El club de los desahuciados

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El Club de los desahuciados (Dallas Buyers Club/EU/2013) no era una candidata fuerte para ganar como mejor película en los Oscar de este año, pero sí en las de actuación masculina, donde, digamos, fue la triunfadora, al quedarse con la de mejor actor y de reparto.
La situación con respecto al SIDA, actualmente, es muy diferente a la que se habla en la cinta del director Jean-Marc Vallée, pero es innegable su logro en mostrar cómo se vivía con esa enfermedad en la década de los 80 y los esfuerzos de los portadores del VIH, para contar con medicamentos.
Ron Woodroof (Matthew McConaughey) termina inconsciente en un hospital y cuando despierta, los doctores le informan que tiene SIDA, que le queda sólo un mes de vida, y que lo único que puede hacer es tomar un medicamento, que es altamente tóxico.
Es 1986, y el vaquero, mujeriego como ningún otro y drogadicto hasta el cansancio, se resiste a aceptar que está enfermo, porque piensa que sólo les pasa a los homosexuales, y él no es ninguno de ellos, al contrario, es homofóbico.
Cuando sabe que en México un médico está probado una medicina que, si bien no es legal, al parecer hace muy buen efecto en las personas con VIH, no dudará en consumirla, ni perderá la oportunidad de iniciar un negocio y una lucha para que ese remedio sea certificado.
En ese trayecto conocerá a Rayon (Jared Leto), con quien a pesar de ser un travestí y al principio rechazarlo por eso, logrará un fructífero negocio y una incansable lucha, además de una entrañable amistad.
La doctora Eve (Jennifer Garner) será de gran ayuda para Ron, tanto moralmente, como a la hora de proporcionarle información sobre los efectos y la legalidad de los medicamentos.
Aunque Ron podrá adjudicarse varios logros en su lucha, al final del día se dará cuenta que la felicidad no puede ser completa.
El triunfo del filme por sus interpretaciones no es casualidad; el que Matthew McConaughey, ganador del Oscar a mejor actor, haya adelgazado más de 20 kilos no es lo más significativo, aunque es de reconocerse, lo importante es la seguridad con la que se mueve frente a la cámara: nunca titubea a la hora de hablar, renegar, maldecir, pelear y decir lo que siente a quien lo tenga que escuchar; jamás duda en los movimientos que hace y sus expresiones son las precisas para cada momento.
Es muy interesante cómo ese vaquero, macho, homofóbico incapaz de mostrar la más mínima señal de afecto, va cediendo hasta llegar a dar un abrazo sincero, honesto, de amistad, a quien al principio ni si quiera quiso extenderle la mano.
Jared Leto, quien ganó el Oscar por mejor actor de reparto, entrega una excelente interpretación de un travesti, en la que además de lucir muy natural y creíble, logra que el espectador saque a flote diferentes emociones.
En los 80, más allá de sus mitos, no se sabía mucho sobre el SIDA, pero aún en el 2014 hay preguntas sin responder, dudas sobre los medicamentos, rechazo a los enfermos, desinformación y para algunos una cura que se quiere ocultar, porque se acaba un negocio: de ahí lo oportuno y el gran valor de la película. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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