Guerra en el paraíso

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Ciudad de México no es el paraíso. Ni lo fue. En lo peor de la guerra contra el narco –¿es ahora? ¿o es pasado?-, la capital del país se mantuvo más o menos ajeno a la barbarie.

Los cuerpos colgados en los puentes, encobijados en lotes baldíos, apilados en el acotamiento de carreteras y caminos, ciudadanos muertos en el fuego cruzado que su único error era ir al trabajo, los centenares, los miles de asesinatos, eran asunto de Chihuahua, de Sinaloa, de Guerrero, de Michoacán, de Jalisco o Guanajuato….no de la ciudad más poblada del país.

No es que las ejecuciones fueran desconocidas, ni que las organizaciones criminales no operaran en el DF –hoy CdMx. Había y hay ejecuciones; había y hay organizaciones criminales y narco; había y hay corrupción policial. Pero su intensidad, eso sí hay que reconocerlo, era y es significativamente menor.

La emboscada contra el Secretario de Seguridad de Ciudad de México, Omar García, se sale por completo de la apariencia que ha guardado la capital de mantenerse –casi- ajena a lo que ocurre en el resto de México.

En un país profundamente centralista, es ingenuo pensar que la Ciudad de México se mantenía como el paraíso. Era justo al revés: la capital tiene una conectividad que no se puede encontrar en otro lugar; ofrece el anonimato de una urbe; concentra los grandes centros de logística de cualquier tema, financieros, empresariales y de poder público; y primero que todo, 20 millones de habitantes la convierten en una mercado enorme para lo que sea, incluyendo los delitos.

Para el gobierno en turno era mejor insistir en el discurso que la guerra del narco no llegaba a la sede de los poderes. Lo más cerca de la inseguridad es Ecatepec, en la zona conurbada de Ciudad de México. Y el infierno es Acapulco, en Guerrero.

La guerra contra el narco, gustan de decir los capitalinos, es un asunto de provincia –como el lenguaje de la colonia. Eso de Barret, calibre 50, sicarios, y camionetas blindadas, que lo entiendan en Culiacán, en Juárez, en Nuevo Laredo, pero en Ciudad de México es incomprensible.

 

Margen de error

(Stanley) De cuando en cuando, los medios que se dicen nacionales y que opinan desde Ciudad de México, se plantean la interrogante de si las organizaciones criminales han llegado a la capital. En el cuestionamiento está la afirmación.

Luego lo olvidan y vuelven a repetirse el cuestionamiento como si nada hubiera pasado. Cíclicamente se lo vienen preguntando desde que le dispararon a Paco Stanley, un conductor de televisión y humorista. Solo faltó, en ese momento, que se pidiera la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas, primer jefe de gobierno electo en la capital. El asesinato de Stanley se convirtió en uno de los más grandes fenómenos mediáticos de la historia de este país. Y también en un enorme yerro en la investigación ministerial

Desde entonces, hace 20 años, en Ciudad de México cíclicamente se plantean si conviven con la peor de sus pesadillas: el narco.

No es lo mismo ver el infierno desde el paraíso. O lo que es lo mismo, los toros se ven mejor desde la barrera…hasta que el toro la salta.

 

Mirilla

(Junio 2020) El gobierno federal y los estatales ceden a la presión y aceptan que se suban las cortinas de los negocios en receso por la pandemia, al mismo tiempo la caja de pandora se abre. Por los cuatro puntos cardinales el país se cuentan por decenas los asesinatos.

Si la pandemia suma centenas de muertos en todos los días de junio, ¿por qué preocuparse por un centenar de asesinatos al día? Junio de 2020 será también un pico en esta otra pandemia.

Sonora. Caborca. Enfrentamientos armados la semana pasada sumaron 12 asesinatos en el tramo carretero Santa Ana-Sonoyta. La zona fue de control histórico de Rafael Caro, pero aunque está libre no es el mismo mundo de los años 80 del siglo XX. La autoridad mejor se replegó durante los enfrentamientos, testigos afirman que esperaron a que amaneciera para aparecer. Hay una disputa en el norte que no se arregla con balazos ni muertos.

Guanajuato. Celaya. Lo conocen como el Marro, pero en los videos donde se graba él mismo parece un martillo de papel. Es líder de una organización que casi da risa cuando se difunde su nombre, si no fuera porque entre las masacres que se le atribuyen están asesinatos de mujeres embarazadas y niños. Se llaman como una canción de Joaquín Sabina, Santa Rosa de Lima, pero trae de cabeza al gobierno federal en la zona del huachicol. Ante la captura de algunos de sus miembros, entre ellos familia nuclear, responden con incendios y bloqueos, como en el Culiacanazo. Ya no hacen más que seguir el manual, que hasta ahora les ha funcionado.

Oaxaca. Los asesinatos en San Mateo del Mar son más que en Sonora. Muchos más que en Guanajuato. Los mismos que en Sinaloa. Sin embargo la atención mediática es mucho menor. Ahí no está inmiscuido el narco, pero sí un conflicto político añejo. Aunque no deja de mencionarse que podrían estar también organizaciones criminales de la zona. ¿Y dónde no están?

Sinaloa. Tepuche. Una disputa entre facciones o células del crimen –otra-, arroja la muerte de 16 hombres. Nueve de un lado y siete del otro. En la edición de la semana pasada, Ríodoce enunciaba los sucesos violentos en la zona serrana de Culiacán. Ahora se desbordaron. No es novedoso. La autoridad parece no entender patrones recurrentes en las disputas entre las organizaciones criminales, y cuando interviene llega tarde y hace lo mismo –desplegar efectivos- y obtiene como resultado lo mismo.

CDMX. Una camioneta blindada cargada de sicarios, con armas que luego podría verse eran nuevas, bloqueó el paso al Secretario de Seguridad capitalino en plano Paseo de la Reforma. Dispararon como en las guerras, mataron a una mujer que recibió de lleno los disparos. Omar García sobrevivió, pero dos de sus escoltas no. En las crónicas podemos leer o escuchar, que los pistoleros se movieron estilo culiacanazo. Incluso la camioneta blindada, como en el culiacanazo, estaba rotulada con el nombre de una empresa constructora para pasar inadvertida.

 

Deatrasalante

(Montemayor) Carlos Montemayor, una enorme ausencia intelectual en este México actual, escribió a finales de los años 90 la novela Guerra en el Paraíso, que da título a la columna. Abordó desde la ficción un tema que conocía como nadie: la guerrilla de Lucio Cabañas en el estado de Guerrero.

Montemayor se refería a otra guerra y a otro paraíso. En este México no hacemos más que repetirnos (PUNTO)

Columna publicada el 28 de junio de 2020 en la edición 909 del semanario Ríodoce.

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