Muere en el IMSS después de 27 días de cama; su familia acusa negligencia

PACIENTE EN EL IMSS. Viaje sin retorno.

Con 71 años a cuestas, Ricardo Ríos falleció a causa del COVID-19. Dejó atrás su negocio de venta de tacos de camarón en la colonia Villas del Río y a su familia. Su muerte significó el reclamo de su viuda e hijas por presunta negligencia en el hospital General Regional número 1 del IMSS, el más golpeado por la pandemia en casi un año de emergencia sanitaria.

Según su certificado de defunción las causas de su muerte fueron insuficiencia respiratoria aguda, neumonía viral y sospecha de SARS-CoV-2. El documento fue redactado durante las primeras horas del 10 de febrero.

A Ricardo lo internaron el 14 de enero. Después de ocho días de convalecer con la enfermedad ingresó al HGR1 al área de COVID y durante 27 días permaneció hospitalizado. Su familia acusa que hubo negligencia en su tratamiento.

“Durante la primer semana los informes médicos no eran claros, un día mi papá estaba bien de salud, al día siguiente con otro doctor mencionaba que no era cierto, que estaba grave”, explica Mariana, hija de Ricardo.

Debido a la mala comunicación con personal médico, María, viuda de Ricardo y quien se encargó de darle seguimiento a los últimos días de quien fuera su pareja durante 40 años de matrimonio logró meter un celular para comunicarse con su esposo.

“Otros días se equivocaban de paciente y por la misma incertidumbre de no tener una información clara conseguimos meter un celular y así podernos comunicar con él”, añade Mariana.

Una vez en comunicación Mariana explica las denuncias que su padre hacía, al grado de pedir durante la noche del martes 9 de febrero que lo sacaran de ese lugar. Pero 24 horas más tarde falleció.

“Recibimos la llamada de mi papá, decía que no se sentía bien, que habían dejado de atenderlo. En esos mismos días el doctor tratante mencionó que los doctores de los otros turnos estaban experimentando con él y desde ahí empezamos a presionar por el cambio de piso”, explica Mariana.

Sin embargo el tratamiento de la enfermedad sigue siendo un reto para personal médico. Es experimentar diario con cada paciente. Desde el cómo alimentarlos o darles de beber a la medicación y los cuidados generales.

A la fecha no existe un tratamiento específico para los pacientes excepto la dextametasona en casos que requieren oxigenación artificial. Además, parte de los protocolos de atención está el prohibir el ingreso a las áreas de atención de todo aparato externo al mismo debido por medidas de higiene sobre todo.

Pero eso es lo de menos para las familias que afuera del HGR1 se remolinan a la espera de noticias de sus enfermos. Tan solo durante enero de este año en Culiacán se han ingresado a 3 mil 235 pacientes a alguno de los hospitales que tratan la enfermedad.

Y el caso del HGR1 del IMSS es el de mayor demanda en el estado, incluso. Los trabajadores ahí dentro trabajan jornadas extenuantes ante una enfermedad desconocida con pacientes que en su mayoría acudió con cuadros graves.

“No todos los médicos son buenos y que a lo mejor se haya hecho algo malo con él (Ricardo) pero no ha sido algo intencional o algo como que no quisimos pasar a verlo, porque no hubo un solo día para ponerle notas o actualizarlo”, explica un enfermero del HGR1.

“Es la única prueba que nosotros tenemos de nuestro trabajo, las notas, y eso de que experimentan con ellos pues realmente eso es porque nada sirve, si me preguntas los niveles de evidencia que hay los únicos que salen más altos son el oxígeno y la dextametasona si el paciente requirió oxígeno en algún momento”, añade el enfermero.

“Entonces todos los pacientes de piso tienen esos dos medicamentos y además con otros con un nivel de evidencia medio pero con uno de acuerdo con tratamientos básicos que cumplen ciertos criterios y todos son carísimos”, añade.

Sin embargo la familia de Ricardo insiste en que le dejaron de atender como es debido.

“En plática con familiares de pacientes que también estaban internados y que estaban en el mismo cuarto con él, nos comentaban que efectivamente habían dejado de atenderlo”, señala Mariana.

“Simplemente lo ignoraban y entre los otros vecinos de cama le gritaban a las enfermeras para que vinieran a ayudarlo. Para eso yo ya había conseguido el dato de enfermeros dentro del área para que me pasaran informe del estado de mi papá, y cuál es la sorpresa en donde uno me menciona que mi papá estaba muy bien y muy platicador, siendo que acabábamos de tener una llamada con él y él no podía ni hablar por la falta de oxígeno y energía”, añade.

Después de eso María, viuda de Ricardo, logra ingresar al hospital prácticamente de “contrabando” pudiendo constatar que las condiciones en que su esposo estaba no eran las mejores.

“Fue ahí en donde todo lo que decía mi papá cobró sentido, todo fue cierto: la comida que se le había llevado, los sueros, aguas, pañales, medicamentos, no le habían dado nada, se los tenían a un lado de él, alejados, sin que pudiera agarrar sin siquiera una manzana o tomar suero”.

Las camas para los pacientes de coronavirus no son como las convencionales de hospital que tienen una mesa movible sino que esta se encuentra a un costado y es de acero inoxidable, y es ahí donde se colocan diversas cosas para su atención. Lo malo es que muchos pacientes no logran alcanzar además de la escasez del mismo personal.

La institución emitió un posicionamiento respecto al deceso de Ricardo en donde concluye que “lamenta el fallecimiento del paciente y refrenda su compromiso de protección y seguridad para brindar atención de calidad y calidez en todos sus servicios”.
Pero Ricardo perdió la batalla. Más allá del tratamiento o la presunta negligencia el resultado es la pérdida de una vida de las más de mil 600 que han ocurrido en Culiacán. Y su familia lo que busca es dar a conocer el caso para que nada se repita. La pandemia aun no termina.

Artículo publicado el 21 de febrero de 2021 en la edición 943 del semanario Ríodoce.

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