Cine: ‘El callejón de las almas perdidas’

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Con la intención de olvidar su pasado y comenzar una nueva vida, Staton (Bradley Cooper) llega a una feria ambulante que anuncia como mayor atracción a un hombre/bestia que se alimenta de gallinas vivas a las que les arranca el cuello de un mordisco. Gracias a Clem (Willem Dafoe), Staton encuentra trabajo en ese complejo de espectáculos, en el que pronto ve la oportunidad de hacer suyo el número de Zeena (Toni Collette) y Pete (David Strathairn), para luego montarlo junto a la joven Molly (Rooney Mara). No obstante, cuando la Doctora Ritter (Cate Blanchett) aparece en su vida, su ambición llega al límite y se ve en la necesidad de buscar otra manera de atraer y encartar al público.

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El mexicano Guillermo del Toro lo hace de nuevo y mucho mejor. Con El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley/EU/2021), expone una historia que se aleja de lo que comúnmente entrega. La fantasía está presente en la cinta que obtuvo cuatro nominaciones a los Oscar de este año (mejor película, diseño de vestuario, fotografía y diseño de producción), como es usual en los proyectos del director, guionista y productor, ganador del premio de la Academia por La forma del agua (2017) y también nominado a esa presea por el Laberinto del fauno (2006), con la diferencia de que ahora se inclina un poco al film noir (cine negro) y es más explícito en sus escenas.

Escrita por Del Toro y Kim Morgan, basados en la novela de William Lindsay Gresham, la historia ya se había llevado a la pantalla grande en 1947, bajo la dirección de Edmund Goulding, con actuaciones de Tyrone Power, Coleen Gray y Helen Walker, y aunque aquella es una versión muy bien realizada, la del año pasado, sin alterar la esencia, añade aspectos que le da un giro distinto a la trama y dejan ver un poco más del origen de los personajes –al menos se sabe algo del pasado de Staton y, quizás, de sus razones para llegar hasta las últimas consecuencias en sus actos; también es más violenta e ilustrativa: se ve cuando la “bestia” muerde un ave viva y brota la sangre, lo cual, en la de hace 75 solo se sugiere.

Un aspecto interesante del filme, que por sus escenarios, por momentos, recuerda a la estupenda El gran pez (2003) de Tim Burton, es la impresionante manera en la que el personaje de Bradley Cooper miente para conseguir sus propósitos: observa, analiza y llega seguro a su objetivo, que, por supuesto consigue, sin ningún problema.

Al respecto, el mismo Del Toro ha dicho que uno de los intereses principales de él y Morgan para escribir la película era el tema de la verdad y la mentira, y el resurgimiento en todo el mundo de una demagogia vacía, llena de promesas, encarnada en políticos, líderes sociales y artistas, por lo que se vive una crisis, casi epistemológica, en ese sentido.

Sin duda alguna, las nominaciones a diseño de producción, vestuario y fotografía son un reconocimiento acertado a la cinta, por su excelente recreación de los años cuarenta, a través de encuadres, ángulos y movimientos de cámara precisos y atractivos. Las actuaciones son igualmente extraordinarias, sobre todo de parte de Collette, Cooper, Blanchett y Dafoe. Véala… bajo su propia responsabilidad como siempre.

Artículo publicado el 13 de febrero de 2022 en la edición 994 del semanario Ríodoce.

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