El Zelote

 

Siempre le he sacado la vuelta a los temas de religión. Fue en la década de los 70 cuando llegó a mis manos el libro Cristo de Carne y Hueso de Eduardo del Río (Ríus). Lo leí con interés, pero pasaron los años y el tema quedó en el olvido.

Me gusta  el género biográfico en la historia,  y sin saber por qué he sentido la necesidad de saber un poco más sobre Jesús. En estos días me ha atrapado un libro titulado El Zelote, del autor Reza Aslan.

 

Al empezar a leerlo, me acordé del libro Cristo de Carne y Hueso. Este también es un libro profundamente político que hace plena justicia al Jesús real.

 

Reza Aslan nació en 1972 en Irán, en el seno de una familia musulmana y de joven emigró con su familia a Estados Unidos, que huía de la revolución de los ayatolas. Se convirtió al cristianismo evangélico y ya en la universidad volvió a su anterior tradición religiosa.

 

Es doctor en Sociología de las Religiones, por la Universidad de California (Santa Bárbara). Su primer libro fue No god but God: The Origins, Evolution, and Future of Islam (No hay más dios que Dios: Orígenes, evolución y futuro del Islam). Las fuentes que utiliza son las producidas en el mundo de habla inglesa, principalmente en Estados Unidos, y deja de lado las obras de los expertos europeos.

 

Me llamó la atención el significado que tenía la palabra bandolero en la Roma del Siglo I: era sinónimo de ladrón o agitador. Los bandoleros representaban las primeras revueltas de lo que se convertiría en el movimiento de resistencia nacionalista contra la ocupación romana. Lo mismo el concepto de “sicario”.

Los romanos llamaron sicarii a un misterioso grupo de rebeldes judíos “hombre de la daga”, debido a su tendencia a utilizar pequeñas dagas, fáciles de ocultar, con las que asesinaban a los enemigos de Dios.

 

Muchos judíos de la Palestina del siglo I trataban de vivir una vida de celo, cada uno a su propia manera. Pero había algunos que, para preservar  sus celosos ideales, estaban dispuestos a recurrir a actos extremos de violencia si era necesario, no solamente en contra de los romanos y las masas de incircuncisos, sino también en contra de sus conciudadanos judíos, los que osaban someterse a Roma. Por su ideal de celo fueron llamados zelotes.

 

Una parte interesante del libro es cuando las autoridades del templo urdieron un astuto complot para atrapar a Jesús, tratando de que se implicara a sí mismo como revolucionario zelote: Maestro, sabes que tú eres auténtico, que enseñas el camino verdadero hacia Dios, y que tú no haces diferencias por ningún  hombre. Dinos: ¿es legal o no pagar impuestos al César?

—Mostradme un denario —dijo Jesús, refiriéndose a la moneda romana que se usaba para pagar los impuestos— ¿De quién es esta imagen y la inscripción?

—Es de César —respondieron las autoridades.

—Pues devolvedle al César la propiedad que pertenece al César y a Dios la propiedad que pertenece a Dios (Pág. 108).

 

Resulta asombroso que después de siglos de erudición bíblica se haya distorsionado el sentido de estas palabras como un llamado de Jesús a separar las cosas de este mundo  —tasas y tributos—  y dirigir el corazón a las únicas cosas que importan: el culto y la obediencia a Dios. Tal interpretación se adecua perfectamente a la percepción de Jesús como un espíritu celestial, desprendido e indiferente a los asuntos materiales, una curiosa afirmación acerca de un hombre que no sólo vivió durante uno de los períodos políticamente más graves de la historia de Israel, sino que además se autoproclamó el Mesías prometido, enviado a liberar a los judíos de la ocupación romana. En el mejor de los casos, la respuesta de Jesús se ha visto como un compromiso entre las posiciones sacerdotales y las de los zelotes, entre los que pensaban que era legal pagar tributos a Roma y los que no.

Desde luego que El Zelote es un libro polémico, interesante que vale la pena leer.

 

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