Ante la relación entre el aumento de enfermedades cardiovasculares y mortalidad por infarto agudo al miocardio con el alto consumo de comida chatarra, 12 sociedades y organizaciones de cardiólogos en México reconocieron la efectividad del impuesto al refresco y bebidas azucaradas, y demandaron medidas urgentes para frenar esta situación.

En el marco del Día Mundial del Corazón, los expertos en enfermedades cardiovasculares expresaron su preocupación por la creciente carga de la enfermedad cardiovascular en México, único país de la OCDE donde la mortalidad por infarto agudo al miocardio sigue aumentando.

Aunado a esto, dijeron, “el etiquetado de alimentos recientemente propuesto no ayuda a la población a tomar decisiones saludables, pues resulta difícil para un ciudadano común entender la información que ahí se presenta”.

Los representantes de las 12 organizaciones nacionales de cardiólogos afirmaron que la estrategia del impuesto al refresco y bebidas azucaradas ha tenido resultados alentadores, como es la reducción en su consumo y el que “México haya pasado del primero al cuarto lugar mundial en consumo de bebidas carbonatadas en sólo un año”. Sin embargo, dijeron, que esto no es suficiente, ya que continúa siendo sumamente alta la cantidad de estas bebidas azucaradas que aún se consumen.

100 mil mexicanas fallecen por males cardiovasculares

Cada año mueren más de 100 mil mujeres por enfermedades cardiovasculares, es decir, 274 cada día u 11 cada hora. Estos males representan 37% de los decesos en la población femenina, pero no se les hace caso como al cáncer de mama, que si bien es otro grave problema de salud pública, los fallecimientos por esta causa representan 2% del total, advirtió Edith Ruiz Gastélum, miembro de la Sociedad Mexicana de Cardiología.

La especialista señaló que en México las mujeres presentan condiciones de salud que favorecen el desarrollo de las afecciones cardiovasculares: el sobrepeso y obesidad que tienen más de 70% de las adultas; 10% viven con diabetes y en mayores de 60 años la frecuencia de esta alteración es 20%; además, 60% de las mayores de 50 años de edad tienen niveles elevados de colesterol.

También están los factores de riesgo que sólo se presentan en mujeres, entre otros anemia, el síndrome de ovario poliquístico, el uso de anticonceptivos orales, la preclampsia en el embarazo, diabetes gestacional, depresión y ansiedad. Cada uno de ellos aumenta las probabilidades de que en el futuro se presente un evento cardiovascular. Por ejemplo, la obesidad aumenta de cuatro a 10 veces esa posibilidad, la preclampsia triplica el riesgo y es seis veces más probable que la mujer se vuelva hipertensa. La diabetes gestacional aumenta siete veces la expectativa de desarrollar diabetes mellitus tipo 2.

Obesidad en México no es genética, ni culpa del maíz; la causa: productos “chatarra”

La dieta mexicana como tal no es una “dieta maligna”, en la que el maíz no es el problema sino los productos “chatarra” y los refrescos que ocasionan el sobrepeso, aseveró el especialista Juan Calderón Colmenero.

Por ello, el subjefe del Departamento de Cardiología Pediátrica del Instituto Nacional de Cardiología destacó la importancia de vigilar la salud en los niños, pues “toda historia de un adulto diabético, hipertenso, obeso viene desde la niñez”.

En una conferencia con motivo del Día Mundial del Corazón, el 29 de septiembre, el director del Área de Investigación en Políticas y Programas de Nutrición del Instituto Nacional de Salud Pública, Simón Barquera Cervera, afirmó que la obesidad en México no es genética.

“No es que tradicionalmente la población de México sea obesa sino que se trata de un problema que se desarrolló hace alrededor de 30 años”, explicó el especialista.

Aseveró que en México se tenía un peso mucho más saludable hace 30 años, por lo que ese problema de salud no es genético, sino alimentario.

A su vez, el director médico interino de AstraZeneca México, Gustavo Martínez, expuso que 17.3 millones de personas mueren anualmente en el mundo por un evento cardiovascular o complicaciones de enfermedad vascular cerebral, cifra que para 2030 aumentará a 23 millones.