Siembra de enervantes: una actividad de subsistencia

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Para los habitantes serranos de Sinaloa, la siembra de enervantes es considerada una actividad cotidiana. Una economía de subsistencia en la que se aplican prácticas aprendidas de forma tradicional por ser un trabajo de la tierra.
Desde esta perspectiva, el investigador Juan Antonio Fernández, consideró que este oficio trasciende por generaciones. Quizá sea esta la razón por la que los pobladores serranos tienden a “naturalizar” el oficio.
La concepción de la siembra de enervantes, como un acto fuera de la ley, recordó que apareció con las campañas de erradicación de cultivos por parte del Ejército, desde los 40 cuarenta, hasta finales de los 70, con la Operación Cóndor, incluso en tiempos más recientes con la llamada Guerra contra el narcotráfico.
“Estamos hablando de un proceso natural, cuyo proceso de socialización se lleva a cabo a través de redes de parentesco, vecinales y comerciales, en las que pertenecer a una misma familia o tener vínculos sanguíneos”, consideró.

“También ser vecino de los poblados donde se concentraba la siembra de enervantes, ha permitido establecer formas de asociación que posibilitaron la actividad de la producción, trasiego, y tráfico de enervantes”, consideró.
El narcotráfico, añadió que ha acentuado la pobreza, marginación y desigualdad en las poblaciones rurales. El involucramiento de sus habitantes, en la siembra y cosecha de enervantes, ocurre a temprana edad, esto como una actividad que le permite llevar sustento a sus bolsillos.

A la sombra de ‘gobierno’
La vida ilícita como parte de la costumbre, la percepción de que el dinero ‘rápido’, que deja la droga contribuyó a mejorar la condición económica, la corrupción en las corporaciones policiacas, ha provocado la aceptación de que en estos territorios puede convivir dos jurisprudencias: la convencional y la formal.
“El narcotráfico en los altos de la sierra fue una actividad que transitó por diferentes facetas desde los años 40 hasta los 70, desde la marginalidad a la normalización e institucionalización”, añadió Fernández.
“Esto dio como resultado un proceso de fijación de pautas de conducta repetitivas que determinan las formas de relación, significados, códigos y normas de los individuos en colectividad, en otras palabras, se convirtió en un oficio cotidiano”.
Los alteños, consideró, siempre han estado ligados a su espacio natural y geográfico, haciendo de la agricultura una actividad económica, de ahí que sembrar enervantes fue natural, a pesar de las normas que jurídicas que lo marcan como ilícito.

Recoger sus voces
Resultado de la investigación El narcotráfico en los altos de Sinaloa (1940-1970), publicada como libro, mencionó que desde hace algunos recogió las voces de intermediarios, procesadores y en el último eslabón de la cadena, los cultivadores de enervantes, para quienes este oficio representa una economía de subsistencia.
Ahí muestra además cómo los pobladores serranos encontraran en la siembra de amapola y mariguana, una actividad económica de subsistencia y de pujanza económica, ante la desatención de las políticas gubernamentales.
El investigador de la Universidad Autónoma Indígena de México, consideró que es importante analizar el tema, desde las bases sociales, más allá de la imagen que construyen los medios de comunicación a través de la prensa, series de televisión y demás formas de difusión masiva, en las cuales se proyecta el narcotráfico como símbolo de éxito, ostentación y riqueza.
“Sabemos que la realidad es distinta. De ahí surgió mi interés por analizar las redes del narcotráfico sinaloense desde una perspectiva histórica, realizada principalmente con entrevistas, archivos judiciales, periódicos de la época y bibliografía especializada en el tema”.

Artículo publicado el 05 de septiembre de 2021 en la edición 971 del semanario Ríodoce

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