El encierro, nuestra mejor arma en esta guerra

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Es una postal típica de un viaje de placer. Diez jóvenes posan para la foto. Hace frío allá y algunos lucen gorros, chamarras, guantes. Todos son de Culiacán, de familias acomodadas. Que nadie se muera de envidia. Están en Vail, Colorado, y fueron a esquiar.

El viaje se hizo a principios de marzo. Estuvieron algunos días o una semana. Cuando salieron hacia los Estados Unidos el virus que ahora nos aterra ya era una realidad y teníamos encerrado en un cuarto de hotel al primer caso que se presentó en Culiacán (segundo en México), para que no esparciera al mal. Pero las reservaciones ya se habían hecho y nadie quiere perderse el paraíso, la nieve, las montañas, 2 mil 500 metros sobre el nivel del mar, la fiesta infinita de esos días donde dormir hasta parece un desperdicio.

El problema es que, sin saberlo, llegaron como en paracaídas a uno de los centros más contaminados por el Covid-19 en ese estado. Apenas el viernes tuvieron la tercera muerte por Covid-19 y Vail es la comunidad que más presenta casos confirmados.

Cuando regresaron, los jóvenes hicieron una vida normal hasta que se enteraron que habían estado varios días en un foco de infección. Luego se sabría que en esos mismos días estuvo en Vail un grupo de italianos y que muchos de ellos trasladaron el virus desde su país, el más golpeado después de China. En Jalisco se descubrieron los primeros casos y el gobernador Enrique Alfaro lanzó arengas alarmantes para buscar a los 400 paseantes mexicanos que habían estado en Vail esos mismos días y que ya había provocado contagios en su entidad. Días después se dijo lo mismo de Puebla.

A Ríodoce nos llegó al información el jueves, datos, nombres… rescatamos una fotografía que había sido subida a una cuenta de Instagram. Varios de ellos, nos dijeron, iniciaron cuarentena por voluntad propia, pero el resto siguió sus actividades como si no estuviera ocurriendo nada. Enterados en Salud, los rastrearon. A la vuelta de dos días ya los habían localizado a todos y tomaron las medidas que marca el protocolo. Si alguno de ellos o varios llegaron contaminados, ya se sabrá.

El problema que enfrentamos es como una guerra pero no convencional, donde los protagonistas principales somos nosotros –no los drones ni las ojivas nucleares– , los que andamos en la calles por razones de trabajo o de esparcimiento y luego regresamos a casa, donde están los viejos, los niños, los hermanos, la esposa, el esposo.

Los gobiernos, bien o mal, están haciendo lo que les toca. Pero si lo que nos corresponde a nosotros en lo individual no lo hacemos, ese enemigo silencioso que ocupa un cuerpo humano para subsistir y desarrollarse, ganará la pelea. Hay un gran reto para el gobierno, pero también para la colectividad y para cada uno de nosotros como individuos. De nuestras reacciones ante el problema dependerá cuánto avance el Covid-19 y cuándo se vaya de nuestras vidas tal vez hasta que un nuevo virus aparezca donde menos lo esperemos.

Tenemos muchas ventajas como sociedad y tal vez más fortalezas que las que tiene el gobierno en la parte que le corresponde. Contamos con experiencias de colaboracionismo, de solidaridad –ahí están las enseñanzas de los sismos de 85 y 2017. En situaciones límite como la que empezamos a vivir en México –otros países ya están viviendo la caída de la curva y otros están en la cresta del problema—aflora en las personas lo mejor y lo peor. Es normal. No hay miedo, hay pánico. Y en arenas así, el egoísmo suele ganar la pelea. Si hay cinco galones de agua –ahora la gente anda como loca comprando agua, no sé por qué—me los llevo aunque el señor que está atrás de mí se quede con las manos vacías mientras maldice no haber llegado primero.  Pero hay personas que regalan a un anciano el único cubrebocas que traen en el bolso porque saben que es más vulnerable al virus.

En todo caso, el coronavirus que ahora nos agobia está poniendo a prueba a los gobiernos pero también a los ciudadanos. Y, aunque no se piense mucho en ello, pondrá a prueba, también, la moral de cada uno de nosotros.

Bola y cadena

LLEGA COMO UNA NOTA CURIOSA pero al final también será importante para muchos, incluso para los gobiernos. Ante la parálisis que provocó en China el Covid-19, los precursores químicos para la producción de drogas sintéticas ha escaseado y esto está originando un incremento en el precio en Culiacán hasta del 300 por ciento. Acordado, incluso, por las familias que las producen. Control del mercado, se llama. Cosas veredes…

Sentido contrario

EL CONFLICTO PARECE TERMINAR en el Cártel de Sinaloa. El Ruso se repliega por instrucciones del Mayo Zambada y Los Chapitos toman el control de la zona norte. Un nuevo imperio se perfila. Tiempos traen tiempos.

Humo negro

A NADIE LE GUSTÓ LA PROPUESTA del gobernador Quirino Ordaz para que la reportera Eva Guerrero presida el Ismujeres. Nada más a él. “Trae muchas ganas de trabajar”, ha dicho. Su selección se hace en un momento crucial, álgido en la lucha de las mujeres por la equidad, la igualdad de derechos, contra la impunidad y por el fin de las agresiones físicas y sexuales de que son víctimas. Y solo por esa razón el gobernador pudo ser más sensible a los perfiles que le hicieron llegar. Hasta ahora, el Ismujeres no ha sido más que un parapeto inútil ante los urgentes problemas que enfrentan las mujeres en Sinaloa, incluso cuando se habla de crímenes por razones de género. Pero hasta ahora es solo una propuesta. Y en el Congreso del Estado se sabrá si, como al gobernador, también le importa un cacahuate el tema.

Columna publicada el 22 de marzo de 2020 en la edición 895 del semanario Ríodoce.

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