Caída de remesas afecta a más de 2 millones de hogares en México

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Con la crisis económica desatada por el coronavirus y la caída de los envíos de dinero, en México está en juego la solvencia de los más de dos millones de hogares que las reciben, informó El País.

Las remesas son un lubricante importante para una economía estancada como la mexicana. Son la segunda mayor fuente de divisas extranjeras y representan alrededor del 3 por ciento del PIB del país, tercer receptor a escala mundial, solo por detrás de India y China.

En Estados como Michoacán o Oaxaca, con un 46 por ciento y un 66 por ciento de la población en pobreza respectivamente, los envíos de dinero suponen más del 10 por ciento de la economía local, citó el diario español.

Desde la crisis de 2008, estos no han parado de crecer y en 2019 alcanzaron la cifra récord de 36 mil 048 millones de dólares, un 40 por ciento más que diez años antes. La predicción era que este año superaran los 38 mil 000 millones. Pero llegó el virus.

Más de 16 millones de personas han solicitado ayudas de desempleo en Estados Unidos desde el inicio de la crisis. La comunidad migrante, que habitualmente se emplea en el sector servicios o en la construcción, es una de las más afectadas y las remesas son un termómetro de ese malestar.

El BBVA, el mayor banco en México, ya ha registrado en sus cuentas de la segunda mitad de marzo un descenso del 10 por ciento en la recepción de remesas. A escala nacional, el departamento de investigación del banco espera una caída del 17 por ciento este año.

Antes de la pandemia, Daniel Bautista, de 24 años, trabajaba hasta 80 horas semanales. Combinaba un trabajo de camarero en un restaurante griego con otro de cocinero en una pizzería en Brooklyn. Entre uno y otro, ganaba alrededor de 3 mil 000 dólares mensuales. Esa cantidad le daba para comer, pagar la renta en una casita de ladrillo marrón en el distrito de Queens, y enviar entre 100 y 300 dólares cada mes y medio a su madre.

Con la irrupción de la epidemia en la mayor metrópolis de Estados Unidos, Bautista perdió su empleo en el restaurante griego y en la pizzería le redujeron las horas a la mitad. Ahora saca unos 1.200 dólares al mes. Las remesas están descartadas por el momento.

“Estoy ganando suficiente para subsistir, para cubrir las necesidades básicas”, explica por teléfono. “Es desesperante no poder ayudar a mi familia. Solo decirles que todo va a ir a mejor no sirve de mucho”.

En el municipio de Atlixco, al pie del volcán Popocatépetl en el Estado de Puebla, Judith Alonso guarda lo que le enviaba su hijo Daniel en una cajita para utilizar en caso de emergencia.

Hace unos meses, la abrió para ayudar con la compra de medicinas para su hermana, enferma de cáncer de mama. Son momentos duros, dice. Aunque no depende totalmente de la remesa para vivir, el confinamiento voluntario está haciendo mella en su otra fuente de ingresos. Las ventas de la panadería familiar, una casita sencilla pintada de blanco y desnuda de letreros, han caído un 25 por ciento en las últimas semanas.

La situación es aún más precaria en Michoacán y sus tierras montañosas, epicentro de la recepción de remesas. Hay cuatro millones de michoacanos en Estados Unidos, casi la misma población que reside en la región. De estos, entre 600 mil 000 y 800 mil 000 son indocumentados, según cálculos de las autoridades estatales, y en consecuencia están excluidos de las ayudas lanzadas por el Gobierno de Donald Trump.

En 2019, enviaron 3 mil 584 millones de dólares, más que el total del presupuesto estatal. El secretario del Migrante del Estado, José Luis Gutiérrez, espera una reducción de hasta un 30 por ciento de los envíos. “Sería muy grave para Michoacán. Su economía está muy determinada por el comportamiento de Estados Unidos, sostiene.

La ONG Oxfam augura un aumento probable de más del 10  por ciento en los niveles de pobreza como resultado de la crisis y la caída de remesas. “Contribuyen a hogares rurales de manera importante para aliviar las condiciones de pobreza y mejorar el acceso a la salud”, explica Jorge Romero, especialista en migración en Oxfam. De los hogares que reciben remesas, un 28 por ciento las reporta como única fuente de ingresos y otro 32 por ciento como muy importantes, según un estudio publicado en 2019 por el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos. Entre los usos más comunes figuran la manutención y la salud, citados por un 90  y un 51 por ciento de los encuestados, respectivamente.

El Gobierno federal y los Estados han puesto en marcha planes de microcréditos para pequeños negocios y han ampliado algunos programas sociales ya existentes. Sin embargo, la mayoría de analistas duda de que esto sea suficiente. La pensión para adultos mayores, la mayor partida social del Gobierno, tiene un presupuesto de unos 5 mil 500 millones de dólares, siete veces menor que el volumen de envíos en 2019.

“Las remesas son el seguro de desempleo, el dinero de subsistencia más que cualquier otro programa de Gobierno. Son montos demasiado grandes; no tienen sustituto”, dice el especialista en migración Carlos Heredia, del Centro de Investigación y Docencias Económicas (CIDE).

 

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