Dunas de terror

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Cancún, turistas mimados, trabajadores desaparecidos: la novela negra de la Riviera Maya tiene protagonistas españoles 

Al igual que en una novela de sunshine noir de Carl Hiaasen, el turismo caribeño de sol y playa siempre esconde una cara oscura. Pero en Cancún, la metrópolis turística en la Riviera Maya de México, la sombra se alarga mucho más. Costa Mujeres, la nueva frontera hotelera al norte de la ciudad, tiene un nuevo Planet Hollywood, de capital canadiense, y botones vestidos de Darth Vader, al lado de tres hoteles de las ubicuas cadenas españolas. 

Aquí están los dos resorts de la multinacional mallorquina RIU —el Dunamar y el Palace—, donde manda el “todo incluido” hasta el punto de que los camareros ni saben cómo cobrar una cerveza. Turistas principalmente estadounidenses toman margaritas al lado de la piscina antes de bajar a una playa exclusiva.

Medio kilómetro más abajo, en el Hotel Catalonia, que abrió sus puertas en plena pandemia, uno de los cinco resorts en la Riviera Maya del grupo con sede en Barcelona, ni se puede entrar sin el brazalete colorido. Según la publicidad del hotel, la playa —en teoría, pública— es “una joya secreta para el disfrute de nuestros huéspedes”. 

Para turistas que buscan aún más mimos, Costa Mujeres ofrece los servicios de wellness del Palladium de la familia multimillonaria mallorquina del ex ministro neofranquista Abel Matutes, o del Excellence, con su oferta de “experiencias de lujo  inolvidables en un oasis deslumbrante”.

Esta costa virgen de la llamada Isla Blanca es la última conquista de las grandes marcas hoteleras españolas en Cancún, pioneros de la transformación de la pantanosa península de Yucatán en un destino para 12 millones de turistas al año incluso en tiempos de pandemia. Todo gracias a Manuel Fraga y a los tecnócratas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que, privados de divisas, decidieron traer el modelo de Torremolinos al Caribe mexicano.

Droga y blanqueo 

Más al norte, en Costa Mujeres, en medio de dunas aún salvajes, una cuadrilla de jóvenes trabajadores —albañiles, electricistas, fontaneros—, jóvenes de tez morena y miradas desconfiadas, trabaja contrarreloj para terminar la última promoción turística.

Pese a su pobreza, estos obreros son los nuevos blancos de la delincuencia organizada que se emplea a fondo en el estado de Quintana Roo para explotar las abundantes oportunidades de vender drogas a los turistas y blanquear dinero en la construcción.  

Migrantes de Chiapas, Tabasco, Guerrero o Yucatán son víctimas de la extorsión, forzados a pagar el “derecho de piso” de 25 dólares al mes o a comprar marihuana para luego venderla en los bares nocturnos de la zona hotelera.

Negarse a cooperar supone una paliza con una tabla. Negarte dos veces es jugarte la vida. Decenas han terminado “desaparecidos”.

Moisés Gómez, electricista oriundo de Valladolid, en el estado colindante de Yucatán, que habría cumplido 24 años en diciembre, llevaba un par de años trabajando en la obra del Hotel Catalonia. El viernes 10 de enero del año pasado llegó, como todos los días laborables, a la obra tras despedirse de su padre, de oficio albañil, con el que  compartía una habitación en las afueras anodinas de la ciudad donde decenas de miles trabajadores migrantes se hospedan en viviendas de bajo nivel.

Moisés no volvió a casa esa noche.

“Estamos bastante seguros, a partir de testimonios de gente que trabajaba con Moisés, de que dos narcos lo asesinaron en el sótano de la Torre 3 del Hotel Catalonia”, dijo Manuel Gómez, el hermano de Moisés, cuando hablamos en un centro comercial en Playa del Carmen, a media hora de Cancún. “Creemos que lo enterraron allí y metieron hormigón encima”. La policía no ha terminado la  investigación del caso y todo el mundo en Cancún coincide en que nunca lo hará.

Un mensaje de Whatsapp enviado por un compañero de trabajo de Moisés (a quien la familia conoce, pero ha optado por no identificar) dice lo siguiente: “Quiero discreción. Tu hermano o tu familiar lo mataron en el Catalonia. Él está enterrado allí. […] Él estaba conmigo a la hora de la comida cuando llegaron tres tiradores [delincuentes que se han infiltrado en las cuadrillas de trabajo] del Catalonia y se lo llevaron al sótano […] Desde  que se lo llevaron ya no regresó pero yo lo fui siguiendo sin que se dieran cuenta y vi que lo metieron en el sótano del edificio la Torre 3, donde ya tenían cabado (sic) un hueco profundo de hace días ”, escribió.

Fosa común junto a los hoteles

Moisés —“de tez morena, cabello castaña ondulado y ojos cafés oscuros”, según la alerta— no es la única víctima de las mafias. La fiscalía de Quintana Roo ha abierto 18 carpetas de investigación relacionadas con la desaparición de trabajadores de la construcción hotelera. Huesos humanos han sido hallados en una fosa común en los alrededores del Planet Hollywood y del Catalonia. 

Según fuentes policiales citadas en un reportaje de la plataforma periodística  Connectas, los hoteles Planet Hollywood, Catalonia, Atelier, Excellence, Majestic, Paladio, RIU Dunamar y RIU Beach Palace son alojamientos cuyas obras de construcción han sido “cooptadas por personas dedicadas a la extorsión y venta de drogas”.  

Moisés cobraba un buen sueldo: 4 mil pesos por semana, unos 200 dólares, y es probable que pagara protección a los narcos a cambio de vender pequeñas cantidades de mariguana. Los testigos de su descenso al sótano creen que fue asesinado en un caso de identificación equivocada. 

Otro trabajador que había trabajado en el Planet Hollywood, el Catalonia y el Majestic, explicó a Connectas que pagaba 75 dólares por semana, una tercera parte de su salario, por marihuana que luego se veía obligado a vender. Así, a los trabajadores recién llegados los van convirtiendo en traficantes y sicarios, según Óscar Montes, el fiscal de Quintana Roo. 

La impunidad en Cancún es lo normal. “Estamos peor que nunca en secuestros y extorsiones, pero la policía no hace por aplicar la ley”, dice Abelardo Vara Rivera, presidente del grupo hotelero Cancún. “Hace dos años no hubo narcos aquí; ahora están en todas partes, usan inmuebles para blanquear dinero; muchas constructores tienen vínculos con  el crimen organizado”, dijo Carlos Meade, integrantes de la Red Tulum Sostenible, una ONG de defensa medioambiental en Tulum, donde los narcos abastecen las numerosas fiestas rave celebradas en los alrededores de las ruinas mayas. “La inspiración es Ibiza”, dice Meade. “Aquí hemos copiado todo de España”, dice.

En el caso de los hoteleros de Costa Mujeres, las empresas subcontratadas para construir los hoteleros “están infiltradas por los narcos”, dice el hermano de Moisés.  Denuncia la falta de interés de los grupos hoteleros por proteger a quienes construyen sus inmuebles. “Los grupos hoteleros tienen que fijarse más en quiénes están contratando”. 

Sin embargo, debido a una larga cadena de subcontratación, es difícil identificar a los delincuentes. Catalonia contrató a la empresa española Estel, especializada en instalaciones y reingeniería para hoteles, con sede en Palma de Mallorca, para diseñar y coordinar la obra. 

Estel, por su parte, contrató a dos pequeñas subcontratistas que ficharon a Moisés  y su cuadrilla. El primero era Claudo Kuyoc y el segundo, Jesus Galterio, con oficinas en Cancún.

¿Por qué no se ha investigado más a fondo para ir esclareciendo la muerte de Moisés? Porque “a nadie le interesa que salga la verdad”, responde Manuel Gómez.

Reacios a convertirse en un nuevo Acapulco, la icónica ciudad del turismo mexicano  que perdió su mercado debido a la violencia, pocos en Cancún quieren hablar de los trabajadores desaparecidos. Lo importante es garantizar la seguridad de los turistas. “Los  narcos no tocan a los turistas; no quieren destruir el negocio”, dice Vara Rivera.  Un puñado de turistas, estadounidenses, mexicanos y europeos, han sido secuestrados o asesinados conforme se intensifica la violencia entre grupos rivales de narcotraficantes en la Riviera maya. Estos crímenes llegan a los titulares mediáticos y merecen exhaustivas investigaciones policiales. Las muertes de migrantes trabajadores como Moisés, en cambio, pasan inadvertidas. 

Historial de impunidad

Cancún tiene una historia de impunidad en delitos diversos, desde los atropellos medioambientales a la extorsión. Los inversores españoles no han ayudado. “En el plan inicial pusieron límites de altura de seis pisos; luego, con la corrupción, fueron a diez; y después, hoteles RIU, gracias  a intervenciones muy dudosas, dio un salto y puso  cuatro pisos más”, dice Francisco Madrid, director de la Facultad de Turismo en la Universidad Anáhuac. 

RIU respondió de la siguiente manera a las preguntas sobre si se sienten responsables de la seguridad de los trabajadores que construyen sus hoteles. “Somos conscientes de cuál es la situación, pero hemos tenido la suerte de que en nuestros trabajos y proyectos no hemos tenido que lamentar ningún problema grave. […] Cumplimos con protocolos propios de seguridad interna de obra, que nos han permitido estar bien”. Los portavoces del grupo Catalonia optaron por no responder a las mismas preguntas.

Al menos, últimamente, con clientes más exigentes cuando se trata de disfrutar de la naturaleza, los grupos hoteleros son más respetuosos con el medio ambiente. En Costa Mujeres, los hoteles no son altos y se protegen las dunas en el manglar. “Estuve hospedada el fin de semana pasado en el Catalonia”, dijo la secretaria de Turismo de Quintana Roo, Marisol Vanegas Pérez. “Y te  puedo decir que es el mejor del estado en cuanto a protección de tortugas.”

  • Este reportaje fue publicado originalmente en la revista Mongolia.

Artículo publicado el 16 de enero de 2022 en la edición 990 del semanario Ríodoce.

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