Cuando Saori (Sakura Andô), la madre de Minato (Soya Kurokawa) se entera de que algo malo le pasa a su hijo en la escuela, inmediatamente acude a hablar con la directora (Yûko Tanaka), con quien concluye que el profesor Hori (Eita Nagayama) es el culpable de las acciones en perjuicio del niño, incluso, para evitar más problemas, la escuela decide retirarlo de su cargo.
Sin embargo, después de días y al conocer otras versiones de los hechos, los involucrados terminan convencidos de que la situación va más allá de lo ocurrido con el maestro y de que Yori (Hiiragi Hinata), otro estudiante muy amigo de Minato, podría estar implicado en el caso.
El agradable sabor de boca que produce Monstruo (Kaibutsu/Japón/2023), dirigida por Hirokazu Koreeda, no es casualidad ni por cualquier cosa. Primeramente, aunque no es algo nuevo, la narrativa empleada, muy al estilo de Rashomon (1950), de Akira Kurosawa, es muy creativa y atractiva al contar la historia desde varios ángulos, lo cual permite al espectador hacer sus conjeturas de la trama y ofrece a los personajes la oportunidad de ser ubicados en el lugar que les corresponde.
El filme, con una sutil y armónica música bajo la batuta de Ryūichi Sakamoto y una excelentemente compuesta fotografía de Ryûto Kondô, destaca, además, por su hábil guion a cargo de Yuji Sakamoto, que logra un drama ambiguo que incita a prejuiciar, discriminar, criticar y dudar de cualquiera, pero también a entender, apoyar, “ponerse en los zapatos” del otro y llevarlo a la reivindicación.
Un acierto más de la película disponible en MUBI son las actuaciones: Nagayama expresa de manera auténtica su frustración y preocupación por el problema en el que repentinamente lo meten, aunque también es astuto para analizar la situación y llegar a conclusiones que podrían ponerlo a salvo; Andô es muy natural como la madre defensora de su hijo víctima de los supuestos comportamientos inadecuados de un profesor; Tanaka es muy creíble como una directora entregada a su trabajo, aun con sus fuertes conflictos en lo personal.
No obstante, son Kurokawa y Hinata quienes consiguen interpretaciones extraordinarias como esos niños que lo mismo señalan, culpan, mienten, que disfrutan de la vida y experimentan una complicidad capaz de superar cualquier ataque de discriminación. Está de más decir que estos dos pequeños actores logran una empatía impresionante, suficiente para sostener una relación que comienza con la aversión y acaba con una profunda amistad (quizás algo más) sin etiquetas, solidaria y leal.
Aunado a ser contundente en lo entrañable que podría ser una relación entre dos personas, por otro lado, la cinta expone que, al menos en México y Japón (“aquí y en China”), pareciera que los estudiantes, sobre todo del nivel básico, siempre tienen la razón. Por más que el profesor Hori tuviera buenas intenciones, fuera muy dedicado y tratara de involucrarse en aspectos emocionales de sus alumnos (por aquello de la educación integral), sólo bastó que la madre de uno de sus pupilos hiciera un reclamo y se “encontraran” las “evidencias” necesarias, para que acabara sin empleo y con una reputación tachada. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.