Los dos hombres entraron a la tienda como clientes. Aparentaban felicidad, porque reían abiertamente.
Afuera, una camioneta pick up, Cheyenne, de color blanco, con cristales polarizados y sin placas estaba aparcada en sentido opuesto a la circulación. Y frente a ella, otra unidad, una vagoneta Volkswagen, del mismo color.
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En la caja, una dependiente atendía a un proveedor, y la encargada se encontraba en sus labores de conteo de mercancía.
Afuera, los repartidores en motocicletas esperan frituras para llevarlas a clientes.
Era domingo y el sol caía a plomo en la ciudad de Los Mochis. Parecía que el calor había ahuyentado a los clientes de las tiendas, pero la falta de compradores era porque había una orden civil de restricción de la movilidad cotidiana. Era la llamada “Quédate en casa” y buscaba evitar contagios de personas con un nuevo virus, el SARS-COV-2.
Todo era normal, hasta que los dos hombres ordenaron: “Venimos por la cerveza”. La dependiente se asustó cuando los observó detenidamente. Le pegó una temblorina y comenzó a tartamudear. Ella quiso oponerse, pero el otro sonriente individuo se percató que ella no podía decidir nada y pidió: “La encargada”.
Para entonces, ella ya había salido de la bodega. Y le repitieron la misma orden. Venimos por la cerveza. Sí como no, respondió. Buscó la llave de la bodega y la encontró.
Para entonces, un tercer individuo había entrado a la tienda. Llevaba sed y tomó dos sueros. Los pagó con un billete de 200 pesos que sustrajo de una faja de billetes de 500 pesos.
En tanto, la encargada caminó hacia la parte trasera de la tienda y abrió la puerta de la bodega seguida de los sujetos.
¿Cuánta tienes?, volvió a interrogar, el tipo sonriente. Algo dijo ella, pero entre ustedes dos no van a poder… Y fue interrumpida por el desconocido, no te preocupes, hacemos una cadenita.
Y la hicieron. Colocaron sus camionetas justo en la puerta de la bodega y comenzaron a cargar la cerveza en la caja de la camioneta blanca. Allí, de día, a la vista de transeúntes. Los clientes de la tienda llegaban, tocaban la puerta y se iban enojados, cuando nadie los atendía.
Adentro, tras cinco milímetros de cristal, el drama se desarrollaba.
Los tipos cargados de toda la cerveza de botes, la pagaron y se retiraron sonriendo como habían llegado.
Esa operación la realizaron durante todo el domingo y no dejaron una tienda sin visitar. En todas se realizó la misma operación, los mismos vehículos, y los mismos sujetos.
En toda la acción, ningún patrullero municipal, estatal, federal o militar molestó al comando con una mirada de sospecha, a pesar de que la ciudad estaba prácticamente bajo sitio, con 20 puntos sanitarios instalados a media calle.
Pero ellos, los del convoy, fueron invisibles para la autoridad, pero no para transeúntes.
La misma acción de compra de cerveza se realizó en todas las sindicaturas del municipio de Ahome y había comenzado en una de las sindicaturas más alejadas, Higuera de Zaragoza, en donde semanas antes se había prohibido a comercios y expendios vender cerveza después de la 9:00 de la noche. Esa vendimia era para ellos, los “pistoleros” que resguardan las “narcotienditas”. La delincuencia organizada doméstica se había adueñado del negocio.
Después se extendió a Ahome, San Miguel Zapotitlán, Heriberto Valdez Romero, Gustavo Díaz Ordaz, Topolobampo y Central, y por ultimo llegó a la ciudad.
Los pistoleros fueron más duros con los encargados de expendios cerveceros. Quienes se oponían a venderles cerveza, se las robaban, y eran tableados.
A los trabajadores de expendios que buscaron hacer negocio durante la “Ley Seca” los torturaron.
De acuerdo con supervisores de tendedores y de depósitos, la misma acción ocurrida en Los Mochis pasó en El Fuerte, Choix, Guasave y Sinaloa.
La compra de cerveza a la fuerza no fue denunciada.
Sin embargo, burócratas asignados a la oficina de Inspección y Normatividad Zona Norte que pidieron anonimato afirmaron conocer del caso de la venta forzada de cerveza en las tiendas autorizadas, y que esta se comercializa en “narcotienditas” y a través de redes sociales desde perfiles falsos. Pero dijeron estar atados de manos para actuar porque no están armados.
“Su combate corresponderá a otras dependencias, porque el giro del “aguaje” tradicional cambió. Hoy están armados. El riesgo para nosotros es mayor”.
El director de policía de Ahome, Carlos Francisco Rodríguez Ponce, único en no rehuirle al tema, dijo que no hay denuncia de la venta de cerveza forzada, y que tienen conocimiento de lo que ocurre en la zona rural, pero sin acusación ni reporte formal no hay forma de intervenir, excepto en flagrancia. Y de esa forma se han detenido a dos personas y puestas a disposición de la autoridad. “Si la venta de cerveza clandestina dio un giro, habrá que modificar las estrategias, porque ellos tienen su poder, pero el Estado también”, dijo.
Artículo publicado el 10 de mayo de 2020 en la edición 902 del semanario Ríodoce.