El ataque a García Harfuch, una respuesta de ‘librito’

ATAQUE EN CDMX. El Estado a prueba.

Hay que ubicar el hecho en su justa dimensión: el atentado contra Omar García Harfuch es una reacción del crimen organizado ante las acciones que el secretario de Seguridad Ciudadana de Ciudad de México ha llevado a cabo en contra de los grupos criminales, principalmente contra la Unión Tepito, la Anti Unión y contra el CJNG. Dijo él mismo que el ataque provino de éste último grupo y es muy probable, pero eso debe demostrarse con la investigación.

Que nadie se llame al asombro. Los cárteles de la droga operan en CDMX desde hace lustros de manera intensa, pero tienen décadas con presencia en la capital del país. Desde esa ciudad se llevan a cabo grandes operaciones de trasiego de drogas desde Sudamérica, su paso por México y con destino a los Estados Unidos. También en la capital se realizan labores de relaciones públicas con legisladores, funcionarios federales de altísimo nivel –-incluyendo militares– y empresarios; desde allí se procesa el lavado de dinero y ahora también abastecen el narcomenudeo, lo cual requiere de una amplia red criminal de rangos y perfiles muy diversos.

Nunca se había cometido un atentado de esa magnitud, es cierto, pero su presencia era manifiesta en mil formas y en los últimos años ha cobrado relevancia porque, al igual que en todas las grandes ciudades del país, ha crecido el mercado local de las drogas para el consumo y eso ha generado la atomización de las células criminales, a veces acuerpada en cárteles y otras no.

En Ciudad de México se atentó contra el legendario Amado Carrillo Fuentes en 1993, cuando lo atacaron en el restaurante Bali Hai, al sur de la ciudad y luego se sabría que tenía residencias en las más exclusivas zonas de la capital, empezando por San Ángel. Que no se nos olvide que en Ciudad de México fue detenido su hijo, Vicente Carrillo Leyva, cuando hacía ejercicio en Bosques de las Lomas. Fue acusado de lavado de dinero, esto en abril de 2009  Y que meses más tarde detuvieron, también en la capital, a Vicente Zambada Niebla, luego de sostener una reunión con agentes de la DEA en el hotel María Isabel Sheraton, ubicado a un lado de la embajada de los Estados Unidos.

Antes, en septiembre de 2007, aprehendieron en Ciudad de México a Sandra Ávila Beltrán y a su pareja, el colombiano Juan Diego Espinoza, el Tigre.

Pero la más importante de las aprehensiones –-porque dimensionó la presencia de los cárteles en CDMX–, ocurrió en octubre de 2008, cuando atraparon a Reynaldo Zambada, hermano del Mayo, junto con una célula compuesta por una docena de gatilleros, operadores y jefes de la Policía Federal. Un duro golpe al Cártel de Sinaloa, pues el Rey Zambada controlaba las operaciones de trasiego de drogas a través del Aeropuerto Internacional de CDMX.

Y si de operaciones quirúrgicas del narcotráfico hay que hablar, tenemos el asesinato del comandante de la PJF, Edgar Millán, en mayo de 2008, y el del general Mario Arturo Acosta Chaparro, en noviembre de 2012, los dos atribuidos a Arturo Beltrán Leyva, muerto en diciembre de 2009 en Cuernavaca.

En los últimos años, la actividad criminal en CDMX ha estado cuajando en organizaciones poderosas como la Unión Tepito, que desde que llegó la actual administración ha estado golpeando, desmantelando sus redes, confiscando armas y droga, pero también atrapando a sus líderes. Se han registrado muchos eventos ligados al Cártel Jalisco Nueva Generación, lo cual hace presumir que han llegado a CDMX para sentar sus reales. La infraestructura de la ciudad, con su zona conurbada, es ideal para el desarrollo de redes de la delincuencia, máxime para organizaciones que son multicriminales, como la dos mencionadas, que igual trafican droga que tratan mujeres para la prostitución, secuestran, cobran piso, extorsionan…

El desarrollo es estas organizaciones, sin embargo, ha sido lento. El Cártel de Sinaloa ha sido muy preciso en sus incursiones, y lo ha hecho para tender redes más bien finas, de complicidad con altos mandos del gobierno y para el trasiego a gran escala. Los hermanos Beltrán Leyva hicieron lo mismo antes y después de la ruptura con el Mayo y con el Chapo y hasta se afirma que financiaron campañas políticas, pero sin meterse al estercolero del trasiego de poca monta, siempre tejiendo arriba.

Bola y cadena

DEL GOBIERNO DE CIUDAD DE MÉXICO y del gobierno federal dependerá que los cárteles se desarrollen. Y una de las tareas principales para evitarlo será acotar al máximo la corrupción. No solo de los mandos policiacos y castrenses; también la que tiene que ver directamente con la política. Las campañas electorales han sido siempre una amplísima avenida por la que el narcotráfico transita hacia las esferas del poder público. Y nos ha salido muy caro.

Sentido contrario

PARECE QUE EL OBJETIVO PRINCIPAL de las fuerzas del gobierno ante la guerra que se vive en la región de Tepuche entre dos bandos del narcotráfico –sicarios de Los Chapitos contra sicarios de los Zambada–, es que los enfrentamientos no lleguen a la zona urbana de Culiacán, una táctica de “taponeo”. Pero eso no ha evitado que la sangre inocente corra en aquella región. Los hechos del pasado miércoles así lo demuestran, porque si bien en un punto aparecen siete sicarios  muertos al lado de una camioneta, más arriba fueron asesinados ocho pobladores de Bagrecitos que, según el propio secretario de Seguridad Ciudadana, nada tenían que ver con los grupos criminales.

Humo negro       

SINALOA SIGUE SIENDO UNA DE LAS ENTIDADES de mayor contagio de coronavirus y no se ve la luz del túnel; sigue la curva en ascenso, los muertos acumulándose, las cortinas de muchos negocios abajo, la primera línea –personal médico de los hospitales—protestando porque no tienen condiciones de seguridad para enfrentar la demanda de servicios, siendo ellos también parte de las víctimas mortales. Como ocurrió con la enfermera mazatleca Guadalupe Montes de Oca. Una tragedia.

Columna publicada el 28 de junio de 2020 en la edición 909 del semanario Ríodoce.

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