La reforma fiscal que viene

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Sabemos que tendremos reforma fiscal en 2021 y que esta vendrá después de las elecciones, en el segundo semestre. Todo lo demás son ideas que están en el aire y dependerán del resultado electoral. ¿Vendrá un impuesto a las grandes fortunas? ¿Se mantendrá el IVA, tal y como está ahora? ¿Tendremos un impuesto a las herencias? ¿Habrá algún intento por incorporar las actividades que ahora están en la informalidad?

La reforma fiscal vendrá porque los ingresos del gobierno no alcanzan. Se espera de los tres niveles de Gobierno que mejoren la calidad de los servicios públicos y, además, que ofrezca respuestas a las nuevas realidades, como el envejecimiento de la población. Desde el punto de vista de los ingresos públicos, lo más importante es que ya no contamos con Pemex, de la manera en que antes contábamos con ella.

Hace 10 años, la petrolera aportaba casi 40 por ciento del presupuesto federal. Ahora es alrededor de 12 por ciento y va a la baja. Entre ventas de petróleo e impuestos que paga fueron casi 606 mil millones de pesos en 2020. Es muchísimo dinero, pero no alcanza para compensar a todos los que no pagan impuestos ni tampoco para resanar los agujeros que deja nuestro modelo fiscal.

Hablando de boquetes, México es uno de los países que peor cobra el impuesto predial. Este corresponde a los gobiernos locales y aporta menos del 1 por ciento de los ingresos fiscales. Otros países como Uruguay y Chile recaudan cuatro veces más que México por este gravamen que se enfoca en las propiedades. Por encima de nuestro país en recaudación de este impuesto están incluso Bolivia y Nicaragua.

Ocuparse del predial en el contexto de una reforma fiscal necesaria tiene que ver con colocar en la mesa de las soluciones a los gobiernos locales. Alcaldes y gobernadores quieren tener más voz en el tema. La merecen, pero se espera de ellos que además de exigir más recursos, ofrezcan ideas y se esfuercen para crecer el pastel fiscal. La Ley de Coordinación Fiscal, que data de los tiempos de López Portillo, dejó a los gobiernos locales en un rol de menores de edad para los asuntos fiscales. Sirvió para tener disciplina política y “gobernabilidad”, pero no generó incentivos para tener un sistema tributario más eficiente, donde todos tuvieran derechos y obligaciones. La pandemia ha dejado claro que necesitamos más recursos para fortalecer el sistema de salud y para proteger a grupos vulnerables.

¿Cómo obtener mayores ingresos? AMLO se comprometió a no crear nuevos impuestos y a no incrementar los existentes, en la primera mitad del sexenio. Lo cumplió. Por el momento, hemos visto un esfuerzo del SAT para mejorar la cobranza y una nueva actitud que se sintetiza en una frase del Procurador Fiscal, Carlos Romero: “en México se había perdido el miedo a la autoridad fiscal, hemos trabajado para revertir esto”.

México no está solo en su afán de encontrar un nuevo modelo tributario. En casi todo el mundo se está discutiendo el tema y podríamos aprender mucho de lo que está pasando en otros lados. La economía digital no tiene un régimen fiscal específico, a pesar de su importancia creciente y el tamaño de las disrupciones que ha generado. Estados Unidos no parece dispuesto a dejar que otros países cobren gravámenes a las GAFAS (Google, Apple, Facebook, Apple y compañía).

El año pasado algunos países aprobaron impuestos a las grandes fortunas. Es el caso de Argentina y Colombia. Se trata de contribuciones por una vez y que se enfocan en patrimonios superiores al millón de dólares. Son muy eficaces como símbolos en sociedades con gran desigualdad, pero no alcanzan para resolver el problema de ingresos del Gobierno.

Desde hace años se ha argumentado en favor de revisar el IVA. Es uno de los impuestos más fáciles de cobrar y lo pagan hasta los informales. La polémica está en torno al cobro de este gravamen en alimentos y medicinas. Se ve difícil que transite porque nadie quiere pagar el costo político y por la dificultad de garantizar que no se afecte la población de menores ingresos.

En el segundo semestre tendremos el campeonato de propuestas y el resultado dependerá de la composición del Congreso. Una buena política tributaria debe ser eficaz, justa y servir para sentar las bases del tipo de sociedad que queremos ser. Tenemos el reto de reducir la desigualdad, sin inhibir la creación de riqueza lícita. ¿Podríamos tasar los males y no sólo los bienes? ¿Estamos listos para cobrar impuestos a los que más contaminan, como se está haciendo en los países más desarrollados de Europa?

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Artículo publicado el 11 de abril de 2021 en la edición 950 del semanario Ríodoce.

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