico en el cual me sentía cada vez más a gusto”, detalla.
“En el libro recojo los lugares que recorría con mi esposa, me quise interesar también en aspectos de orden histórico, en la cultura, en personajes importantes para esa etapa de Mazatlán”.
Norzagaray señala que conoció artistas, arquitectos, gente que escribía y ahí trazó su ruta.
El puerto que resplandece
En el libro, añade, trató de proyectar la política, academia y la bohemia, lo que marcó mucho su personalidad y relaciones.
“Todos esos recuerdos están en el libro, que tiene un poco de investigación histórica, política y la parte rebelde de Mazatlán. No es libro de literatura, son mil lecturas, charlas con personajes, esto va generando un especie de collage que marca mi paso por la ciudad”.
Mis razones son, que me interesaba mucho que el mazatleco promedio conozca lo que tiene y darle otra dimensión a la promoción turística”.
Razones para amar a Mazatlán, señala que es una orientación para aquellos que visitan la ciudad y puedan tener una opinión cabal, no solo del turismo de playas.
“Se dice que ver el mar hace más relajada a la gente, se genera otro espíritu. Los mazatlecos disfrutan mucho de su mar, los ves caminando, corriendo, sentados en el malecón, viendo la tarde”, afirma.
Artículo publicado el 04 de diciembre de 2022 en la edición 1036 del semanario Ríodoce.
