Resiste la tradición de enviar telegramas

EDIFICIO DE TELÉGRAFOS. Una tradición que sobrevive en Culiacán.

La modernidad y las nuevas tecnologías no ha terminado con la añeja costumbre

En la esquina de las calles Rafael Buelna y Juan Carrasco, en el Centro de Culiacán, está el edificio de Telégrafos de Culiacán, un espacio que ha superado los embates del tiempo porque sigue ahí como símbolo de resistencia ante la modernidad.

La que fuera la casa habitacional de la familia Gastélum Izábal, desde hace más de 50 años alberga las oficinas de esta institución que tuvo sus mejores momentos cuando el Internet no se ‘robaba’ la comunicación en el mundo entero.
Justo hace 20 años, las aún suntuosas escaleras del blanco inmueble, lucían llenas; invitaciones, mensajes a familiares, al ser amado, notificaciones sobre estados de salud, defunciones, se difundían por todo el país.

El mensaje se delimitaba a 10 palabras y se usaba por su rapidez, las cartas tardaban en llegar en poco más de tres días.

Rosa Guadalupe Amaral Salazar lo recuerda bien, tres décadas trabajando en este lugar, le han permitido ver cómo la comunicación con los otros ha cambiado.

“Claro que la demanda que teníamos antes era muy grande, porque había pocos medios de comunicación, me refiero a los telegramas más urgentes, la gente venía y mandaba los recados aquí para dar buenas y malas noticias”, cuenta.

“Ahora con el correo electrónico, whatsapp, se manda todo más rápido y por eso se usa poco, pero seguimos mandando telegramas, sobre todo de despachos jurídicos y de gobierno federal”.

Lo que no se ha llevado la modernidad

Antes, la gente de las comunidades, la ciudad, los políticos, enviaban sus textos que de 10 palabras aumentaron a 30.
“Aquí pasaba lleno y no solo por los telegramas, hace algunos años los braceros que venían del norte, recibían aquí sus giros, eso lo hicimos durante algunos años”, recuerda Rosa Guadalupe.

“De repente sí hay gente que manda telegramas pero es muy poca, se usa más que nada como servicio de cobro por las empresas”.

Los equipos que utilizaban también se modernizaron, por ejemplo la clave morse dejó de usarse en 1982. Pasaron a un sistema más moderno.

“Nosotros siempre hemos estado enlazados con Hermosillo, y sí se fue modernizando el sistema, empezamos a tener pantallas hasta llegar a Sigitel”.

La comunicación que no muere

En el edificio histórico del que se cuenta que aún conserva túneles que lo comunican con Catedral, explica que sería en el 2000 cuando el servicio de telegramas fue bajando.

El Internet llegó para diversificar y darle mayor rapidez a la comunicación. Aquellos sistemas que abarcaban toda una sala de las oficinas, se dejaron de lado, de la misma manera el fax que llegó al desuso.

“Todo era un ritual, tenía que tener mucho conocimiento para que no se fuera mal la comunicación, era algo muy bonito, uno daba noticias y se sentía bien o triste cuanto tenían qué ver con la muerte de alguien”.

“Te encariñas con esto, lo haces con mucha responsabilidad, es un trabajo muy noble porque eres el medio para comunicarte con los otros”.

En el interior de las oficinas, Rosa Guadalupe asegura que la comunicación nunca muere y aunque sean poco los telegramas que se envían, seguirán ahí como testigos de muchas historias.

Artículo publicado el 12 de junio de 2022 en la edición 1011 del semanario Ríodoce.

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