Un ave sobre dos ruedas: Esteban Arellano, ciclista profesional

Un ave sobre dos ruedas: Esteban Arellano, ciclista profesional

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Rompiendo el aire como el pájaro guía en la parvada, así ganaba todas sus carreras Esteban Arellano Beltrán.

 

Con una carrera de ciclismo profesional de 23 años y con más de 58 años pedaleando, llega en una de sus bicis a un viejo taller que se encuentra por el bulevar Leyva Solano.

 

Este hombre de acero, de espíritu incansable y de fuerza que pareciera interminable, a la edad de 74 años aún recuerda con gloria sus días de ciclismo.

 

Con una colección de recortes de periódicos donde se puede apreciar que todos los titulares resaltaban su virtud como ciclista, algunos decían: Arellano arrolla de nuevo, Otro triunfo más para Arellano.

 

Esteban comenzó a utilizar la bicicleta como medio de transporte, recorría grandes distancias en ella pues así se dirigía a su trabajo. Jamás pensó que podía dedicarse a eso de una manera profesional.

 

“Un día un amigo me dijo que yo podría correr en carreras, que tenía mucha condición, en ese entonces yo iba y venía a Sanalona todos los días en la bicicleta, porque allá trabajaba”, comentaba Esteban.

 

—¿Cuándo obtuvo su primera bicicleta?

Mi primera bicicleta la saque yo en la Maico (una tienda de aquellos tiempos) en 1956, tenía yo 16 años. Me la robaron y saqué otra, una Hércules, y en esa iba y venía a San Ignacio.

 

—¿Entonces empezó a utilizarla como medio de transporte?

—Sí, empecé desde el 57. Me iba a San Ignacio desde Culiacán en bicicleta, hacía como unas ocho horas de camino y de ahí nos íbamos mis tíos y yo hasta San Juan. Me traía una jaba con mis pitayas en mi parrilla de la bicicleta.

 

Esteban ha sido albañil toda su vida, dice que desde los siete años ya andaba metido en eso, la mayoría de los albañiles usaban la bicicleta como medio de transporte y es por eso que él iba y venía a todos lados en ella.

 

Como albañil trabajó en distintos lugares de la ciudad, algunos muy lejanos y a todos ellos se transportaba en su bici, y de esa actividad mantuvo a sus 18 hijos y esposa.

 

—¿Cuál fue su primera carrera?

—Un circuito ahí en el bulevar Madero. En esa carrera siempre había cuatro hermanos que siempre ganaban el uno, dos, tres, cuatro, y un muchacho me dijo ‘vete con esos, no los sueltes’ y en mi primera carrera gané el tercer lugar y en mi segunda carrera ida y vuelta a Costa Rica gané segundo lugar.

 

Así empezó una carrera fructífera que lo llevó a ganar 150 trofeos, además de medallas y diplomas.

 

“En aquellos tiempos los corredores ciclistas lo hacían por pasión, no había premio económico”, dice Esteban.

 

En ese periodo como ciclista profesional llegó a tener hasta 25 bicicletas, ahora sólo tiene 15 porque algunas las vendió.

 

Esteban señala una de ellas, en la que vino pedaleando; “Uy oiga he gastado un dineral, los cambios de ahí atrás valen mil 600, la estrella esa tres mil 600, los pedales mil 600… valen carísimos, pero todas mis bicicletas son mis preferidas”.

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—¿Cómo recibió ese cambio al ver usted que podía participar en esas carreras y ganar?

—Yo pensaba que aquellos que dominaban a todos los corredores y que eran los mismos que en las carreras no me podían soltar yo les ganaba, entonces me empezó a gustar el ciclismo y entonces seguí.

 

Aunque los padres de Esteban no estaban de acuerdo en eso del ciclismo, él continuó.

 

“Mi papá se enojaba mucho cuando yo me iba a las carreras. Mis padres nunca estuvieron de acuerdo en que yo compitiera, ‘por esos monos te va a venir atropellando un carro’, me decía mi madre, refiriéndose a los trofeos que ganaba”, menciona Arellano Beltrán.

 

Esteban ganaba una carrera tras otra. Llegó a ganar seis carreras al hilo y había días en que realizaba tres o cuatro carreras y nunca se cansaba.

 

“Una vez iba haber una carrera en Guamúchil, una contra reloj, les dije a unos compañeros ‘voy a la carrera y al rato los encuentro’. Setenta y cinco kilómetros de Culiacán a Guamúchil, y los 75 kilómetros de regreso, además de los 60 kilómetros que me aventé en la carrera. En total fueron 210 kilómetros en un solo día”, comenta Esteban.

 

—¿En aquellos tiempos había veces en que se llegara a cansar, decir que ya no podía?

—No, nunca. Tenía mucha fuerza. Yo era muy rudo.

 

—¿Tuvo accidentes en las carreras?

—Sí, muchos. Me caía y me levantaba y a ganar. Todo ensangrentado, no importaba. Un día yo andaba echando unas banquetas en el bulevar Leyva Solano, en el 68. Entonces mi patrón que era muy cacique, yo sabía que iba haber un circuito y le dije ‘ya andan calentando, déjame correr ¿Cómo vas correr si has trabajado durísimo? Te voy a dedicar la carrera a ti. Órale pues’, me dijo.

 

“Me fui a poner mi short y el casco. Estaba haciendo un calorón le dije a mi jefe ‘te voy a decir cuando me eches agua’. A las 16 vueltas le dije ¡échame agua!, con un baldesón del número 18 me echó agua, se le soltó, ¡N’ombre me tumbó!, ahí me ve poniendo de nuevo las zapatillas para seguir, los otros ya iban bien adelantados, de repente me les alineo y esa vez gané la carrera con todo y el baldazo.

 

Después de 23 años compitiendo, Esteban se retiró de las carreras en 1984 por problemas en el corazón, le realizaron una operación de corazón abierto y el doctor le prohibió que siguiera en la pedaleada. 

—¿Ha extrañado correr?

 

—¡Sí! ¡Cómo no! tenía un año de haberme operado y ya andaba pedaleando, no en carreras, pero volví a agarrar la bici, aunque el doctor me dijo que no debía hacerlo ya.

 

—¿Y por qué se atrevió a hacerlo? 

—¡Porque me encanta!

 

—¿Cómo ve el ciclismo en la actualidad?

—Ahora hay más ciclismo que antes, corren a veces hasta 600 corredores. Antes nomás corríamos como unos 36, éramos muy pocos. 

—¿Se imagina su vida sin la bicicleta?

—No, uno es más sano, con menos enfermedades cuando usa la bici. Solamente el ir en la bicicleta, llenar los pulmones de oxígeno. Limpiecito va uno.

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