Antes debo decir que este su poema Mi país, ¡oh mi país!, me trasladó a la lejana nostalgia de los años 1958-59, pues esta inspiración fue producto del movimiento ferrocarrilero que el gobierno de Adolfo López Mateos atacó sin piedad, encarcelando, desapareciendo y matando muy al estilo del PRI-Gobierno. El líder sindical Demetrio Vallejo, el poeta revolucionario José Revueltas y el activista del Partido Comunista Mexicano, Valentín Campa, fueron apresados, torturados y finalmente consignados con largas condenas en el tenebroso penal de Lecumberri. En honor a ellos, y los miles de héroes que han muerto en la permanente barbarie que nos impone el gobierno desde el movimiento ferrocarrilero de 1958-59, el movimiento estudiantil de 1968, la masacre de Ayotzinapa en 2014 y la macro violencia que abarca más de tres décadas, este poema de Efraín Huerta, sigue vigente:
Mi país, ¡oh mi país!
Ardiente, amado, hambriento, desolado,
bello como la dura, la sagrada blasfemia;
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.
Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,
república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos, de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata.
Veo correr noches, morir los días, agonizar las tardes.
Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los buenos
y las cárceles y las prisiones militares son para ellos.
Porque la sombra de los malignos es espesa y amarga
y nadie escribe y nadie quiere saber nada de nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
Porque hay engaño y miseria
y el territorio es un áspero edén de muerte cuartelaría.
Porque al granadero lo visten
de azul de funeraria y lo arrojan
lleno de asco y alcohol
contra el maestro, el petrolero, el ferroviario,
y así mutilan la esperanza
y le cortan el corazón de hipocresía,
proclama que primero es el orden
y la sucia consigna la repiten
los micos de la Prensa,
los perros voz-de-amo de la televisión,
el asno en su curul,
el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
mientras la dulce patria temblorosa
cae vencida en la calle y en la fábrica.
Este es el panorama:
Botas, culatas, bayonetas, gases…
¡Viva la libertad!
Buenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz…
todo el país amortajado, todo,
todo el país envilecido,
todo eso, hermanos míos,
¿No vale mil millones de dólares en préstamos?
¡Gracias, Becerro de Oro! ¡Gracias FBI!
¡Gracias, mil gracias, Dear Mister Presidente!
Gracias, honorables banqueros, honestos industriales,
generosos monopolistas, dulces especuladores;
gracias, laboriosos latifundistas,
mil veces gracias, gloriosos vendepatrias,
gracias, gente de orden.
Demos gracias a todos
y rompamos
con un coro solemne de gracia y gratitud
el silencio espectral que todo lo mancilla.
¡Oh país mexicano, país mío y de nadie!
Pobre país de pobres. Pobre país de ricos.
¡Siempre más y más pobres!
¡Siempre menos, es cierto,
pero siempre más ricos!
Amoroso, anhelado, miserable, opulento,
país que no contesta, país de duelo.
Un niño que interroga parece un niño muerto.
Luego la madre pregunta por su hijo
y la respuesta es un mandato de aprehensión.
En los periódicos vemos bellas fotografías
de mujeres apaleadas y hombres nacidos en México
que sangran y su sangre
es la sangre de nuestra maldita conciencia
y de nuestra cobardía.
Y no hay respuesta nunca para nadie
porque todo se ha hundido en un dorado mar de dólares
y la patria deja de serlo
y la gente sueña en conjuras y conspiraciones
y la verdad es un sepulcro.
La verdad la detentan los secuestradores,
la verdad es el fantasma podrido de MacCarthy
y la jauría de turbios, torpes mariguanos inquisidores
de huaraches;
la verdad está en los asquerosos hocicos de los cazadores
de brujas.
¡La grande y pura verdad patria la poseen,
Oh país, país mío, los esbirros,
los soldadones, los delatores y los espías!
No, no, no. La verdad no es la dulce espiga
sino el nauseabundo coctel de barras y de estrellas.
La verdad, entonces, es una democracia nazi
en la que todo sufre, suda y se avergüenza.
Porque mañana, hoy mismo,
el padre denunciará al hijo
y el hijo denunciará a su padre y a sus hermanos.
Porque pensar que algo no es cierto
o que un boletín del gobierno
puede ser falso
querrá decir que uno no es comunista
y entonces vendrán las botas de la Gestapo criolla,
vendrán los gases, los insultos,
las vejaciones y las calumnias
y todos dejaremos de ser menos que polvo
mucho menos que aire o que ceniza,
porque todos habremos descendido
al fondo de la nada
muertos sin ataúd,
soñando el sueño inmenso
de la patria sin crímenes,
y arderemos, impíos y despiadados,
tal vez rodeados de banderas y laureles,
tal vez, lo más seguro,
bajo la negra niebla
de las más negras maldiciones…
Efraín Huerta. Abril 4 de 1959.
Nota.-Tomado de la revista Tierra Adentro No. 192, junio 2014.
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