Se va el Fúser, se lo lleva el coronavirus

FÚSER BELTRÁN. Crónicas rapeadas

Como reportero de guerra, su vida era contar y cantar la verdad de lo que pasa

Salió del mero Infonavit Humaya. El Pelón fue abriéndose paso en el mundo del arte urbano de la capital sinaloense. Entre el grafiti y las letras para luego tomar la mezcladora y el micrófono fue compartiendo su manera de ver la ciudad.

El beat del rap comienza y la ronca voz del Pelón suena. Su nombre artístico es Fúser Beltrán y canta la realidad de Culiacán.

“Escribo de mi vida en la calle, en la cronología… cuento cuentos, encuentros que dejan cuerpos cuando llegan los cuervos y los discos de los cuernos te vacían, de pies a cabeza te rocían”.

Pero lo alcanzó el coronavirus. No pudo cantar su último rap. Su trayectoria de más de 20 años de letras y rimas deja un legado que en el gremio del arte urbano, del hip hop y del rap deja un hueco gigante. Así lo comentan en las calles de ese Culiacán que no voltea a ver a ese estilo.

Del Info para el mundo

Su nombre de pila es Jorge y deja viuda a su pareja con tres niñas. Se fue de este mundo a los 40 años, el lunes 2 de agosto. Nació y se crió en la parte poniente del Infonavit Humaya en donde comenzó en el skateboarding, el grafiti y la escritura.

Adolescente, el Pelón escuchaba grupos como Cypress Hill y ahí comenzó su afición por el rap y el hip hop. En su colonia fue forjando amistades que trascendieron a otros sitios que eran obligados para la vida del arte urbano durante los años 90.

Con el inicio del nuevo milenio, el proyecto de crear su propia agrupación cuajó cuando conoció al Infame, quien junto con el Rakis formó Sinalokos Tropa y comenzaron a rapear por toda la costa del Pacífico.

“Nosotros comenzamos cuando todo esto era puro monte”, recuerda el Infame. Hace un rápido viaje al pasado, al momento en que el rap era casi proscrito, sobre todo por las letras que ellos usaban: narraban la violencia y la situación de Culiacán.

Nadie es profeta en su tierra

En aquellos años para hablar del rap es necesario nombrar a los Bazookos con Iván Bojórquez, al Tamal Squad del Vícker y al Fúser Beltrán y su clica, los Sinalokos Tropa junto al Loser, quien en la colonia 21 de Marzo era el distribuidor de los “tapes” que grababa para los compas y los vendía.

El Fúser hacía música porque era su pasión. No buscaba la fórmula para hacer dinero. Cantaba la realidad. Narraba en sus letras violencia y decadencia que en las calles de Culiacán suceden a diario a manera de consejo y de vivencia también.

Su máxima la plasma en una de sus rimas.

“Nací, crecí, creí en lo que creí, en lo que viví, en lo que pensé, en lo que sentí. Lo que vi no lo que oí por ahí, cuando fue y ahora es parte de mí”.

Para fines de 2006 el proyecto comenzó a crecer y junto a sus socios de Sinalokos Tropas se mudan a Tijuana a grabar material para el sello Border Brothers en donde mañana, día y noche vivió pegado a la computadora para grabar y grabar.

Y el Infame, su compadre en las batallas del rap y en la vida cotidiana, lo recuerda.

“Las letras de mi compadre, cuando escuches las canciones vas a notar la profundidad de las cosas, lo explícito, los temas que toca, por eso te digo que se fue alguien que estaba fuera de órbita, se fue de los más grandes del Pacífico”, explica.

“A lo mejor no tuvo la fama o le mérito, no lo buscaba por ese lado, él lo hacía por la pasión de hacerlo no por el rollo ese, hasta ahora comenzamos a subir a Spotify que ya estamos viejos pero él no lo hacía por moda como se hace ahora, él era eso, él era esa madre”, añade.

En 2008 formaron parte del Festival Sinaloense de la Juventud con una tocada de gran éxito en Mazatlán, municipio en donde la corriente tiene mayor relevancia que en Culiacán.

Ahí presentaron su material “Crónicas de violencia” que tuvo una gran aceptación entre los seguidores del género.

El movimiento del rap en Culiacán nunca ha recibido atención por parte de autoridades culturales. Poca difusión y pocos espacios para promover la expresión es decir mucho. Pero eso jamás fue impedimento para el Pelón, al contrario.

De su éxito y el la agrupación a la que perteneció no fue noticia en el estado, ni siquiera en Culiacán excepto entre sus allegados y en el gremio. Llegaron a compartir escenario con Psycho Realm, agrupación del sur de California “underground”. Para poner en contexto, sería como ser rockeros y tocar con Black Sabbath.

A su retorno a la capital sinaloense retoma el proyecto de su propio sello discográfico al cual rebautizan como Puente Negro Records y ahí toma un siguiente aire. Otra vez los beats, las rimas, la narración de una realidad.

Pero la vida da vueltas. En una de sus letras el Pelón describe que parece que en Culiacán sólo el jale chueco deja lana a la vez lamenta la pila de muertes dejadas por el narco y promete seguir escribiendo, como reportero de guerra, contar siempre la verdad de lo que pasa.

Y como si fuera premonición, las rimas sobre la muerte y escribir y cantar hasta su último aliento, son recurrentes. Y lo promete.

“Al momento que llega la flaca y me diga que ya es hora de la partida, a mí no me agüita, seré eterno mientras mis pistas y rimas sigan pateando bocinas a todo lo que da noche y día, de Culiacán para el mundo súbele a todo el volumen y que la loquera siga”.

Artículo publicado el 15 de agosto de 2021 en la edición 968 del semanario Ríodoce.

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