Una rara careada en el Country Club

Una rara careada en el Country Club

No es que deban estar peleados, son políticos, se han encontrado muchas veces en el mismo camino, a veces de ida y otras de regreso. Los mismos pasillos. Son distintos; uno es un burgués más o menos de abolengo —más por lo Coppel que por lo Ordaz— y el otro nació en un jacal de Cubiri de la Loma, un pueblito de Sinaloa municipio que no hubiera sido nunca nada más que un pueblo polvoriento de no ser por este hecho, tal vez circunstancial.

Mario López Valdez —el de Cubiri—, viste pantalón negro y playera azul; los tenis parecen blancos y es el único de la bola que porta un sombrero de explorador. Observa fijamente el “golpe” del gobernador con las manos en la cintura. Quirino se ve con tenis negros, pantalón azul marino y una playera azul turquesa. Todos lo observan, uno de ellos, a su espalda, Arturo Duarte.

No es que deban estar peleados, pero si en la vida las apariencias importan, en política más. Armando Villarreal, el hombre más cercano al gobernador después de Gerardo Vargas Landeros, enfrenta ahora un juicio por corrupción. Está siendo acusado por la fiscalía estatal y juzgado en las cortes locales. Él y dos de sus subalternos. El primer juicio se anuló gracias a amparos interpuestos, pero de nuevo fue vinculado a proceso. Él y sus compañeros de ruta.

Podría pensarse que Malova nada tiene que ver con esos juicios. Y tampoco con el que se enderezó contra su secretario de Salud, Ernesto Echeverría. Y contra otros de menor jerarquía. Pero se necesita ser muy ingenuo para pensar que no sabía lo que hacían sus colaboradores. Y que está libre de culpa.

Malova se alejó de los reflectores. Asoma la cabeza de vez en vez y no parece que le vaya muy bien en las plazas públicas. Es casi una regla de todos los que gobiernan: vuelven a la calles y los tratan como apestados. Si son presidentes, gobernadores, alcaldes, es lo mismo. Un día se tomó fotografías en un Maserati y dijo que no era de él y que solo lo habían invitado a manejarlo. Estuvo en la cena con José Antonio Meade cuando éste visitó Los Mochis durante su campaña presidencial. Ahí estuvieron varios de sus ex colaboradores, entre ellos Gerardo Vargas Landeros. Muy aprontaditos. Saliendo del Gobierno se quedaron solos porque quedaron mal con todos. Trabajaron para ellos mismos, se llenaron los bolsillos de dinero y ya fuera de la administración terminaron contratando abogados para que los defendieran en los juicios.

A Malova le preocupan dos cosas ahora: una, que la lumbre no le llegue a los pies. Por eso se acercaron a Meade en 2018. Buscaban sombra y aprovecharon que la campaña del ex secretario de Hacienda no levantaba. Y al PRI no le importaba que años atrás Malova lo hubiera traicionado. Nuestra política es así. La otra es sacar a Villarreal del atolladero. A Quirino le queda poco tiempo en la gubernatura y es el único que le puede ayudar. Lo ha intentado pero sin éxito. Están de por medio la Fiscalía estatal y el Poder Judicial. Y las dos instancias parecen decididas a llevar las cosas hasta el final. Parece, pero ya se verá. Nadie debería jugar con el tema de la corrupción respecto a los dineros públicos en un régimen como el de la 4T. Nadie. La mano del presidente es muy larga y sus verdaderos amigos son muy contados.

¿Por qué fue el gobernador Quirino Ordaz a Los Mochis para reunirse con un grupo de políticos tan desprestigiados ante la opinión pública? Es evidente que no fue por amistad. La única raja en la que el gobernador estaría pensando es electoral. Ya viene el 2021 y empieza a moverse en ese terreno. Ocupará apoyar a los candidatos de su partido y está haciendo amarres. Y ocupará dinero. Y ahora será más difícil sacarlo de la administración como históricamente se ha hecho.

¿Para quién trabaja? Es un enigma aún. No tiene cuadros de valor en su primer círculo. La mayor parte de los políticos-políticos que lo rodean traen encima el estigma del fracaso y brillan por su pequeñez. Algunos piensan que está proyectando a Javier Lizárraga, su secretario de Economía, pero igual solo quiere ver si crece en ese terreno cuando lo suyo es la empresa. No se habilita un cuadro de la nada y ni el PRI ni el estado están para experimentos.

Bola y cadena

EL ÚNICO POLÍTICO-POLÍTICO en la órbita del PRI –que no del gobernador— que tiene el perfil para buscar con cierto éxito la gubernatura es el senador Mario Zamora, pero está solo, bronqueado con media clase política del norte, sin asideros nacionales, buscando apoyos en la 4T hasta para que simplemente no le metan el pie. Otro que sigue de pretenso es Aarón Irízar pero tampoco tiene muchas simpatías en el tercer piso. Así que el gobernador no tendrá muchas opciones. Aquí virrey pone virrey. O lo intenta.

Sentido contrario

EL PAN EN SINALOA ESTÁ JODIDO. Sin estructuras, sin cuadros sobresalientes y sin dinero, no le quedará más remedio que buscar sumarse a algún proyecto, ya sea con el PAS o con el PRI. El revolucionario institucional, sobra decirlo, también ocupará tejer alianzas para poder vencer a Morena, –partido que sale arriba en todas las encuestas—sea quien sea su candidato o candidata. PRD, MC, PT… solo serán marcas que gravitarán en torno a proyectos ajenos, tratando de cachar alguna migaja.

Humo negro

PRIMERO EL TRIBUNAL ELECTORAL y luego el INE, por lo pronto el proceso para elegir a la nueva dirigencia de Morena está en el limbo. Será el Tribunal quien lo destrabe lo cual puede o no ser, según los criterios que ponga sobre la mesa. Por lo pronto. Alfonso Ramírez Cuellar sigue siendo el presidente del partido y, con un poco de suerte, hasta llega como tal a las elecciones del 20-21. Suerte para La Polla.

Columna publicada el 20 de septiembre de 2020 en la edición 921 del semanario Ríodoce.

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