Sinaloa y las traiciones en el PRI

Sinaloa y las traiciones en el PRI

¿Es verdad que el PRI, como dicen sus dirigentes estatales, debe asumirse por fin como partido de oposición? Ojalá fuera así. Las oposiciones contribuyen siempre al equilibrio en el ejercicio del poder. Por eso se fueron fortaleciendo a través de las décadas a nivel nacional y, en Sinaloa, a partir de los ochentas.

El problema es que el dicho parece más bien una fachada, parte de la nueva retórica priista, si vemos, cuando apenas empiezan los malestares de la cruda electoral, una fractura en lo que piensan y hacen las dirigencias priistas nacional y estatal. Es obvio que hay un rompimiento del Comité Directivo Estatal del PRI con el Comité Ejecutivo Nacional y la manzana de la discordia no es tanto el resultado electoral, sino cómo se consiguió: mientras el CEN del PRI y Mario Zamora deciden impugnar la elección por “sucia e irregular”, según dijo el propio dirigente nacional, Alejandro Moreno, la dirigencia estatal, en voz de su presidenta interina, Cinthia Valenzuela, dijo que hay que darle vuelta a la página porque hay una nueva realidad a partir del 7 de junio.

Y la verdad es que sí la hay. El tema es hacia dónde van los actores políticos y cómo se van a acomodar. Y lo que se aprecia es esta discordia no es tanto que el PRI se esté a asumiendo como un verdadero partido de oposición sino, al contrario, su actitud se asemeja a lo peor del partido verde, o al PT y a aquellos partidos satélites en los tiempos del dinosáurico PRI, cuyo interés era solo estar orbitando en torno al poder presidencial. Mario Zamora ha decidido salirse de esa órbita, mientras que la dirigencia estatal –no la militancia ni los cuadros medios del partido—opta por sumarse abyectamente a la nueva mayoría para tener privilegios. Detrás de ello –no sobra decirlo—está el gobernador Quirino Ordaz Coppel, porque es el líder natural del partido en Sinaloa. Y no se toma una decisión sin consultarlo, cuando no es que él mismo ordena qué hacer y qué no.

Así que, este deslinde del PRI estatal respecto a la impugnación de Mario Zamora, debe inscribirse también en el marco de los intereses y compromisos del gobernador con el presidente Andrés Manuel López Obrador y con el propio gobernador electo, Rubén Rocha Moya. Con ello, Quirino Ordaz está protegiendo su espalda porque no habrá, desde su partido, quién lo haga por él una vez que deje el poder.

Estamos hablando de una especie de rendición, pero de una rendición que empezó a expresarse casi desde el arranque de la campaña, por allá la segunda semana de abril cuando el gobernador, presionado desde el mismo palacio nacional, soltó la mano de su candidato y le dijo haz lo que puedas, yo ya no me meto.

La pregunta es qué va a pasar con los priistas de cepa, con los líderes de colonias, con el sector campesino, tan fuerte siempre en este partido; con los cuadros medios, con los jóvenes y las mujeres que siguen creyendo en su partido. Qué les van a decir, adónde los van a invitar. Porque es muy evidente que el PRI no será opositor sino un aliado de Morena. Y los beneficiarios de esta alianza serán quienes se mantengan en la cúpula partidista, no los cuadros medios, que estarán a la espera de que les caiga una migaja al piso para recogerla, y muchos menos las bases del partido, que irán de un lado a otro, como ha sido siempre en el PRI… (Me ahorro el epíteto).

Lo ominoso de este cuadro es que todo ocurre cuando todavía no se borran los moretones –menos los traumas– de las centenas de operadoras y operadores priistas que fueron privados de su libertad antes y durante el domingo 6 de junio, para evitar que sus bases acudieran a votar. Y mientras algunos de ellos siguen en su autoexilio temiendo por su vida, como José Alberto Salas Beltrán, secuestrado y retenido casi tres días por grupos armados. Aquí y en China eso se llama traición, infidelidad, perfidia y, en términos caseros, no tener madre. Decir “hay que darle vuelta a la página” después de que les secuestraron a cientos de sus operadores es, por lo menos, infame.

Bola y cadena
Y NO LO HACEN POR MIEDO –eso se comprendería–, sino por conveniencia, lo cual es despreciable. Eso mismo ocurrirá en otros estados donde el PRI quedó en escombros, y las mismas actitudes se reflejarán en la cámara baja, donde diputados de este partido venderán sus votos a Morena cada vez que este partido los ocupe para aprobar sus iniciativas y reformas. El PRI pasó, de la balcanización una vez que perdió la presidencia de la república –lo mismo pasó durante los doce años de dominio panista–, a su pulverización. Hay, en ellos, una orfandad descomunal, en la que hasta las siglas del partido han entrado a discusión.

Sentido contrario
LA JUEZA SARA QUIÑÓNEZ RESOLVIÓ suspender el juicio que se llevaba contra Armando Villarreal, ex secretario de Administración y Finanzas durante el gobierno de Mario López Valdez. Y esto porque el gobierno estatal retiró los cargos y la fiscalía estatal (independiente) y la vicefiscalía anticorrupción se hicieron patos, de tal forma que la jueza tuvo que sobreseer algunos cargos, los más penados y luego suspender el juicio. Volaron 263 millones del erario cuyo destino nunca se conoció. ¿Hay alguna instancia que llame a cuentas tanto a Villarreal como a sus cómplices de la actual administración?

Humo negro
EL PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR perdió la guerra contra el crimen organizado sin siquiera levantar las manos. Otros la perdieron también pero la dieron y aquí los fustigamos –por aquello de que piensen que defiendo jodidos. Nunca tuvo una estrategia contra el narco y más bien le apostó a no meterse con ellos, pensando que no se meterían con él ni con la sociedad. No entendió el problema. Nunca lo entendió. No era de escoger entre la paz y la guerra. Esa dicotomía no aplica aquí. Lástima: cuánta esperanza despertó.

Columna publicada el 27 de junio de 2021 en la edición 961 del semanario Ríodoce.

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