Ningún debate define una elección a menos que los números que reflejan las preferencias de los electores estén muy cerrados. Los debates pudieron influir en la elección presidencial del 2000, por ejemplo, cuando Vicente Fox alcanzó y luego superó al sinaloense, Francisco Labastida. En las elecciones de 2018, los debates no tuvieron mayor trascendencia y podría decirse que Andrés Manuel López Obrador los perdió todos, salvo por aquel “riqui, riquín canallín” que le espetó al panista Ricardo Anaya. Pero AMLO arrasó en la elección y ahora es el presidente de la república.

El debate por la gubernatura realizado el jueves pasado me recordó a los presidenciales de 2018 hasta por la actitud nerviosa de Rubén Rocha Moya, a pesar de ser un tribuno de toda la vida: líder estudiantil, rector de la UAS, dos veces candidato a gobernador y senador. Se supone que tiene las tablas para plantarse en un escenario como el del jueves y mostrar más carácter. Tal vez prefirió concentrarse en las propuestas antes de responder los ataques, pero ni siquiera en este rubro logró hilvanar un discurso que atrajera nuevos simpatizantes, pues de eso se trata en los debates, de exponer planes, ideas y que los electores tengan elementos para tomar una decisión reflexionada a la hora de votar.

Esto no significa que Rocha Moya haya perdido puntos, pero si vas a un debate es para lucirte ante la audiencia, para confrontar tus puntos de vista y demostrar que lo que propones es mejor que lo que traen los otros; que eres la mejor opción y convencer de ello a los indecisos o a los que están pensando darle el voto a otros.

La pelea en Sinaloa es de dos, salvo por estos eventos en los que los candidatos con menos suerte en las encuestas tienen la oportunidad de ponerse al tú por tú frente a los otros. Lo vimos el jueves. Una candidata de Redes Sociales Progresistas atacando a Mario Zamora y a Rubén Rocha con una elocuencia que ya hubieran querido tener estos en sus intervenciones. Y a un Ricardo Arnulfo Mendoza que, sin leer una nota, lanzó ataques a uno y a otro, acusándolos de ser y representar lo mismo, partes de alianzas “perversas”, como les llamó a las coaliciones que los registraron. Fueron minutos de gloria para ambos, pero decir que eso va a modificar sustancialmente su posición en la tabla de las preferencias electorales, sería un exceso.

La contienda se seguirá concentrando en Mario Zamora y Rubén Rocha, por más que otros candidatos afirmen que cuentan con el voto de los deudores de las tiendas Coppel, los cuales deben ser cientos de miles. Aparte de que tienen estructuras electorales sólidas, uno y otro se adelantaron en la carrera y en un tramo tan corto no es probable que la fotografía cambie sustancialmente. Mario Zamora, abajo siempre hasta en sus propias encuestas, perdió la oportunidad que le ofreció el primer debate para sobreponerse a la delantera que le tomó Rocha Moya, seguramente porque no tenía elementos para hacerlo. Eso de que el chofer de Rocha compró una camioneta Tahoe 2021 de contado fue tal vez el dato más contundente que ofreció para golpearlo pero igual pasó desapercibido en las crónicas. No fue un debate de alto impacto para nadie y lo más probable es que las tendencias que se observaban antes del evento se mantengan igual.

De la misma forma que lo planeó AMLO en 2018, Rocha trató de no responder a los ataques que sabía muy bien le vendrían de sus contendientes, por la razón de que va arriba en las encuestas; era lógico esperar que se concentrarían en golpearlo pues es el enemigo a vencer. Tomás Saucedo no lo hizo por razones obvias, trabaja en la UAS, tiene un programa de radio en la casa rosalina y muchos años gozando de los beneficios de una buena relación con Melesio Cuen, quien fue, después de Rocha, el personaje más mencionado y golpeado en el debate.

Rubén Rocha lució tan distraído en el debate que terminó defendiendo a Melesio Cuen de los ataques sin ninguna necesidad porque Cuen Ojeda no está compitiendo; es su sombra en la campaña porque él lo ha decidido así y por los compromisos adquiridos y que no conocemos los mortales, menos ante quién o quiénes los pactaron.

Bola y cadena
MARIO ZAMORA, POR SU PARTE, se vio acartonado cuando terminaba sus intervenciones con frases hechas como “palabra de sinaloense” o “llegó la hora con Zamora”, pero sin sustancia; repitió lo que ha venido diciendo en su campaña de que conseguirá créditos para todos sin explicar cuál sería el costo para las arcas del estado, que al final terminamos pagando todos. No aprovechó la oportunidad del debate para descarrilar la campaña del ex rector como sus huestes hubieran deseado y si no lo hizo ahora, ya es muy improbable que lo haga en las cinco semanas que le quedan a la campaña, un tiempo muy corto para remontar.

Sentido contrario
UN DÍA ANTES, EN UN HOTEL DE LA CIUDAD donde Carlos Loret de Mola entrevistó a los dos para su programa en Latinus, Rocha y Zamora se despidieron hablando de los ataques anónimos que recibió la esposa del candidato mochitense y ante los cuales interpuso una denuncia penal en la fiscalía estatal. Rocha le dijo, enfrente de Loret, que no tenía nada que ver con esos ataques y Mario le respondió que no, pero sí “el que traes por un lado”, refiriéndose, evidentemente, a Melesio Cuen. Y que esperaba que la fiscalía hiciera bien su trabajo, advirtiendo que también presentaría la denuncia a nivel federal.

Humo negro
EN LA ENTREVISTA CON LORET, por cierto, Rocha dijo que había que coordinarse con los narcos, que hay que explorar nuevas vías para enfrentar el problema y que no tendría una negativa desde ahora para negociar con el Mayo Zambada y con los hijos del Chapo Guzmán. ¿Hacia dónde camina el proyecto de Rocha?