¿Eres autoritario o demócrata?

MIRARSE AL ESPEJO. Un ejercicio necesario.

El demócrata delibera con los demás y considera que escucharles no es un trámite engorroso a soportar sino una profunda necesidad social de esforzarse en comprender las razones del otro.

Para el demócrata, el poder es lo que se produce entre personas cuando una es persuadida por la otra. Así es como se establece una comunidad política y de dónde deriva su legitimidad.

Para el demócrata, el poder surge cada vez que las personas se reúnen y actúan en concierto.

El demócrata ejerce un poder cuya fuente es la persuasión.

Para el autoritario el poder es algo que una persona o grupo ejerce para dominar o controlar a otro. Se justifica diciendo que así es la vida y que él es realista.

El autoritario cava trincheras para separar a la sociedad entre un “nosotros” y un “ellos”, concibiendo al otro como el mal absoluto con el que no se debe ni hablar.

El autoritario entiende la democracia como un combate entre grupos incompatibles y como un método que solo sirve para determinar quién domina a quién tras la victoria correspondiente.

El autoritario considera que cualquier acuerdo con el otro es una traición a la única verdad de la que se considera portador y a la que se consagra.

El autoritario describe a los partidarios de otras posiciones como tribus enemigas a las que demonizar y, si es posible, exterminar.

Para el autoritario cualquier límite institucional a su poder representa un obstáculo a vencer.

El autoritario usa las peores clasificaciones y hace los más graves juicios del adversario político y sus intenciones sin contraste alguno con la realidad, simplemente porque eso le ayuda a no tener que argumentar.

El autoritario ha hecho de sus opiniones una parte de su identidad.

El autoritario no puede cambiar su opinión porque piensa que así deja de ser quien es, de ocupar su posición en la vida y en el mundo y, por eso, aborrece las opiniones diferentes, no quiere escucharlas ni ponerlas a prueba.

Para el autoritario es insoportable dudar de lo que piensa porque eso le significa dudar de lo que es porque, insisto, ha hecho de su opinión, una identidad.

El autoritario no piensa algo, es ese algo. Contra eso no funciona ni la información ni la educación.

El autoritario se irrita cuando se informa algo que contradice lo que él piensa aunque sea verdad.

El demócrata nunca sube el tono de la pelea porque no pretende que el otro se retire ni que se discipline.

El demócrata encauza los conflictos observando las reglas del pluralismo, la mayoría y el respeto a la minoría y a los derechos y libertades.

Para el demócrata, las razones y necesidades del otro es necesario atenderlas hasta donde sea posible, en el marco del legítimo pluralismo que justifica que el poder desarrolle políticas diferentes para situaciones diferentes.

El demócrata entiende al poder como un espacio de construcción de colaboración, donde las diversas partes de una sociedad plural negocian y pactan reglas y políticas públicas.

El autoritario funciona con la post verdad, aunque la información esté, la deja de lado por las emociones y las creencias.

El autoritario no puede pensar con otros.

El autoritario ve al otro como un obstáculo a soportar o suprimir.

El demócrata ve al otro como una pieza indispensable del sistema democrático, de la necesaria conversación pública para llegar a acuerdos mediante la persuasión y no por la imposición.

Para tener una democracia saludable necesitamos que los que piensan distinto tengan conversaciones amplias, honestas y profundas.

“Cuando el diálogo es imposible, el mundo se fragmenta en una combinación explosiva de agresión y desconfianza”: Guadalupe Nogués, profesora universitaria.

Podemos tener opiniones intensas sin subirnos a la dinámica intolerante. Hacer que reaparezcan los matices y construir acuerdos a pesar de que somos diferentes y cambiar las dinámicas de discusión para que las decisiones se vuelvan mejores.

Tenemos algo en común: vivimos en el mismo tiempo y en el mismo territorio.

Somos parte del mismo sistema económico, nos regulan las mismas leyes, convivimos en el mismo clima y, hasta, nos amenazan los mismos virus.

Seamos capaces de escuchar voces que no nos gustan y encontrar mejores maneras de estar en desacuerdo.

En estas elecciones, cuidemos lo que tenemos en común, cuidemos nuestra comunidad.

Lo mejor para nosotros es que seamos demócratas, lo mejor para nuestra comunidad, lo mejor para Sinaloa.

“Que en estas elecciones no prive la agresión, la intolerancia y la violencia, sobre todo, porque aquí en Sinaloa cuando nos ponemos violentos, nos ponemos muy locos”: Ulises Zatarain, estudiante.

Artículo publicado el 17 de enero de 2021 en la edición 938 del semanario Ríodoce.

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