Eduardo Ruiz Sosa y el oficio de escribir

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El autor radicado en Barcelona es una de las voces jóvenes narrativas más poderosas de la literatura actual; recientemente publicó ‘Cuántos de los tuyos han muerto’

 

Eduardo Ruiz Sosa representa una de las voces jóvenes más importantes de la literatura mexicana actual. Nació en Culiacán, pero desde hace algunos años reside en Barcelona, donde ha publicado: Anatomía de la memoria y Cuántos de los tuyos han muerto.
La revista Wmagazine lo incluyó en la lista de los autores contemporáneos que hay que leer; en 2007 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Inés Arredondo y en 2012, la primera Beca de Creación Literaria Han Nefkens.

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Sus cuentos aparecen también en Silva de sombra, A fin de cuentos, La letra en la mirada, Renovigo, Siete caminos de sangre y Emergencias, doce cuentos iberoamericanos. Esto como resultado de un proceso largo de formación; primero como alumno de talleres literarios en Culiacán y después como ingeniero industrial y doctor en Historia de la Ciencia.

El distanciamiento le ha sido fundamental para escribir. Una perspectiva conseguida a través de la distancia antes que a través del tiempo.

“A veces no tenemos tiempo, pero la distancia casi siempre es posible. Creo que es una forma de descentrar la experiencia de, por ejemplo, la violencia. Hasta ahora, esa condición se ha manifestado muy poco en mis textos de manera explícita: alguna crónica, por ejemplo”.

“En el último texto de Cuántos de los tuyos han muerto, un cuento sobre la migración y el desarraigo, titulado La desesperación de los siervos, se menciona no solamente a Barcelona sino esta relación entre el viaje, la ausencia y los migrantes”.

En cada libro que escribe, le interesa que encuentre, exija, una voz propia. Porque a fin de cuentas, le parece que cada uno de ellos está compuesto de la voz de los otros.

“Sí hay, en lo que escribo, una búsqueda de ritmo, prosa y estructura que son producto de mis lecturas, mi formación y mis experiencias, y es verdad que no me alejaré demasiado de elementos como una cierta forma de la oralidad, o el uso de un lenguaje poético o la idea del absurdo y el esperpento, o el uso de elementos históricos y de la crítica política y social. Se trata de elementos tan amplios, tan imprecisos y cambiantes, que no condicionan en ningún sentido. Acaso esos códigos también cambian con el tiempo”.

 

Escribir desde el presente

Ahora mismo, al escritor le interesa una mirada hacia el presente. Durante mucho tiempo el relato histórico era un elemento fundamental en el imaginario con el que construía los relatos que iba escribiendo. Tiene más interés en lo reciente, no en lo inmediato.

“Todos los proyectos que tengo planeados tienen ese componente. Después de eso lo más importante es la conjunción de ética, estética y política, una especie de triada que es fundamental cuando pienso en la construcción de un libro y en la estructura, en la forma en que el libro ha de hablar”, señaló

El escritor, no considera que literatura sea un escape o una evasión. Su interés por la escritura es justamente porque cree que puede dar una serie de posibilidades para observar el entorno, lo que sucede, a los que están alrededor.

Tampoco ve la lectura como una evasión. Le interesa la lectura y la escritura, como un modo de intensificar el vínculo con el mundo, no como un modo de suspenderlo.

“Durante la pandemia y el confinamiento, por fortuna, una buena parte de mis actividades se mantuvieron (talleres de escritura, clubs de lectura, etc.) aunque en modalidad virtual, y para mí se refrendó la idea de que leer y escribir no es una actividad solitaria donde un artista se encierra y se aleja del mundo a crear algo que luego entregará a los otros como una especie de obsequio o de retrato, sino que se trata de una actividad colectiva, de un trabajo comunitario”.

“Por eso no creo que la literatura sea un escape, sino un lazo con los otros, un vínculo constante. He escrito y he leído durante el tiempo de la crisis sanitaria tanto o más que siempre, pero ha sido para estar cerca de otros y no para escaparme del mundo”.

 

‘Cuántos de los tuyos han muerto’

Cuántos de los tuyos han muerto, publicado por Editorial Candaya, es un libro compuesto desde una perspectiva muy autobiográfica. Los relatos tratan a la muerte desde una mirada íntima y, puede verse desde el comienzo del libro; el punto de partida de la escritura fue la muerte de su madre.

No es, sin embargo, una posición solitaria o individualista, al contrario, la idea central es la de una comunidad, la conformación de una comunidad en torno a quien muere.

“Esa comunidad se constituye, entonces, en una mirada social. Es por ello que hay, además de la muerte de la madre, la abuela, algún amigo, la muerte violenta, el abandono de la muerte o la negligencia, la violencia del narcotráfico y la desidia de los gobiernos o de las instituciones públicas”, recordó.

“Uno de los cuentos, por ejemplo, titulado El dolor los vuelve ciegos, tiene como eje al cuerpo del desaparecido, y a esa superpoblación de cuerpos en las morgues del Estado. La burocracia alrededor del cuerpo muerto. Algo semejante ocurre en otros relatos, que tienen una mirada política sobre el cuerpo de los muertos”.

Este libro, es para el autor, un intento de construir un lenguaje para después de la muerte, para que los vivos puedan hablar después de la muerte de aquellos a quienes han querido, de aquellos que han muerto en la proximidad.

“Mi interés por la muerte, desde la escritura y la lectura, tiene que ver con la posibilidad de aproximarse tanto como sea posible a ese momento en que el hecho en sí nos deja sin habla. Ahí es donde el lenguaje se fractura porque ahí es donde comenzó”, apuntó.

“Me interesa ese instante de transformación del lenguaje porque es un momento de transformación social, colectiva y, desde luego, individual. Ahí, en la fractura del lenguaje está mi interés por la escritura y la lectura, y por los diversos asuntos sobre los que escribo: la muerte, la memoria, la enfermedad, la ausencia, la distancia, etc., que son algunos de esos instantes en los que, cuando más necesitamos comunicarnos, nos quedamos mudos”.

En el libro no está el fenómeno de la muerte en sí, no el instante inasible del morir, sino más bien se trata de una serie de miradas hacia los deudos, hacia los que sobreviven, hacia la periferia de la muerte, los márgenes, las orillas y, por tanto, el único espacio donde hay lenguaje, porque en el acontecimiento de la muerte no hay lenguaje posible.

“La muerte es desorden, la ficción es una forma de ordenar los materiales de la memoria y de la experiencia, incluso cuando esa experiencia es reciente y todavía no se convierte en relato memorístico o histórico. Ante ese desorden de la muerte, la ficción se me aparece como un pulso que persigue ese orden trastocado por la violencia, por ejemplo”.

Artículo publicado el 06 de junio de 2021 en la edición 958 del semanario Ríodoce.

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