La música es un arte místico, por encima de todas las artes. Es la de mayor cercanía. La más próxima a la espiritualidad. Desde su aparición, imposible de datar con certeza, ha sido muchas veces pensada tan antigua como la humanidad misma.

Por su inherente característica evanescente, logra atraparnos en su misterioso vaivén de sonidos que, solos, siendo nada más que ruido, no nos dicen nada. Pero que en sus secuencias nos llevan, también nos traen, nos agitan y conmueven. Aquí radica la importancia del arte musical tanto para la individualidad como para la colectividad: en su capacidad de crear un puente entre las conciencias, más allá de sus respectivas configuraciones sociales y culturales.

El llamado lenguaje universal no sólo conecta, hermana y une bajo un mismo propósito.

Es por eso que la UNESCO, a partir de la idea del entonces director del consejo internacional de la música y gran violinista del siglo XX, Lord Yehudi Menuhin, decide en 1975 establecer como el Día Internacional de la Música el 1 de octubre, con libre adaptación a cada país.

El día es un reconocimiento a la importancia de la música para el individuo y para la humanidad. México recibe la invitación en 1982 a partir de una iniciativa del gobierno francés a establecer el 21 de junio (fecha del solsticio de verano, el día más largo del año en el hemisferio norte) para celebrar el Día Internacional de la Música. En fraternidad con este país se establece la fecha, y año con año desde entonces se celebra y reúne a más de 250 ciudades en 120 países a través de los cinco continentes.

En el marco de esta festividad de carácter internacional, la Banda Sinfónica Juvenil del Estado de la Escuela Superior de Música (ESUM) del Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC) bajo la dirección del maestro Baltazar Hernández Cano, realizó el jueves pasado en el Teatro Pablo de Villavicencio su tercer y último concierto de gala de la temporada de primavera 2019. Con el programa titulado “Día Internacional de la Música” ofreció una muestra de la amplitud y diversidad del repertorio que la Banda maneja, pasando desde arreglos de piezas orquestales como las danzas de Leonard Bernstein, piezas compuestas originalmente para banda sinfónica como Arena Blanca de Alfred Reed, hasta pasajes de famosos musicales como El Fantasma de la Ópera.

La Banda Sinfónica Juvenil del Estado, única de su clase a nivel estatal, y con más de 40  años de historia, es una de las compañías artísticas más activas de Sinaloa, emblema de la escuela de Artes José Limón y del ISIC. Realiza en promedio más de 100 conciertos al año en una temporada anual que consta de varios programas permanentes como: La banda toma la calle, Conciertos de gala, Festivales del ISIC, actos cívicos, etc.

Dirigida desde 1998 por el maestro Baltazar Hernández Cano, Balta para sus alumnos, ha realizado un incansable trabajo de formación de cientos de jóvenes músicos sinaloenses, muchos de los cuales se encuentran actualmente en ejercicio profesional, dentro y fuera del estado, incluso a nivel internacional. Su trabajo también está enfocado hacia la gestión cultural, ha definido la misión de la Banda en difundir y promover la buena música entre el público sinaloense, rescatando las expresiones populares y folclóricas, desafiando los espacios convencionales como auditorios y teatros, en pos de la cercanía con la gente.

Esta apuesta a la música como medio para sensibilizar y acercar el arte a los públicos acostumbrados a expresiones más populares, es el espíritu con el que nació la festividad del Día Internacional de la Música, y también el que mantiene el ideal de trabajo del maestro Baltazar Hernández Cano y de la Banda Sinfónica Juvenil, donde la reivindicación de las formas populares y folklóricas, y en general de todas las expresiones del arte musical sin reserva, se ha vuelto esencial para lograr la mayor amplitud de posibles públicos, siempre con el ideal de fomentar la hermandad y la paz.

Artículo publicado el 23 de junio de 2019 en la edición 856 del semanario Ríodoce.