El pintor de convicción izquierdista dejó a la historia de la plástica mexicana personajes combativos, poderosos, así como es su pintura
Arturo Moyers Villena fue maestro y creador con una convicción claramente política. De eso ha dado cuenta la historia de la plástica nacional en la que aparece como un pintor especializado en el muralismo mexicano que trabajó de manera cercana con uno de sus máximos representantes: David Alfaro Siqueiros.
Proyectó a personajes de la Revolución Mexicana, sobre todo a Emiliano Zapata, que incluso en sus últimos años de vida pintó por encargo en repetidas ocasiones, así como a Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Francisco Villa y Venustiano Carranza, en espacios públicos de Morelos, Sinaloa, Ciudad de México y algunas ciudades de Estados Unidos.
Aunque el artista nació en Los Mochis en 1930, desde sus años de juventud radicó junto a su familia, en la capital del país, lo que hizo posible su ingreso a la Academia de San Carlos en 1954, donde sus filiaciones de izquierda germinaron, sobre todo con el lombardismo y el socialismo.
En ese espacio afianzó su rigurosidad académica, el manejo de los colores y la luz. Si algo caracteriza su obra es la búsqueda de definición y limpieza de sus personajes, lo que precisamente inculcó a sus estudiantes cuando fue invitado para sumarse al Taller de la Universidad de Sinaloa, primero como maestro y después como director.
“A mi padre su gran amigo José Luis Ceceña lo invitó a Sinaloa para fundar la Escuela de Economía, él ya venía con una trayectoria de izquierda importante, haciendo estudios marxistas y siendo críticos, pero no lo pensó mucho, llegó a Culiacán y se maravilló”, recordó su hija Citlali Moyers.
Durante su estancia en la ciudad, habitando lo que se conoce como La Fábrica La Aurora, realizó además escenografía para el Taller de Teatro de la UAS y desarrolló de manera personal una fructífera etapa con su proyecto plástico, tomando el borde del Río Tamazula, rodeado de sauces llorones y árboles de mangos, para experimentar con el paisaje.
“Mi padre tenía una vocación natural por la enseñanza y por transmitir conocimiento, tanto en la vida cotidiana, como en materia del arte. Era fascinante cuando te explicaba un proceso creativo, o te describía la técnica de un pintor. Sus alumnos recuerdan con gran respeto y cariño, esa necesidad que tenía de hacerles llegar todo lo que él sabía”.
“Participó de manera activa en el movimiento de autonomía universitario, cuando era director del TAPUS, pero cuando sucedió la imposición de Gonzalo Armienta participó en la huelga y finalmente tuvo que salir huyendo de Sinaloa, situación que le dolió mucho, incluso hasta perdió su casa, la represión estuvo dura. Las puertas se le cerraron completamente, él siempre añoró Sinaloa”.
Entrados los 70 regresó a la Ciudad de México y entró en contacto con David Alfaro Siqueiros, quien fuera su gran maestro e influencia, trabajando incluso con él en una obra mural importante: La marcha de la humanidad, ubicada en el Polyforum Cultural Siqueiros.
Moyers Villena se convirtió en la mano derecha del maestro del mural, en su taller, ubicado en Cuernavaca, Morelos, donde entró a otro mundo, descubrió los acrílicos y la parte abstracta.
A la muerte de Siqueiros, se convirtió en seguidor de Sathya Sai Baba, un líder espiritual hindú que promovió la unidad de todas las religiones y la necesidad de una práctica espiritual.
“La muerte de Siqueiros fue muy difícil, muy dura para mi papá, busca la espiritualidad a través de la pintura, desmarcándose un poco del tema político. Mi papá renace espiritualmente y se pone a pintar por encargo, sobre todo la imagen de Emiliano Zapata”, recordó Citlali Moyers.
Para 1984 inició una importante labor pictórica en el estado de Hidalgo, siendo fiel a la escuela del muralismo. Realizó las obras Nacionalismo revolucionario, 1985, en la Cámara de Diputados; en 1986 pintó El origen de la vida, en el ex convento de San Francisco, en Pachuca, donde destaca un retrato de Charles Darwin; Educación mexicana, 1988, Secretaría de Educación Pública y una serie de personajes históricos en escuelas rurales de Huasca.
En Cuernavaca, Morelos dejó un importante legado con obras como Vida de Emiliano Zapata; Vida y muerte del caudillo del sur, en el Palacio de Justicia, mientras que en la Ciudad de México también realizó, Génesis y Simón Bolívar, en el Senado de la República.
En sus últimos años de vida, avecindado en Huasca de Ocampo desde 1986, regresó a Sinaloa en 2010 para pintar su último trabajo mural enmarcado en los festejos del Centenario y Bicentenario de la Revolución Mexicana: La Luz de la Independencia es el sol de la Nueva Era, en el devenir de la Patria, en el Palacio de Gobierno.
“Mi padre siempre estuvo añorando Sinaloa, siempre vivió con esa pasión para pintar que era como una fuerza, un enorme movimiento para cambiar algo, transformarlo, como si pudiera hacer tangible la energía, visualizarla, sentirla, palparla”.
Moyers Villena falleció en 2013. Su obra quedó como una impronta que representa a la vieja escuela de pintores de oficio: combativo, revolucionario pero, sobre todo, artista.
Artículo publicado el 13 de junio de 2021 en la edición 959 del semanario Ríodoce.