Fueron obligados a cerrar sus negocios, y hoy se sostienen con alfileres
Raúl Maximino Oregel Soria es un comerciante de segunda generación que se rasca con sus propias uñas para poder sostener sus pequeños negocios y emplear a poco más de una veintena de empleados.
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La epidemia de Covid-19 y una política económica municipal errada lo puso entre proveedores, acreedores y el fisco.
Sin flujo de caja durante tres meses y forzado a pagar sueldos, impuestos, prestaciones, rentas, suministros, su economía pronto se fue a pique, como un barco con lastre pesado y sin bomba de achique.
Estaba condenado a hundirse, y con él más de 100 personas.
Tocó puertas pero nadie le ayudó con dinero fresco, y cuando recurrió al gobierno municipal de Ahome y al estatal de Sinaloa recibió sólo amenazas, y oportunidades de financiamiento a cambio de dejar garantías. A nadie le bastó que es un empresario cuyos padres dieron lustre a la ciudad, que empujaron el desarrollo, y crearon familias sin tacha social.
Así es que no pudo más. Y sólo tenía dos opciones: enfrentarse a gobiernos que lo reprimían o terminar en la quiebra. Consensuó con sus trabajadores y todos aceptaron ir como soldados a esa guerra con el gobierno.
Marcharon por las calles, abrieron a la fuerza, tomaron oficinas públicas, y generaron un incipiente diálogo, pero no duró mucho. La bota municipal lo aplastó, porque otros comerciantes que tenían problemas idénticos lo dejaron solo. Se replegó, para reorganizarse, y relanzó su ofensiva, esta vez, respaldado por la Asociación de Comerciantes de Los Mochis (ACOM).
Ellos armaron sus propios protocolos sanitarios, porque hasta eso le impidieron las autoridades sanitarias. Firmaron compromisos de uso de cubrebocas, aplicaciones tópicas de gel alcoholado, sanitización de oficinas, ocupación reducida en locales, pero nada llenó a los comerciantes.
“Debo más de medio millón de pesos, tengo que pagar sueldos, agua, luz, teléfono, rentas, impuestos, proveedores y muchos gastos más. Estoy al borde, y sólo. Nadie, ninguna institución nos auxilia. Vamos a desaparecer. El único apoyo fue el crédito de 25 mil pesos del gobierno federal, pero sirve para poca cosa”.
Aún así, se lanzó a la nueva reapertura e impuso sus argumentos.
Hoy se le permitió abrir, y está buscando por todos los medios subsistir. Su límite es diciembre del 2020, se hunde o flota.
Héctor Hallal Zepeda, fundador presidente de la ACOM abanderó la lucha de sus agremiados, y logró que todos abrieran sus puertas y le ampliarán los horarios de atención a clientes hasta las 20:00 horas.
“Todo mundo del comercio tradicional tiene pérdidas. Todos contrajeron deuda. Todos están preocupados por el futuro, que es incierto. Muchos se impusieron un límite: diciembre del 2020 para tomar una decisión, cierre o subsistencia”, dijo.
Al reiniciar las actividades, muchos no lograron mantenerse en los tres meses que no tuvieron ingresos pero sí gastos como nómina, impuestos, luz, agua, rentas, teléfono, y peor aún, los que se quedaron amortizaron los egresos con deuda y sin créditos blandos para pagarlas, afirmó.
Hallal Zepeda consideró que contrario a otros sectores productivos, el comercio es el único giro que no tiene subsidios.
“Prácticamente estamos olvidados por los gobiernos y sus políticas públicas. No hay quien socorra al comerciante en casos de esta naturaleza, y definitivamente, es el desamparo total, en graves aprietos”.
El también comerciante de segunda generación aseguró que la situación en Ahome está delicada y pocos podrán subsistir, aunque la epidemia de Covid-19 abrió nuevos emprendimientos, principalmente de amas de casa y jóvenes que se están atreviendo a hacer negocios. “Es lo bueno, pero los negocios en donde se emplea trabajadores, estos sí que están en graves aprietos”.
La versión de no tener apoyos reales fue confirmada por el alcalde de Ahome, Manuel Guillermo Chapman Moreno, que aseguró que por no ser su responsabilidad, no ofrecerá financiamiento público al comercio, y por el contrario, endureció su política recaudatoria de impuestos y derechos municipales.
Corrupción oficial, tiro de gracia al comercio
Jaime Gastélum y Martín Obeso, dos comerciantes, encararon al alcalde de Ahome, Manuel Guilermo Chapman Moreno y acusaron de corrupción al jefe de Inspección y Normatividad, Arturo Mendívil Barragán, por permitir la instalación de puestos callejeros sin permiso a cambio de “moches” .
Chapman protegió a sus subordinado e ignoró las acusaciones, pese a que los denunciantes le señalaban dos puestos que estaban frente a las narices del Presidente Municipal.
Artículo publicado el 26 de julio de 2020 en la edición 913 del semanario Ríodoce.