En las tres últimas elecciones para gobernador el PRI obtuvo exactamente el mismo porcentaje de votación: 46 por ciento del total de sufragios. Juan Millán, Jesús Aguilar y Jesús Vizcarra, apenas por unas décimas de diferencia, contabilizaron cada uno el 46 por ciento.
Atorado en el porcentaje, al PRI ya le fue insuficiente ese 46 por ciento para sacar adelante a su candidato en 2010, por más que se rebasaron los 500 mil votos —una cantidad apenas alcanzada en la elección federal de 2000, con el sinaloense Francisco Labastida como candidato a la presidencia— en alianza con el Verde y Nueva Alianza.
Quienes saben de política y elecciones, entienden que cada lucha por el poder tiene sus características particulares que dificultan la comparación, pero también quienes saben de números entienden que hablan y las matemáticas engañan menos que las palabras.
En las dos contiendas previas a la derrota del PRI, la de 1998 y la de 2004, ya se daban avisos de que una alianza de las fuerzas opositoras —específicamente de PAN y PRD— cerraría los resultados o quizás llevaría a una derrota al PRI, como pasó. Especialmente en la contienda Jesús Aguilar-Heriberto Félix, donde la diferencia apenas rebasó el 1 por ciento con 11 mil 380 votos, donde con todo y la debilidad el PRD alcanzó 38 mil votos. Una elección antes, con Juan Millán por el PRI frente a Emilio Goicoechea del PAN y un fuerte Rubén Rocha que rebasó el 17 por ciento, una alianza igualmente hubiera apretado los resultados —se entiende que en política son inválidas esas sumas, pero solo se utilizan para efectos explicativos.
Una contienda de solo dos candidatos siempre cerrará más los resultados, comparada con aquellos casos donde son tres y hasta cuatro, quienes mantienen las posibilidades, por eso en algunos países se tiene el mecanismo de segunda vuelta, donde solo se enfrentan los dos aspirantes con mayor porcentaje, siempre y cuando ninguno de ellos obtuviera más del 50 por ciento de las preferencias.
En las elecciones federales, en cambio, el PRI en Sinaloa ha sido muy errático, pero en ningún caso la sumatoria estatal de los votos lo ha llevado a la derrota. Sí han tenido derrotas distritales, por supuesto.
Para el PRI ese 46 por ciento es ya fatídico porque en 2010 lo llevó a la derrota. Para los partidos ganadores de aquella alianza, el PAN principalmente porque el PRD tiene una crisis que amenaza hasta su permanencia, ese 46 por ciento es la oportunidad. Heriberto Félix en 2004, con su estructura alterna al PAN y decidiéndose muy tarde a contender, estuvo a unas décimas de derrotar a Aguilar Padilla, muy cerca de ese 46 por ciento.
Margen de error
(Recta final) En dos semanas más, antes de la primera quincena de diciembre, la decisión del método de elección de candidato a la gubernatura por el PRI pondrá en su verdadera dimensión a la mayoría de los ocho o nueve participantes.
Independientemente de que hay claridad de que la decisión se tomará previamente, la formalidad lleva a decidirse por un método estatutario para elegir a los candidatos, y ese será el mismo del que renegó Mario López Valdez en 2010, una convención de delegados.
Aquellos que se atrevieron, especialmente Gerardo Vargas, de hacer pública su intención de que el PRI debía abrirse a una consulta a la base, tendrá solo dos opciones: aceptar la convención por delegados para una decisión cerrada y controlada, y entonces anotarse en la convocatoria que se emitirá un mes después, en la primera quincena de enero. O, rechazar como lo hizo en su momento Malova y buscar otras opciones, o concluir como Secretario de Gobierno los 12 meses restantes.
Mirilla
(Reconocimiento) El delegado del PRI en Sinaloa, Ramiro Hernández, se atrevió a reconocer lo que todos saben: el gobernador Malova es factor de poder en la decisión del PRI sobre el candidato a la gubernatura. No podía ser de otra manera, por las características especiales de López Valdez. No está afiliado a ningún partido, sus afectos siguen en el PRI y su amigo de toda la vida está buscando sucederlo precisamente abanderado por el PRI.
No se sostenía la negativa dentro del tricolor de que Malova no sería factor de peso en la lucha por el poder. El mensaje más claro es que no le cerraron la puerta a Gerardo Vargas y lo cuentan dentro de la carrera, aunque en la realidad lo lleven por un carril especial.
Vargas Landeros deberá mostrar más que oficio, olfato, porque bien podrían amarrarlo en el arrancadero.
Llegado el momento Mario López Valdez tiene una lista más amplia para llevar al PRI, porque al final se trata de una figura con poder de decisión —aunque en la de gobernador solo tiene un nombre—. Malova llevará aspirantes a las alcaldías y diputaciones en el partido donde dejó el corazón, particularmente en Ahome. La diferencia es que ahora López Valdez ya no influirá en el PAN de la misma manera que lo hizo en las disputas electorales anteriores, locales y federales.
En 2010 y 2013, Malova influyó a su antojo en las candidaturas de PAN-PRD y en muchas de las del PRI.
Sobra decir que ese peso dentro del PRI dependerá mucho de lo que decidan él y sus huestes en el escenario de que Vargas Landeros no logre la nominación. Una rabieta o una ruptura le quitará de nuevo esa influencia e interlocución dentro del PRI(PUNTO)