La DEA y una obligada revisión de las reglas

ANDREW HOGAN Y EL CHAPO. Esquema turbio.

Son como los gatos, silenciosos y eficaces. Saben cazar, son pacientes, saben esperar. Pero si se han adueñado de la cocina no es su culpa, sino del cocinero. Son la DEA. Y otras agencias norteamericanas también, pero principalmente ellos. Tienen el control de las acciones contra los “blancos” principales, los capos. No es el gobierno mexicano, no es la Marina, ni el Ejército, ni el Cisen: es la DEA. Desde hace mucho tiempo, desde que nacieron, en 1973, bajo el gobierno de Richard Nixon con el fin de combatir el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos.

También son cínicos y soberbios. La fotografía de Andrew Hogan y otro agente de la DEA tomada en el departamento del Miramar cuando atraparon a Joaquín Guzmán en Mazatlán, mostrándolo como un trofeo, encierra todo esto. Después Hogan escribiría un libro donde contaría los detalles de cómo él, dice, atrapó al Chapo. No la Marina no el gobierno mexicano, ni siquiera la DEA: él.

Lea: Balaceras del jueves negro en Sinaloa… con el tufo de la DEA https://bit.ly/3oSk4nH

El colmo del engreimiento de los gringos es haber detenido al general Salvador Cienfuegos en la forma en que lo hicieron. No es que el ex secretario de la defensa no haya estado enredado con el narco, ese no es el punto. Es que el gobierno norteamericano, que había sido invitado a cenar, se adueñó de la cocina, ignoró los acuerdos bilaterales y desdeñó la capacidad de reaccionar del gobierno mexicano. Y no se mira lavando los platos.

Ahora México pretende reformar la Ley de Seguridad Nacional para normar—limitar—las acciones de las agencias norteamericanas en nuestro país. Actúan en México desde siempre. También la DEA, ahí está el episodio de Enrique Camarena –1985– como ejemplo. Pero lo han hecho bajo acuerdos verbales con los gobiernos en turno bajo el pretexto de la “cooperación”, nunca bajo esquemas legales claros. Y eso ha propiciado turbiedad en la relación bilateral en materia de drogas. Y eventos como los que desencadenaron la llamada operación Rápido y Furioso, con la cual disque se pretendía controlar el tráfico de armas y que terminó armando a un cártel en la lucha contra sus enemigos, atizando, por supuesto, el fuego de la violencia en México (en realidad, se sabe ahora, ese era el objetivo: armar a un cártel, el Cártel de Sinaloa, para que terminara con el otro –la alianza Zetas-Beltrán Leyva). ¿Bajo qué criterios lo hicieron? En los estados Unidos fue un escándalo a partir del asesinato de un agente de la Border Patrol con una de esas armas, pero en México ni Felipe Calderón ni nadie ha explicado por qué fueron parte de un operativo como ese.

Por supuesto, el gobierno de los Estados Unidos no está de acuerdo en una regulación de sus actividades en México. Nos siguen pensando como su patio trasero y siguen actuando y hablando como si la solución a su gravísima situación de adicciones estuviera en México y no en su propio territorio. Allí está la declaración de William Barr, fiscal general de aquel país, donde dice que una reforma como la que se pretende, solo va a beneficiar a la delincuencia organizada. El señor Barr mejor debiera explicar cómo es que, en el marco actual de colaboración, arbitrario y turbio, los cárteles de la droga se han estado expandiendo no solo aquí sino también en su país. Y preguntarse de qué ha servido a su país la política prohibicionista contra las drogas, si la demanda de ellas, cada vez más exóticas y mortales, ha ido siempre en aumento, con los costos sociales, económicos y en salud que todos conocemos.

México tiene derecho a legislar al respecto. No estoy seguro que lo aprobado por el Senado de la República vaya a funcionar, lo más probable es que no. Pero que el gobierno mexicano haya puesto sobre la mesa un replanteamiento de la relación con Estados Unidos en materia de drogas, es un paso importante. Malo que lo haya hecho a partir de la detención-liberación del general Cienfuegos y no de una visión estratégica sobre el tema, porque no la hay, eso está muy claro.

Bola y cadena
DRUG ENFORCEMENT ADMINISTRATION, DEA, así se llama, Administración de Control de Drogas. Bonito nombre, muy ad hoc, pues los gringos siempre han sido los administradores del negocio. Y de su control.

Sentido contrario
NINGUNO DE LOS PRETENSOS de Morena quiso estar en desacuerdo con el presidente, cuando dice que los sinaloenses debemos sentirnos orgullosos del gobierno de Quirino Ordaz. Al menos no públicamente; todos, dicen que son dichos de cortesía, pero es de aclarar que estos dichos no han ocurrido con otros gobernadores priistas, menos panistas y ni siquiera el de Morena en Baja California, Jaime Bonilla, al cual ni voltea a ver cuando habla. La pregunta es cómo, el que quede o la que quede, va a armar el discurso para la campaña si se supone que pretenden un gobierno distinto… ¿distinto a cuál si el de Quirino debe ser motivo de orgullo?

Humo negro
NO HA LLEGADO LO PEOR, MÉXICO se acerca apenas a los momentos más dramáticos ocasionados por la pandemia de coronavirus. Los desaciertos del gobierno para evitar contagios y muertes y el abandono de la población a otras “prioridades”, entre ellas el roce social, los amigos, la familia, se han conjugado en una mezcla deplorable que empieza a saturar hospitales en algunas zonas del país, en días en los que es imposible contener a la gente en sus casas debido a los aciagos trajines de diciembre. No habrá llamado que valga, la gente seguirá saliendo y nos seguiremos contagiando. La pandemia nos rebasó. Todos nos encontramos en una fatal contradicción y todo indica que hemos preferido poner nuestra vida en riesgo. Y las de los demás. Ni el gobierno ni nosotros hicimos bien las cosas y eso nos está costando muchas vidas y un mayor empobrecimiento de millones. Y la quiebra de miles de empresas. Y lo que falta.

Columna publicada el 13 de diciembre de 2020 en la edición 933 del semanario Ríodoce.

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