Una de las preguntas que con insistencia se hacen en la calle y, sobre todo, en los corrillos políticos, es hasta dónde el gobernador Rubén Rocha Moya aguantará la presión. La crisis de violencia que se vive en Culiacán y vastas zonas rurales, sobre todo hacia el sur, con saldos que no se pueden calcular siquiera, ha sido incontrolable hasta ahora. Por eso en su reciente visita a la Cámara de Diputados, dijo que “no hay una idea clara” de cuándo terminará la violencia.
Y tiene razón, pero no es el único que piensa eso; no se ve una luz en el túnel y más bien, aunque los grandes encontronazos —“topones” les llaman ellos—han disminuido, la guerra de baja intensidad, levantones, cuerpos arrojados con mensajes y huellas de tortura, asesinatos a domicilio o en persecuciones en las calles y carreteras, carro a carro, narcomensajes, sigue dejando saldos de terror. Solo el viernes se registró una docena de homicidios, además de los levantones cuya cifra no se daba a conocer al momento de escribir estas líneas, y el sábado amaneció igual o peor. Continúan los robos de vehículos —19 el jueves según la fiscalía estatal—, los robos a comercios, los asaltos a mano armada, las extorsiones, el incendio de residencias… el infierno.
En el ejido El Diez las balaceras son casi todos los días sin que nadie haya podido evitarlo, ni intentarlo siquiera según testimonios de Ríodoce. En las zonas altas de Tepuche, San Cayetano y Juntas de San Ignacio, hay cuerpos abandonados que son pasto de los zopilotes porque nadie ha ido a ver qué está pasando allá; hay más de 50 familias desplazadas y nadie, de ninguna área del gobierno, ha hecho nada para auxiliarlas.
Y, a pesar de que las fuerzas federales han asestado golpes a los dos bandos —la aprehensión de Mario Alexander Gámez, el Piyi y la persecución sin éxito de Humberto Figueroa, el Perris, por un lado, y la sospechosa matanza de 19 sicarios de los mayos en el poblado El Doce, por el otro—, su presencia ha sido más bien con el ánimo de contener acciones criminales. Sin éxito, por cierto, si nos atenemos a los hechos y a los números.
Por eso mucha gente piensa que estamos ante un conflicto de largo aliento dada la capacidad que han mostrado los grupos criminales para atacar, replegarse, resistir, volver a la carga… en un juego en el que perdemos todos, ellos y nosotros, todos, la gente de a pie, los empresarios, el partido en el poder.
La oposición, la precaria oposición en Sinaloa, ha encontrado en esta crisis la oportunidad de reanimarse, por lo menos. La solicitud ante el Instituto Estatal Electoral de un proceso de revocación de mandato, tiene ese fin. No sustituir al gobernador bajo la divisa macuspaniana de que “el pueblo pone y el pueblo quita”, porque saben que no les alcanzaría para ello, sino recomponerse después de las derrotas sufridas ante Morena. Tampoco, y lo han reconocido, tratan de acabar con esto el conflicto porque saben que, a estas alturas, ya no depende del gobernador. Pero allí están, picando piedra y es legítimo.
No hay que olvidar que, en gran medida, la crisis política que ahora vive el gobierno estatal tiene que ver con sus propios yerros. El montaje que urdieron sobre el crimen de Héctor Melesio Cuen es uno de ellos y, seguramente el más grave. Ya la FGR ha anunciado acciones contra funcionarios de la fiscalía estatal responsables de la investigación y no hay duda de que caerá más de uno. Loable que algunos de ellos, agentes del ministerio público y de servicios periciales, se defiendan y adviertan que no quieren ser chivos expiatorios porque ellos hicieron lo que tenían que hacer. El problema para ellos es que los dictámenes de la FGR dicen lo contrario. Allí están los informes. Así es que, si quieren salvar el pellejo tienen que decir quién o quiénes condujeron la “investigación”, de quién o quiénes recibieron órdenes, porqué tantas omisiones, quién las ordenó.
Bola y cadena
NO ES MUY DIFÍCIL CONCLUIR que la ex fiscal, Sara Bruna Quiñónez tuvo que ver en el montaje. Por eso le pidieron su renuncia. Si lo hizo libre y voluntariamente, ya se sabrá, pero no es una mujer de iniciativas propias. Está enferma, convalece en un hospital, según nos han dicho. Problemas de salud que ya traía y agravados, seguramente, por este affaire que la arrastró a un pozo para nadie imaginable hasta antes del 25 de julio. Triste para alguien de su capacidad y talante hasta que rindió protesta como fiscal.
Sentido contrario
¿ALGUIEN SE HA PREGUNTADO POR QUÉ Fausto Ernesto Corrales Rodríguez anda como si nada, sigue laborando en la UAS y se presenta a la Torre de Rectoría con dos escoltas, como si no hubiera estado involucrado, al menos como testigo, en el asesinato de Cuen Ojeda? Si él fue parte del montaje que alega la FGR ¿por qué no está detenido y, por el contrario, parece protegido? ¿Se atuvo al criterio de oportunidad, esa figura constitucional que el ministerio público aplica si lo considera conveniente y que significa no ejercer acción penal contra alguien si repara el daño cometido contribuye a una investigación? ¿Qué opinan de esto los pasistas? ¿O los líderes de la UAS, todos siervos de Cuen hasta que lo asesinaron?
Humo negro
SI ALGUIEN PIENSA QUE SUSTITUYENDO al gobernador se va a resolver la crisis de violencia que vive Sinaloa, se equivoca. Los grupos criminales están más allá de los juegos del poder político. Tampoco a él le convendría retirarse “voluntariamente” para abrir cauce a una solución. Cuando el avión se está yendo a pique hay que aferrarse a los controles: soltarlos no es opción.
Artículo publicado el 27 de octubre de 2024 en la edición 1135 del semanario Ríodoce.