Ahome, bajo el yugo de la simulación oficial

ESTADIO SAN MIGUEL. Focos de contagio.

Doña Juanita se sintió enferma de gripe, pero como ya estaba en la fecha para su segunda dosis de la vacuna Pfizer contra el COVID-19, decidió aplicársela. Ramón, su esposo, la acompañó. Era un martes a media mañana y fue inmunizada en el auto.

El miércoles, los síntomas de la gripe empeoraron. El jueves ella ya no pudo respirar, por lo que el esposo la trasladó al Hospital General de Los Mochis “Jesús Kumate García”. La auscultaron y la transfirieron al Triage respiratorio. Una vez allí la hospitalizaron inmediatamente.

“Tiene un daño pulmonar del 40 por ciento”, dice Ramón, que está a un lado del auto en que llevó a su esposa al nosocomio y el cual, una semana antes, lo había abordado el “Chuchis” un conocido taquero de Los Mochis con quien pretendía asociarse para revivir la tradición de los originales tacos parados que durante muchos años funcionó en la vieja librería “Excelsior”. Él murió de la noche a la mañana, infectado de SARS-COV-2.

“Mi viejita está fuerte”, se consuela la noche de este jueves el marido que está calmo.

Antes de enfermar, ella tenía una dieta a base de ajos. Los comía para fortalecer el sistema inmunológico. “Yo espero que se aliviane, porque está fuerte. Sé que la va hacer”, dice.

Ya le pidieron medicamentos diversos, y afirma que está desempleado, pero de alguna forma tendrá que obtener dinero porque su prioridad es su mujer.

Ramón escucha noticias y lee periódicos. En ninguno encuentra datos que le ayuden a entender por lo que su mujer está pasando, y no sabe cómo se infectó, cuándo ni en dónde ni lo que los médicos hacen para salvarla, pero eso no le quita la aparente tranquilidad que en esa primera noche en vela lo sostiene de pie, pero reconoce que todo es un desorden, porque ninguna autoridad atina a poner orden. En pocas palabras lo resume. “Todo es un desmadre”.

Cuando llegó al hospital se enteró que un amigo, Felizardo, había muerto de COVID-19, en el mismo lugar en donde su esposa ahora está internada.

“Va a salir bien, mi viejita va a salir bien. Ella está fuerte aún”, se dice una y otra vez, mientras la penumbra se va haciendo más oscura y es apenas herida por los destellos de tres ambulancias que hacen fila en el área de urgencias para desembarcar a sus pacientes.

Entre los paramédicos se revuelven los empleados mortuorios, que están a la espera de clientes.

Ramón no los ve. Él está a la espera de que su esposa libre la pandemia.

Desde su óptica callejera, él es ahora uno de los padecen la estupidez oficiales, un enfermo de la improvisación, uno más de las víctimas de los políticos mediocres y de funcionarios pusilánimes.

Juanita no lo sabe, y Ramón menos, pero ella es una de las 591 personas contabilizadas este jueves como nueva infectada de SARS-COV-2, y está sumada a los 4 mil 685 individuos que conforman la pandemia activa y también integrada a la lista de los 579 enfermos que mantienen a Ahome en semáforo rojo.

Juanita es también un número en el 3 por ciento de la población vacunada que padece COVID-19 y ocupa una cama de las 194 que en Ahome estaban disponibles cuando la pandemia comenzó a disminuir.

Incluso, ella está dentro del 56 por ciento de la población que el gobernador, Quirino Ordaz Coppel dijo esta inmunizada con el biológico, esa misma tarde de jueves.

Según el gobernador, Sinaloa requiere tener 80 por ciento de su población vacunada para que la pandemia ceda. Es decir, se cumpla la máxima de la inmunidad de rebaño. Pero el esposo en vigilia lo tira a loco, y la recrimina la política criminal de dejar pasar todo, al fin y al cabo, él no es deudo en ninguno de las 6 mil 724 víctimas en 511 días de pandemia en Sinaloa.

Francisco Manuel Espinoza Valverde, director de Salud en Ahome, aseguró que en la tercera ola de contagios, los no vacunados son los que están enfermando y llenado los hospitales. El 80 por ciento de los hospitalizados, son ellos.

Ninguno de ellos habla de las medidas restrictivas para hacer cumplir la norma sanitaria. Sólo el gobernador, Quirino Ordaz pronunció una oración medianamente entendible. “Estoy con la conciencia social, antes de la obligatoriedad”, en alusión a la iniciativa de ser exigible el cubrebocas y la sana distancia so pena de arresto y multa que propone la bancada del PRI en la Sexagésima Tercera Legislatura.

Mientras ellos demuestran tibieza, en Ahome, los estadios de la liga Clemente Grijalva Cota están a reventar. Una afición que embriagada está a punto del beso, que bajo los efectos del alcohol se susurran al oído palabrotas, que votan a la goma el cubreboca, que cantan, escupen en las bancas y que hacen todo lo posible por contagiarse de COVID-19, pese a que el 17 de julio, el alcalde, Manuel Guillermo Chapman Moreno emitió un aviso de que los espacios públicos se cerrarían al día siguiente. Ninguno de sus funcionarios acató la orden, y esta fue ignorada, principalmente, los que regulan los espacios públicos, como deportes.

La Coordinación Municipal de Protección Civil, Salvador Lamphar Rodríguez sólo clausuró un estadio en Higuera de Zaragoza, pero el resto de las sedes quedaron libres, como el del Ejido México. Lo mismo pasó con tastes, palenques y hasta gimnasios con funciones de box por paga.

En Ahome, el gobierno pule la pista para que el coronavirus SARS-COV-2 acelere el contagio. Y en esa pista, Juanita ahora corre por su vida. Ramón lo sabe, y espera, afuera del hospital volver a sonreír por la vida de la mujer amada o llorar por el duelo de su partida.

Artículo publicado el 25 de julio de 2021 en la edición 965 del semanario Ríodoce.

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