Quinto y último

quirino

Quirino Ordaz está en el cierre del gobierno. Su destreza política seguramente sorprendió a más de uno, lo veían como un charalito en aguas bravas. La primera sorpresa fue su nominación como candidato del PRI (ahora se les olvida, pero se dijo que era del Verde, la cuota para su entonces aliado) ni incluido estaba en la lista de suspirantes a la gubernatura en 2015-2016 y se impuso a viejos lobos de mar, hombres y mujeres con mejores credenciales que él.

Pero aquellos Irizar, Diva, Vargas, Daniel Amador, y demás, carecían de algo insustituible en el poder: Quirino tenía el cariño de quienes podían hablarle al oído al Príncipe, diría Maquiavelo. Estaba en el sitio preciso y en el momento justo.

Lo siguiente fue la operación para impedir la alianza PAS-PAN que en esa elección hubiera significado la derrota casi segura del PRI-Verde, con un candidato desconocido fuera de Mazatlán, sin los amarres políticos suficientes. De nuevo Quirino contaba con otro elemento importante, el apoyo del Presidente en turno, Enrique Peña, y apaciguaron cualquier intentona de rebelión.

Quirino Ordaz ejerció el poder, lo concentró, quitó a quienes le estorbaban para afianzarse y cedió donde era necesario. Se hizo acompañar de hombres a quienes escucha y confía, como Gonzalo Gómez Flores o Sergio Orozco. Y de otros a quienes les encargó lo que era relevante para su gobierno, como la Economía, con su amigo de la juventud Javier Lizárraga, y las Obras Públicas en quien obedecería toda encomienda, Osbaldo López Angulo.

Es mucho más parecido a López Obrador de lo que él mismo admite, aunque son opuestos casi en todo, en la hoja de vida, la formación, los intereses, los identifica una condición básica desde el poder: la concentración máxima.

Concentró las finanzas en él mismo, primero con un amigo para cuidar la cartera –Carlos Ortega, que sigue trabajando con él, pero en la sombra- y después con un técnico que sabe de todas todas en la SAF, Luis Alberto de la Vega. Para Transparencia pensó en alguien opaco, no hay una sola acción en cinco años que se emprendiera desde la Secretaría de María Guadalupe Yan Rubio, como si el ejercicio público se caracterizara por ser inmaculado.

El otro paso fueron los organismos autónomos, importantes para la rendición de cuentas: Eliminó a Antonio Vega en la Auditoría Superior y colocó a alguien de confianza, Emma Guadalupe Félix Rivera. Lo mismo hizo a un lado a Faustino Hernández en la ganadera, y en todo sitio donde fluyeran recursos federales al estado. Puso en el PRI a quien él quiso, incluso en el próximo relevo también influyó. Y aun más importante, colocó a un conocido de mucho tiempo atrás en la Fiscalía General, que muy autónoma pero con un fiscal carnal.

Tuvo casi dos años un Congreso cómodo, donde imponía hasta las comas de cualquier modificación legal, y tres años menos cómodos pero con menos pleitos de los que algunos dicen.

Cedió el mando de la seguridad al Ejército, y con ello se ahorró problemas, aparenta que manda aunque los encargados solo rinden cuentas a sus pares. Y se redujeron los índices de homicidio como en pocos sitios del país, pero no significa un avance para presumir contra la violencia enquistada en Sinaloa. Sin escatimar lo que representa una reducción de los homicidios, pero sin destacarlo demasiado porque las desapariciones aumentaron, incluso han superado los asesinatos.

Margen de error

(Días) Con ese estilo de gobernar se despide Quirino Ordaz. Le quedan poco más de 50 días en el poder. Desde la llegada de Morena se ha encargado de imponer la idea de que se lleva muy bien con López Obrador, que hay afinidades. Aunque en realidad antes de que el Presidente resultara electo ni siquiera se habían saludado de mano, o cruzado alguna palabra.

En eso tampoco se equivocó Quirino Ordaz, invitó a colaborar desde el inicio de su gobierno a Rubén Rocha, y eso le permitió interlocución con López Obrador si era necesaria.

Mirilla

(Madeja) Para marcar distancia, y alejarlos lo suficiente, Quirino Ordaz enredó en litigios judiciales a un grupo de malovistas. Las acusaciones ni prosperaron ni se profundizó en ellas, al contrario, fue el mismo gobierno quien supuestamente acusaba quien se encargó de armar la defensa, eliminar acusaciones, y provocar el arreglo.

Con eso fue suficiente para tener a raya al grupo político anterior, pero sin meterse de lleno, sin acusar al ex gobernador Malova, o a su hombre fuerte Gerardo Vargas.

Al Sistema Estatal Anticorrupción lo mantuvo atorado. Lo llenó de funcionarios a quienes lo que menos les interesa es perseguir los hilos de la corrupción que casi siempre es una madeja.

Primera cita

(Hilos) Quirino Ordaz lleva meses, desde antes de que se definieran las candidaturas para su sucesión, ocultando los cadáveres que siempre surgen en el ejercicio del poder. Cuadrando las cuentas, pagando deudas.

Si algo intentó desde antes de tomar posesión es mantener todos los hilos del poder, concentrarlos, para no quedar como otros gobernadores, especialmente Malova, que no hay sitio donde pueda pararse sin que se señale lo mismo, su desaseada administración.

Quirino quiere volver a la playa de Mazatlán sin que le digan nada. Sin tener que aclarar nada. El sueño de todo exgobernador cuando no busca prevalecer por más tiempo con poder, o mantenerse. Quirino se irá a sus negocios, más prósperos que como los dejó (PUNTO).

Columna publicada el 05 de septiembre de 2021 en la edición 971 del semanario Ríodoce.

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