La selva seca de Sinaloa tiene un abitante que se ha convertido en un emblema para el municipio de San Ignacio: el jaguar.
El jaguar es el felino más grande que habita en Sinaloa, y junto con otras especies como el ocelote, lince, puma, tigrillo y onzas, que recorren la selva de San Ignacio.
Estos felinos son especies perseguidas por la caza clandestina, y muy frecuentemente se sabe de ejemplares que son
asesinados para obtener sus colmillos o pieles, sin embargo, los habitantes de San Ignacio han hecho de la protección de jaguares su estilo de vida.
El corredor biológico del jaguar es un proyecto de ecoturismo que abarca los pueblos de San Javier, El Carmen, la Meseta de Cacaxtla, Tacuitapa y El Cabazán; este último alberga también el Museo del Jaguar.
“Los corredores biológicos es una propuesta de conservación bien interesante, que viene dentro de la ley general de cambio climático ya como figura de conservación, como figura de mitigación al cambio climático” explicó Yamel Rubio Rocha, integrante del Grupo de Expertos para la Conservación y Manejo Sustentable del Jaguar y otros Felinos silvestres.
Este corredor es una propuesta de conservación de las especies silvestres de nuestro estado, que además es un atractivo turístico y cultural que se está convirtiendo en una nueva tradición en los pueblos de San Ignacio.
En el corredor biológico del jaguar, pueden realizarse actividades turísticas como caminatas por el bosque, de día o
noche, donde pueden observarse algunas especies en su hábitat.
Se tienen diferentes actividades destinadas a impartir conocimiento sobre el jaguar y otras especies que habitan en la
zona, una de ellas es que los turistas tienen la oportunidad de participar directamente en el monitoreo del jaguar.
Para monitorear su comportamiento se realiza una caminata junto con biólogos investigadores, y revisar o cambiar las cámaras que integran el sistema de fototrampeo.
Este sistema consiste en cámaras puestas en áreas silvestres que permiten observar a los felinos, aves y otras
especies en su hábitat natural. Lo que le otorga al turista el privilegio de observar a los jaguares que habitan en la zona, sin necesidad de tenerlos en cautiverio. “Conservando esos corredores biológicos para el jaguar, también estás garantizando la permanencia de los bosques que nos otorgan servicios ambientales como generación de agua, oxígeno, donde se está empaquetando el dióxido de carbono”, agregó la bióloga.
Además de las caminatas y la observación en el fototrampeo, existe el Museo del Jaguar.
El Museo del Jaguar es una institución en la que se da testimonio de las acciones que se llevan a cabo para la conservación del jaguar y los felinos que habitan en San Ignacio. En el museo, se pueden ver fotografías, información de los felinos, además de algunas pieles y taxidermia donado por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
También cuentan con programas educativos, según el nivel académico, en los que se realizan diferentes actividades en torno a la conservación y aprendizaje acerca del jaguar. Y cada 30 de marzo, para festejar el aniversario del museo, se
realizan ferias, bailes y otras actividades en torno al jaguar. Esto es organizado por los habitantes de las comunidades, y con participación de ellos mismos en conjunto a los investigadores.
Otra aportación que tiene el Corredor Biológico del Jaguar, es en la investigación y en el desarrollo académico.
En cuanto a la investigación y el ámbito académico, el Corredor del Jaguar, permite a los alumnos e investigadores
tener un área para llevar a cabo proyectos en cuanto a conservación y observación, no solamente del jaguar, sino de todas las especies que habitan la región.
En las selvas secas de Sinaloa hay alrededor de 210 jaguares, según el Censo del Jaguar (Cenjaguar) realizado en 2010 por investigadores del Grupo de Expertos para la Conservación y Manejo Sustentable del Jaguar y otros Felinos Silvestres.
Sin embargo, se realizó un nuevo censo en diciembre del 2014, cuyos resultados se darán a conocer en un mes más.
“Es un esquema de conservación más flexible, más amigable, más humano, que integras a las comunidades, a las personas, a las autoridades locales en una propuesta de conservación, donde la prioridad ese corredor biológico”, puntualizó Yamel Rubio Rocha.