Muere enfermera mazatleca de Covid-19

Muere enfermera mazatleca de Covid-19

A mí querida amiga, mi heroína, mi guerrera incansable

 

“Muchas gracias, de corazón”, escribió Guadalupe en su Facebook junto a una fotografía que tomó el 1 de mayo afuera de un centro comercial de Mazatlán. Era la cartelera del Cinepolis donde habían colocado un mensaje que ella hizo suyo “Gracias equipos de salud, superhéroes de la vida real. Yo te aplaudo”.

Dos meses después, Guadalupe Montes de Oca López, murió contagiada de Covid-19 en una cama del mismo hospital donde ella ayudó a salvar vidas por años.

Tenía 33 años, era enfermera, hija, esposa, hermana, amiga y también le tocó ser mamá de sus dos hermanos cuando se quedaron huérfanos de madre.

A “la Guada” como todos le decían de cariño, le apasionaba su trabajo, de niña quería ser médico y empezó a estudiar enfermería para llegar más preparada a la carrera, pero cuando su mamá Eva López murió de cáncer, el camino tomó un giro. Tenía apenas 17 años y dos hermanos aún más pequeños, así que se convirtió en su madre y ellos en su motor.

Trabajaba por la noche en el IMSS y por la mañana en el Centro de Salud de la Secretaría de Salud del Estado. En la noche atendía en el hospital y en el día recorría las calles de Mazatlán tocando puertas para explicarle a la gente cómo evitar a otro antiguo enemigo: el dengue.

Era alegre, platicadora, bromista, risueña, pero también muy regañona. Le molestaba la gente desobediente, la que no se cuidaba, la gente que no entendía. Varias veces en la sala de urgencias, personas desesperadas por la atención le llegaron a gritar en su cara “por mi comes”. A “la Guada” le hervía la sangre pero no se detenía. Las deficiencias en el IMSS no son de hoy, ella las enfrentó durante más de 10 años como enfermera.

Pero cuando el Covid comenzó a propagarse por todo el mundo, “la Guada” se asustó. Tenía miedo, incertidumbre y ya en las últimas semanas estaba muy cansada emocionalmente.

“Esto se va a poner muy feo”, me contó en abril cuando apenas el IMSS comenzaba a preparar un piso exclusivo para atender a pacientes Covid.

“Es horrible no saber si un día ya no vuelves en tu casa”, me escribió en mayo cuando los casos se habían propagado por todo el dstado y los contagios no cedían.

“Ya me siento muy cansada, estoy cansada de tanta muerte”, me contó a principios de junio cuando el Covid provocaba entre cinco a 10 muertes por noche.

El miércoles 17 de junio se empezó a sentir mal pero el sábado amaneció mejor, luego empeoró. La internaron el martes y el miércoles la intubaron. Murió el jueves por la tarde.

Cuando su cuerpo salió del hospital, una ambulancia con las torretas encendidas escoltó a la carrosa fúnebre, detrás de ella sus compañeros la despidieron con aplausos.

Tras su muerte, enfermeras y médicos llenaron la explanada del IMSS y tomaron por unos minutos un carril de la avenida Ejército Mexicano, le llamaron a la prensa y frente a los micrófonos reclamaron la falta de equipo médico y protección para trabajar. Una historia que no era nueva, Guadalupe me lo contó varias veces.

“Tuvimos que comprar nuestras propias cosas, nadie nos da nada y es un show poder encontrar insumos, es mucha impotencia. Quienes estamos en la línea de fuego trabajamos con cualquier cosa”, me contó apenas el 17 de abril.

“Estamos en una guerra sin armas”, decía una cartulina que portaba un enfermero durante la manifestación. El viernes por la mañana, el personal médico protestó por una hora, algunas enfermeras lloraban, otros reclamaban que les podría pasar lo mismo en cualquier momento, al final todos volvieron a su guerra. Guadalupe había muerto en la línea de fuego pero el virus seguía en las calles.

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