Libro de Antonio Lerma, María Luisa Rodríguez Sala y Muro, Sarahí Tirado Osuna e Ignacio de Jesús Gomezgil (2020). Breve reseña
Se le llamó “El Paseo de los Naranjos”, porque era un espacio rodeado por árboles de este cítrico, tanto por las calles Del Recreo (Constitución) y Tacuba (Heriberto Frías), como por la Del Oro (Sixto Osuna) y Del Antiguo Correo (Carnaval).
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La Machado no fue la primera plaza de Mazatlán, antes se creó la Hidalgo (De los Leones), pero sí ha sido un lugar a veces víctima de un olvido criminal del que siempre ha resurgido con un gran esplendor para convertirse en el centro de la festividad y la cultura de Mazatlán.
Machado es el apellido de los filipinos que la crearon y le dieron el nombre: Juan Nepomuceno y Benito Isaac Machado.
En 1915 le cambiaron el nombre de Machado a Plaza Madero, pero los mazatlecos no acataron los protocolos y la renombraron Plazuela Machado. Durante varios años del siglo pasado cayó en el abandono oficial y social, junto con el Teatro Ángela Peralta y el Centro Histórico de la ciudad, pero cobraron nueva vida los tres a finales del mismo siglo.
El honor siempre se le otorgó a Juan Nepomuceno, porque fue quien dio el nombre a la plaza, pero ambos fueron pioneros en el desarrollo económico y social de Mazatlán.
Se ha escrito bastante sobre ellos, pero siempre quedan varias lagunas sobre sus vidas y quehaceres en nuestra ciudad.
El historiador mazatleco Antonio Lerma Garay, junto con María Luisa Rodríguez Sala y Muro, Sarahí Tirado Osuna e Ignacio de Jesús Gomezgil, han dado un salto enorme al ampliar el conocimiento sobre estas personalidades en el libro de 134 páginas con que titulamos el presente escrito.
La presentación de la obra colectiva la hace José Ángel Pescador y distribuyeron su contenido en dos partes:
La primera parte se titula: “El contexto social y político, finales del siglo XVIII a 1847: El Mazatlán de principios del siglo XIX”, a la cual dedican más de 70 páginas para analizar los antecedentes virreinales de Mazatlán, el Mazatlán de las tres primeras décadas del siglo XIX, durante el México Independiente, parte del Estado Interno de Occidente, etcétera, hasta el desarrollo actual de Mazatlán.
La segunda parte la llamaron “Los Afanes de los Machado” en la cual describe los antecedentes familiares de los Machado y sus propias familias, su llegada a Mazatlán, sus descendientes, su actuar en el tráfico marítimo, la minería, el comercio, en los cargos públicos de Juan, su valiosa aportación en ciertos aspectos culturales: iglesia y escuela, especialmente en la escuela.
Los autores recurrieron a una metodología minuciosa, de minero, escarbaron en todo tipo de documento impreso y digital, de archivos locales, nacionales e internacionales. Aun así, lo reconocen, faltan varios datos por clarificar.
El apellido Machado ha sido y sigue siendo muy común, tanto en la zona rural como en la zona urbana del municipio de Mazatlán. Quizá no todos quienes lo llevan lo adquirieron Juan Nepomuceno y de Benito Isaac.
Eso sí, de Juan Nepomuceno Machado sabemos que nació el 26 de julio de 1796 en Manila, Filipinas (a ese gusto por las efemérides se debe la mención del libro) y murió el 28 de noviembre de 1848.
Un 2 de noviembre de 1982, Día de Muertos, visité el Panteón Ángela Peralta de Mazatlán. Me llamó la atención un poema póstumo que grabó su madre en la cripta de Doloritas Machado. Ignoraba todo al respecto y mi experiencia como historiador era nula, pero apunté el poema en mi libreta:
Oh, tu mi bien, que a padecer viniste
a este valle fatal de desventura
y que al tósigo cruel de tu amargura
en tu temprana edad con fe bebiste.
¿Do está tu corazón? ¿a do te fuiste?
llevándote contigo mi ventura
volaste, ¡ay Dios!, a la celeste altura
dejando de una madre el alma triste.
Más si se debe hallar correspondencia
el cruel sufrir que el corazón alcanza
al pensar en tan eterna ausencia
consuela hija querida mi esperanza
diciéndole al Creador en su presencia
que tan sólo en su bondad tenga confianza.
Artículo publicado el 28 de julio de 2024 en la edición 1122 del semanario Ríodoce.