Ramón Morán
De mis contribuciones anteriores destaco la bancarrota del ambientalismo como factor catalizador para facilitar la incorporación del paradigma de la sustentabilidad al desarrollo social y económico. La debacle del paradigma de la educación ambiental como constructo de una nueva y revolucionaria ideología capaz de establecer una relación con la naturaleza y sus ecosistemas desde la perspectiva de una racionalidad ambiental y no económica.
El ambientalismo perdido en el conservacionismo y en la militancia sin rumbo ni teoría, en la fragmentación de su quehacer cotidiano y en el liderazgo caudillista inmediatista, mediático, sin construcción teórica, ni historia, sin base social, ni gestión y cabildeo político, queriendo cambiar el mundo sin transformar la realidad sociopolítica. Se hizo cómplice, a veces sin saberlo, de la ascendente degradación producto inherente del modelo global y su economía que sangra y lacera.
Ante esta bancarrota ¿qué sigue?, ¿cuál es la propuesta, la tarea, pues?
Recuperar la apropiación social de la naturaleza desarticulando la racionalidad económica del modelo capitalista global, por la racionalidad ambiental sustentada en las capacidades de producción ecológica de los ecosistemas, incluyendo la variabilidad ambiental que rige los ciclos y flujos de materia y energía de éstos. Las acciones tienen que conducirse al centro neural del proceso productivo que sustenta esta racionalidad económica, no para destruirlo, sino para transformarlo, como dice Enrique Leff: “No se trata de ponerle un corsé a la gorda economía y de ponerla a dieta de naturaleza para evitar un infarto de obesidad. Se trata de cambiarle el organismo, de pasar de la economía mecanizada y robotizada —de una economía artificial y contra natura—, a generar una economía ecológica y socialmente sustentable”.
Trastocar la raíz y el alma de la racionalidad económica; sanear la relación de producción con la naturaleza, de-construir las relaciones productivas y de poder para construir nuevas relaciones más cercanas con la naturaleza y su dinámica productiva, un nuevo Estado de derecho, para tener una sociedad sana, justa y responsable.
El discurso económico neoliberal utilizando a la sustentabilidad economiza a la naturaleza con los conceptos de capital natural, capital humano, bienes y servicios, con lo que la inserta en el proceso de mercado local y global dándoles un valor económico que le facilita su apropiación y mercadeo. Incluso mandata a través del ambientalismo servil a reproducir este discurso y velar por el mantenimiento de estos principios en apariencia ecológicos.
Así, el mercado se encargará de resolver los impactos que este mismo produce y reproduce; al respecto Enrique Leff dice: “En la perspectiva neoliberal, los problemas ecológicos no surgen como resultado de la acumulación de capital. Al contrario, suponen que al asignar derechos de propiedad y precios a los bienes comunes, las clarividentes (aunque ciegas) leyes del mercado se encargarán de ajustar los desequilibrios ecológicos y las diferencias sociales”.
La experiencia dicta que ni el estado ni el mercado han podido mantener la condición de producción biológica de los ecosistemas que usan en el proceso productivo. La realidad es otra, no hay nada más alejado del conocimiento de la termodinámica de la naturaleza que usamos y de la legislación ambiental actual que quienes sostiene y promueven esta política de mercado global. Encaminarse a transformar el ambientalismo alineado en un ambientalismo comprometido, autocrítico, es dejar de reproducir los modelos impuestos de la conservación estática de la naturaleza, es trascender ese bache de militancia sin rumbo para enfocar el quehacer en la deconstrucción de una economía basada en el valor del mercado global, para iniciar la construcción de medidas de gestión que mandaten una nueva relación con la naturaleza.