Los siete magníficos

quirino
La película está por empezar. Los siete magníficos ya van en sus caballos por las laderas: Quirino en caballo de hacienda, Martín-Roberto compartiendo montura, Cuen en un potrillo, Mariano con caballo prestado, Estrada Ferreiro en una yegua prieta, Frías en uno sin domar. El caballo negro a quien tanto temían todos, se quedó en el corral.
En las campañas políticas se crea un mundo alterno, un lenguaje propio, unos personajes maquillados. Sinaloa será por tres meses ese pueblo que busca sacudirse a los malos que lo aplastan y dominan, esperando al héroe que se atreva a enfrentarlos. A diferencia de la película de los 60 donde el pueblo va en busca de los protectores, que los defienda de Calavera y sus secuaces, aquí Los siete magníficos se proponen por sí mismos. Son la versión liliputiense.
En Los siete magníficos, un western de los 60 basado en una película de samuráis, un pueblito mexicano es visitado por bandoleros que lo atracan de manera constante. Hartos, los pobladores cruzan fronteras pidiendo ayuda a los cowboys americanos. Es un tiempo en que los hombres son más baratos que las pistolas.
El maloso Calavera, quien no es un magnífico ni forma parte de los Siete, lo resume sencillamente en un diálogo con Steve McQueen, luego de que el pueblo les retira el apoyo:
“Las cosas han cambiado. ¿Te gustaría saber cómo? Sus amigos ya no los quieren tanto como antes. Ustedes los obligan a tomar demasiadas decisiones. Conmigo, solo deben tomar una decisión: hacer lo que yo digo”.
Con la democracia empequeñecida en México, los candidatos sinaloenses terminan siendo igualmente enanos. Hasta el “sexenio” terminó reducido a 4 años y 10 meses, pero no por eso deja de ser apetitoso.
Viene un mes de aparente calma. Marzo está marcado como un mes de veda en las campañas, donde Los siete magníficos velarán armas. Pero llegará abril y mayo, y como debe ser en una contienda democrática, no existen ganadores predeterminados.
Pero al Sinaloa actual no le basta que no esté un ganador claro desde antes de empezar la elección, como sucedía hace apenas 30 años. Tampoco le basta que sean seis las opciones para los ciudadanos, de derecha e izquierda. Con una clase política con el olfato atrofiado, y una clase empresarial mimetizada, no hay visión de estadista en ninguno de los Siete Magníficos.
Quirino (Ordaz), arropado por el PRI pero al mismo tiempo amordazado por los grupos internos. El discurso se le agotó en la segunda entrevista. Si en la precampaña no articuló más de cuatro ideas, necesitará mucho más que asesores para integrar un plan de gobierno.
Martín (Heredia) y Roberto (Cruz), aunque militantes del PAN no dejan de ser unos intrusos. Uno viene del PRI y el otro de Malova. Demasiado pequeños para un estado diverso como Sinaloa, Acción Nacional tendrá que irse por descarte en la decisión.
Cuen (Héctor Melesio) sabe que sin el PAN le faltarán canicas para entrar al juego real de la política. Por más que alardee de su trabajo los 365 días del año, el PAS tiene un tope difícil de pasar.
Mariano (Gómez) podría pagar cara la novata de entrar a una contienda política solo con buenas intenciones y una argumentada crítica. Más cercano al empresariado que a la izquierda, Mariano Gómez se topará con un PRD pulverizado.
Estrada Ferreiro (Jesús) es una mala caricatura de Andrés Manuel López Obrador, pero con una retórica tartamuda.
Frías (Francisco), un independiente con corazón, ropaje y pasado priista. Solo se podría esperar que mantenga el lenguaje de independiente y que no termine despilfarrando su capital político declinando.
 
Mirilla
(La hija) Acostumbrados al silencio, a la clandestinidad que implica la ilegalidad, el narco en México empezó a ocupar espacios de difusión en la última década: narcomantas colocadas estratégicamente denunciando a enemigos y trato inequitativo de la autoridad, entrevistas como la de Ismael Zambada a Julio Scherer o las que otorgó la Tuta a medios de Michoacán. Luego, el mismo Joaquín Guzmán respondiendo a preguntas al actor americano Sean Penn, o su esposa Emma Coronel en la cadena televisiva Telemundo. No sorprende por tanto que una de las hijas del Chapo otorgue una entrevista al periódico inglés The Guardian, y acuse la conocida relación del narco con la política y las traiciones internas entre las organizaciones —nada nuevo, en realidad—. Pero la exposición de ellos mismos ventilando violaciones a los derechos humanos, complicidades y hasta traiciones, fuera del ámbito judicial, es novedoso en México.
 
Primera cita
(IQ) Fuera de tono y de lugar el gobernador Malova, otra vez. En el cambio de la delegación de Mexicanos Primero, mientras se hablaba de la reforma educativa, índices estatales en el aprovechamiento en español y matemáticas, maestros que se niegan a ser evaluados o con bajas capacidades para ofrecer clases, el gobernador cita el desperdicio de las capacidades intelectuales de un narcotraficante.
Según la lógica del gobernador en su ocaso, Sinaloa tiene de manera natural un elevado nivel de inteligencia que termina siendo desperdiciado: “Sinaloa tiene mucho futuro, Sinaloa es una gran estado. Gentes como el Chapo Guzmán, que tienen un IQ muy elevado, no queremos que se metan…”.
En la improvisación siempre de sus discursos, termina por seguir el mismo método en toda la política. En ningún tema hay un rumbo claro, todo en manos de la improvisación (PUNTO)

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