Ciudad des-polinizadora

bicis 3

No te detengas catarsis, escucha fuerte el curvilíneo rodar de mi alma. No dejes de sonar tus campanas venidero sendero, la puerta se abre para nuevas aventuras. Altísima vibra de dos ruedas, no dejes de rozar con el sol cotidiano que alumbra tus atardeceres, Derrámate sobre las calles, altanera, no dejes que la rutina traicionera quiebre raíz y corteza de tu presencia.

Eres maleza pura en un jardín sin primavera.  La caricia del viento te estremece para enchinar la adrenalina que poliniza a través de sus abejas las calles. Hay polen para todos, pero no hay jardín para todo el polen. ¿Cómo nace una flor y cómo florece la primavera sin lluvia y sol? O mejor dicho, ¿cómo apagas el diluvio sin plagas y sequías mentales que desdeñan la otredad?

Este poema no es de flores ni jardines, es de vida. La vida que es sagrada y que a cada minuto desvanece como desvanecen los pétalos sin que las catarinas las observen. Como las hormigas que se ocultan en hoyitos de tierra porque temen jugar en el parque y ser pisoteadas. Las personas y la calle parecen estar peleados, y la humanidad se desvanece junto con las flores.

“No existe amor en Sao Paulo” dice una canción de rap, una observación que haría cualquiera viviendo las incongruencias de las ciudades modernas que llenan de vanidad sus bares y antros, y expulsan odio al niño que se expone y molesta desde la esquina del semáforo, en ciudades dizque no tan jodidas.

“No todo lo que brilla es reliquia ni joya”, la miel es ámbar pero pareciera que cualquier jalea viscosa puede pasar por miel de abeja.

El grito de la injusticia se plasma en las calles y nadie parece escucharlo aunque esté por encima de las “run-runs”. Un fantasma cuelga entre Leyva Solano y Manuel Bonilla,  otro más entre la “Dolores” y Corona, y así otros en Obregón, recordando el espíritu del polen.

Pero hay más que solo fantasmas, pues hay otros que en la carretera marchitan y todos parecen olvidarlo. Una epidemia que mata más que enfermedades pero nadie se alarma.

¿Dónde quedaste humano? ¿En qué momento te convertiste en máquina? Deja de ser palo que a la sequía no eres inmune. El aire se ensucia, la tierra se moja de más o se seca y tú ya no pareces tan fértil. Desde hace tiempo que no caminas y olvidaste lo que era estar más de dos cuadras parado… sedentario y holgazán.

Palo pero no de la naturaleza, producto pero no de la madre tierra, pareces cada vez más un muñeco de plástico dentro de cada juguete nuevo más, “nuevos empaques para antiguos intereses” y la rueda gira y el humo escapa. Y se cierra el sendero del parque para abrir un puente más, un pétalo menos.

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