La homosexualidad no es una enfermedad

HOMOFOBIA. Un mal que hay que tratar social y políticamente.

Rebeca le cuenta a Jazz Bustamante cómo su mamá quería “curarle” lo lesbiana.

“Imagínense que su propia madre consiga a alguien para que les dé electrochoques en la cabeza. Ella se puso a rezar, con una Biblia en la mano, mientras el disque ‘doctor’ me ponía algo tipo gorra con cables. Otras personas, entre ellas un hombre que fue mi novio, me sometían para ponerme eso en la cabeza. La primera vez, los electrochoques no fueron tan fuertes. Sin embargo, yo seguía gritando y dando patadas.”

“Al fondo estaba mi hermano menor, quien me decía: “Déjate, todo va estar bien”. Yo quería salir de ahí, pero me volvieron a dar otra descarga. Esta vez fue tan fuerte que comencé a perder el conocimiento. A lo lejos escuchaba las voces de mi mamá y otras personas que decían que el doctor era bueno y que, si no funcionaba, iban a tener que llevarme a la clínica para ‘curarme’. Antes de quedar inconsciente, comencé a llorar y les dije que sí iba hacer lo que ellos querían, pero que ya no siguieran con las descargas”.

“Después, no supe nada de mí sino hasta el otro día. Estaba en mi recámara, acostada, con muchos mareos y dolor de cabeza. Me costaba hablar y sentía como si estuviese cruda. Llegó otra vez esa persona que decía era ‘doctor’ y me inyectó drogas que, según, eran calmantes.”

“Así me tuvo todo el fin de semana. Me dijo: “El tratamiento va a funcionar, pero debes poner voluntad”. Yo le decía que sí a todo para que no me pusieran nuevamente las descargas eléctricas. Repetían él, mi mamá y mi ex novio que eso de andar con otras mujeres no estaba bien. “Sí, yo voy a dejar eso”, les dije”

Jazz Bustamante nos informa:

“Pasaron aproximadamente dos semanas sin saber nada de Rebeca. Pero una tarde de abril de 2021 me envió un mensaje para decirme que su ex novio le había puesto una pistola en la cabeza y su mamá estaba nuevamente insistiendo para internarla en una clínica.”

“Respondí preguntando dónde estaba, que pasaríamos por ella, pues estábamos en una localidad cercana a la suya. Mi mensaje no recibió respuesta sino hasta un par de horas después. Le dije que podía tomar el autobús o un taxi para llegar a la ciudad. Sin embargo, recibí otro mensaje donde Rebeca decía ya estar en casa de una amistad, se quedaría ahí.”

“En la noche, un par de horas después, sonó mi teléfono. Era Rebeca, quien decía que ya venía, pues la habían encontrado en casa de su amiga. Había dejado su maleta con ropa en su negocio, así que solo contaba con sus documentos y nada más”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció desde 1990 que la homosexualidad no es una enfermedad. Posteriormente, en 2018 el organismo también sacó a la transexualidad de su catálogo de enfermedades mentales.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), señala que las supuestas terapias de reconversión “son dañinas, contrarias a la ética, carecen de fundamento científico, son ineficaces y podrían constituir una forma de tortura”.

En 2020, más de 370 figuras de distintos cultos religiosos firmaron una petición para prohibir y eliminar las ‘terapias de conversión’ en el mundo. Entre los nombres más destacados que firmaron la petición se encuentran el del arzobispo Desmond Tutu, de Sudáfrica, y el del ex rabino en jefe de Irlanda, David Rosen.

El Congreso de Yucatán, de mayoría panista, estableció que quienes apliquen ‘tratamientos’ para reprimir el libre desarrollo de la personalidad, la orientación sexual o la identidad de género, serán castigados con hasta tres años de prisión y multas de 200 días de salario. Así como quienes obliguen a otras personas a someterse a los tratamientos. En caso de que la víctima sea menor de edad, las penas se elevarán al doble. La sanción se aplicará a padres, madres, familiares, médicos, psiquiatras, psicólogos o educadores que fomenten estas prácticas.

En 10 estados del país las terapias de reconversión están prohibidas: Baja California, Baja California Sur, Hidalgo, Jalisco, Yucatán, Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Colima y Zacatecas.

Tratándose de identidad sexual no hay nada que curar.

Lo que sí se debe curar es la homofobia: superando los prejuicios y desmontando la cultura machista, misógina y de estándares dobles.

Artículo publicado el 19 de junio de 2022 en la edición 1012 del semanario Ríodoce.

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