Ante los efectos económicos y sanitarios del coronavirus, setenta y un millones de mexicanos no cuentan con la protección para recibir ingresos si tienen una incapacidad médica y, además, el sistema de seguridad social nacional no protege ante la pérdida del empleo.
Literalmente, si dejas de laborar para evitar enfermarte o porque ya estás enfermo, no comerás.
Tenemos un sistema de seguridad social insuficiente e incompleto. No sirve para resolver los problemas económicos que plantea el coronavirus.
Las medidas de aislamiento social se han retrasado porque los efectos en la economía no están atenuados por un buen sistema de seguridad social.
El 57 por ciento de los mexicanos no cuenta con un sistema de seguridad social. El 55 por ciento de los sinaloenses se encuentra en esa situación: 1 millón 400 mil personas.
La seguridad social puede es definida como el conjunto de mecanismos diseñados para garantizar los medios de subsistencia de los individuos y sus familias ante eventualidades como accidentes o enfermedades, o ante circunstancias socialmente reconocidas como la vejez y el embarazo. La exclusión de los mecanismos sociales de protección vulnera la capacidad de los individuos para enfrentar contingencias fuera de su control que pueden disminuir significativamente su nivel de vida y el de sus familias.
La seguridad social es diferente al acceso a la salud. En México, ambas son prestadas a muchos mexicanos por la misma institución, es el caso del IMSS y el ISSSTE, por lo que se suele pensar que son un solo fenómeno. La muestra más clara que no es lo mismo es que el INSABI otorga acceso a la salud pero no a la seguridad social.
En diez años la carencia por acceso a la seguridad social ha disminuido ocho puntos porcentuales, en 2008 afectaba a 65 por ciento de los mexicanos. El problema no ha mantenido un ritmo de descenso. En las cinco mediciones que se han realizado, en tres ha bajado el porcentaje con respecto al año anterior y en dos ha subido.
Lo anterior significa que no se ha tomado una medida que resuelva de fondo esta carencia y no podemos esperar que haya una disminución significativa con el esquema vigente.
El sistema actual se basa en dar seguridad social a quien tiene un empleo formal y es financiado mediante cuotas tanto del patrón como del trabajador. Este esquema no sirve para eventos globales como el coronavirus. Protege a pocas personas y ante pocas situaciones.
La actual realidad mundial de interacción permanente hace prever que fenómenos de pandemias, recesiones y migraciones se presentarán en forma periódica. No estamos preparados.
Nuestro sistema de seguridad social tampoco nos ha servido para sostener un clima adecuado de convivencia social, de cohesión, de que todos los miembros de nuestra sociedad sientan que su situación nos importa a todos los demás.
¿Qué hace alguien que pierde su empleo o que una enfermedad no le permite trabajar o que llega a viejo sin derecho a pensión?
La disyuntiva actual es muy dramática. Correr el riesgo de enfermarse o perder el ingreso. Las autoridades deben escoger entre el mal económico o el mal de salud.
Muchos países han adoptado sistemas que otorgan derechos temporales ante las circunstancias de catástrofes financieras, por ejemplo, se otorgan apoyos económicos por determinado número de semanas a quien sufre un accidente o pierde su empleo, y se prioriza a diferentes grupos de personas, como el de viudos con hijos.
El financiamiento de los sistemas de seguridad social más exitosos no se basa en las aportaciones obrero patronales sino en impuestos especiales. De esa manera no se excluye a las personas que trabajen por su cuenta y tampoco se carga con obligaciones económicas a quien crea un empleo.
Ante la enorme cantidad de mexicanos desprotegidos debemos pensar cómo nos ayudamos entre todos, con qué prioridades, en qué tiempos y cómo lo financiamos.
En México ya existe una cantidad importante de recursos gubernamentales que se destinan a apoyos económicos para personas. Los sistemas de seguridad social que sí sirven se van construyendo a través de procesos paulatinos, de transiciones anuales. Un primer paso es revisar la orientación de las actuales transferencias económicas. Debemos analizar si los adultos mayores con pensiones altas del IMSS o del ISSSTE también deben recibir otro apoyo económico o si las becas escolares deben beneficiar sin importar los ingresos de la familia. Por ahí debemos empezar pero ahí no debemos detenernos.
Es de interés público, de todos los mexicanos, que no haya personas que se encuentren solos ante una catástrofe económica.
No hay mayor miseria que la de quien debe escoger entre su salud y el alimento de sus hijos.
Una enseñanza de esta crisis es que a todos nos afecta el estado de salud de los otros, así sea de las personas que viven al otro lado del mundo.
Ahora estamos hablando de los sistemas de seguridad social que debieran apoyar a quienes viven en el territorio mexicano.
Un principio de convivencia y humanidad es protegernos entre nosotros.
Habremos triunfado ante la amenaza actual si de aquí salimos mas unidos, solidarios y más humanos.
Columna publicada el 22 de marzo de 2020 en la edición 895 del semanario Ríodoce.