El calvario de tres estudiantes de la UAIM

TRES ALUMNAS DE LA UAIM. Se emplean como afanadoras y viven un calvario.

Las jóvenes se contrataron como afanadoras y una mujer estadounidense las agredió; hoy está en prisión preventiva

Una mujer estadounidense ingresó al penal del ejido Felipe Ángeles como medida cautelar de prisión preventiva en un caso de agresión a tres estudiantes de la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM) y cuya vinculación a proceso se definirá esta semana.

El caso quedó consignado en la causa 42/2022 que se inició este viernes en la sede regional de Justicia Penal Acusatoria y Oral por los cargos de robo agravado con violencia, amenazas, lesiones y privación de la libertad personal en agravio de las hermanas Cecilia, Isabel y Alicia “M”, estudiantes de la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM).

La mujer que ingresó a la prisión preventiva fue Judith Concepción R.F., mayor de edad, residente de Arizona, Estados Unidos y miembro de una familia acaudalada de Los Mochis.

Ella recibió la notificación de la prisión preventiva oficiosa a las 15:00 horas de este viernes, luego que el juez de control y enjuiciamiento decidiera sobre la medida cautelar solicitada por la Fiscalía General de Justicia del Estado y de la que la defensa consideró extrema, excesiva, lesiva y agresiva porque es utilizada como una sanción penal anticipada en la que no se respeta el derecho de presunción de inocencia en un caso en donde sólo se ha escuchado la versión de la autoridad, y no la de la imputada.

La defensa de Judith Concepción R.F. logró que el juez le dictara la duplicidad del término constitucional, por lo que el miércoles continuará la audiencia inicial en la que se resolverá la vinculación o no a proceso, habiéndose reservado el derecho a declarar.

Ella había llegado a ese momento después de dilatarlo cambiando de abogados defensores en cinco ocasiones.
Pero el viernes llegó puntual a las 11:30 horas, la auxiliar de sala llamó a las partes a la audiencia. Más de tres horas después, ella bebió un sorbo de agua. Se reacomodó en el asiento de acusados, entrecerró los ojos y los abrió de sopetón cuando el juez de control resolvió la prisión preventiva.

Concluía la audiencia, una mujer de la policía procesal le pidió – ¡Mija, acompáñame!

Ella quiso oponer resistencia e intentó frenar la maniobra, hablando al oído a su abogado, pero la policía la tomó del brazo y le pidió con un “¡Por favor!” Seguirla. Mientras una segunda policía ya iba en el auxilio de la primera. Judith Concepción se perdió tras una puerta.

En la parte del público, las tres hermanas estaban impávidas. Cuando escucharon el veredicto del juez no tuvieron ninguna reacción, ni gozo ni tristeza.

Cuando se desalojó la sala, ellas caminaron junto a su abogado. El proceso había comenzado.

Las tres hermanas habían llegado a la ciudad desde Veracruz para estudiar en la UAIM, puesto que lograron una beca.
Para sufragar sus gastos personales, consiguieron trabajo como empleadas domésticas de medio tiempo en domicilios de familias de abolengo.

Su estancia se había desarrollado sin problemas, hasta que en la vida de Cecilia se apareció Judith Concepción R.F.
Ella había atestiguado constantes agresiones a la anciana madre de su empleadora, pero no tomaba parte.

De acuerdo con los hechos imputados, estos sucedieron en tres momentos el 11 de julio del 2021, en una casa sobre el bulevar Antonio Rosales, en donde años atrás ocurrió una tragedia que conmocionó a Los Mochis.

Cecilia, cargó el ministerio público, realizaba labores propias de aseo, cuando Judith Concepción apareció. Tiró muebles y enceres domésticos por doquier, agredió a su madre y la remató con la afanadora, a quien recriminó haber atestiguado la escena.

La culpó de haber perdido un control remoto del aire acondicionado, y lanzó cuanto objeto tuvo a su alcance. Para impedirle pedir auxilio, la encerró en la casa y le despojó el celular. En un descuido, Cecilia escapó.

Pero la mujer no se calmó. Abordó un auto de la familia y se dirigió a la casa en donde trabajaba una hermana de su empleada. La obligó a que la condujera a la vivienda que las tres hermanas rentaban. En el camino le amenazó con meterla a la cárcel porque “la policía y el fiscal hacían lo que ella decía”, y que en Sinaloa, las “mujeres como ustedes aparecían llenas de moscas”. Durante el trayecto, le quitó el celular.

Una vez en la casa de las hermanas, la allanó, las encaró a todas. Las agredió y las encerró en su propia casa, y a dos intentó matarlas con un cuchillo y con una pistola, a una perforándole el vientre con la hoja de acero y a la otra disparándole en la cabeza.

En un descuido de la mujer, las tres hermanas escaparon.

La noche la pasaron en un parque, hasta que pudieron regresar con la ayuda de un vecino. Él les dijo que por la mañana, una mujer había entrado a la casa, y se había ido dejando la puerta abierta.

Desde entonces, ellas se mudaron.

Hoy, ellas están libres, y una de sus empleadoras, durmiendo en la prisión de Felipe Ángeles.

Artículo publicado el 06 de febrero de 2022 en la edición 993 del semanario Ríodoce.

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