La Fuga: un helicóptero, el rancho de Barbarino y un sacerdote nervioso

“Ahí fue cuando lo conocí en persona”, dijo el Rey acordándose del día de mayo de 2001 cuando vio a Guzmán Loera por primera vez. Estaban en un terreno semidesértico con arbustos en Querétaro, un lugar que el Rey le había encontrado a su hermano para aterrizar el helicóptero que traería al Chapo para evitar su recaptura después de escaparse, en un carrito de lavandería, de la prisión de Puente Grande en Jalisco.

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Mientras Zambada recordaba esa anécdota de 17 años atrás, Guzmán Loera lo veía atento desde su lugar en la mesa de la defensa. Vestía un traje y corbata azul con una camisa blanca. Horas antes, el Chapo había entrado a la sala buscando directamente la mirada de su esposa, Emma Coronel, que vestía una camisa blanca bajo un saco largo azul oscuro con botones dorados, leggins negros, el pelo suelto y unos lentes de pasta color vino.

El Rey se enteró de la fuga del Chapo desde diciembre de 2000, al menos un mes antes de que Guzmán Loera saliera del penal de alta seguridad en un carrito de lavandería. Según el testimonio de Zambada, su hermano el Mayo le había contado todo, feliz de que saliera su compa.

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Una vez que se fugó, con la ayuda del Chito, un oficial correccional de la prisión, el Rey, su esposa Paty y el Mayo fueron a recogerlo a Querétaro. “Estaban preocupados porque el Chapo se había llevado al Chito en la camioneta de la lavandería en la que salió”, explicó el Rey. Y éste se quería entregar a la policía. El Rey no terminó de explicar qué pasó con el Chito.

Lo que sí contó el Rey fue que después de recoger al Chapo, él personalmente lo llevó a la Ciudad de México para que se resguardara un par de días en la casa de su hermano el Mayo en la colonia de las Lomas. Al pasar la caseta y entrar a la capital, los esperaba un grupo de policías. “Cuando vio a la policía se asustó”, explicó Zambada, “pero le expliqué que eran gente nuestra”. Los judiciales, con una patrulla y una moto, los escoltaron hasta su destino, según el testimonio del Rey.

Después de las Lomas, y antes de que volviera a las montañas de Sinaloa durante los siguientes 13 años, el Chapo estuvo en un rancho pequeño con una casa grande de madera en Villas del Carbón, Estado de México. La propiedad era de Barbarino, un pistolero “temido y famoso” del Chapo y Arturo Beltrán Leyva.

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Durante su estancia en el rancho de Barbarino, el Chapo, el Mayo, Arturito —el hermano menor de Guzmán Loera— y Cristina, una amiga colombiana, estaban felices, organizándose para ponerse a trabajar, recordó el Rey. Hacia el final de su estancia en el Estado de México, el Chapo y el Mayo fueron los padrinos de un bautismo celebrado en el rancho. “Yo les conseguí al padre”, contó el Rey. “Y cuando vio al Chapo pues sí se puso nervioso”, añadió. Pero el bautismo se celebró y a los pocos días Guzmán Loera regresó a la región del triángulo dorado, donde el Mayo le dijo, según el testimonio del Rey: “yo tengo control de tu tierra, vámonos para Sinaloa”.

Artículo publicado el 18 de noviembre de 2018 en la edición 825 del semanario Ríodoce.

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