Dar la talla

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Hoy día es fácil saber al minuto el número de muertos por coronavirus en China, Italia o España. Difícil es confiar en que los casos reportados en nuestra ciudad o país sea real, inventado, o se oculten datos.

Los contenidos fluyen con tal intensidad, que a veces es difícil diferenciar la información de los inventos y tomaduras de pelo. Es una paradoja: la lejanía da certidumbre, lo cercano desconfianza.

Ningún fenómeno histórico había otorgado con tanta facilidad la oportunidad de conocer al minuto las reacciones de cada gobierno y cultura ante una misma situación. Como fenómeno sociológico o antropológico, hay una riqueza aun por explorar —si es que la humanidad persiste después de la pandemia.

Pasado este episodio del Covid-19 sabremos quién dio la talla. Dar la talla es comportarse a la altura del tiempo que enfrenta. No se puede estar por debajo, es la muerte. La desventaja es que solo sabremos a posteriori si alguien dio la talla, después de pasados los acontecimientos. Mientras se enfrenta la situación es imposible saberlo. Se sabe después, pasado el tiempo.

Una vez que todo esto pase, porque tendrá que pasar, pondremos en su lugar a muchos que se quedaron por debajo de la talla. No dieron el ancho requerido. Entre más poder de decisión, mayor será la exigencia.

Este momento del siglo XXI tiene pocas comparaciones en la historia de cada país, o de cada cultura. Nos pone a prueba a todos. Dice Mario Vargas Llosa que “la peste ha sido a lo largo de la historia una de las peores pesadillas de la humanidad.” Es en el fondo algo primigenio, “el miedo a la muerte, al más allá, que es lo que anida en el corazón de estos terrores colectivos que son el temor a las pestes.”

Las palabras cambian. Ahora no le decimos La peste, pero es igual. En las últimas semanas el planeta está en vilo. Nunca como ahora dejó de ser una exageración asegurar que el mundo entero comparte un temor tan grande que apenas se sostiene. Más allá incluso del pavor que conlleva al terrorismo. Ni en septiembre de 2001, cuando unos aviones impactaron las torres gemelas en Nueva York, y el mundo se sintió bajo ataque, llegó a tal nivel el miedo.

Si en México, hasta ahora, se habían mantenido posiciones extremas con respecto a las decisiones de gobierno, la política para enfrentar la emergencia sanitaria por el Covid-19 potencia aun más esos extremos. Que si es muy tarde para paralizar las actividades, que si es temprano para encerrar en sus casas a todos, que si los exámenes químicos son muy pocos, que si están paralizados…

Un municipio en Sonora obliga al toque de queda, y una megalópolis mantiene un festival que reúne a miles. Una policía de un municipio perdido en el norte viste de payasos a sus agentes, fingiendo protegerse del virus, y un gobierno estatal en el sureste recibe al Presidente sin ninguna precaución.

 

Margen de error

(Pandemia) Basta con hacer un recorrido informativo para darse cuenta de lo que dice Ángela Merkel en Alemania; Pedro Sánchez en España; Emmanuel Macron en Francia; Trump, Fernández, Bolsonaro, Maduro… López Obrador. Y así darse cuenta que el mundo está en vilo.

Merkel, en un discurso magistral, dice que estamos ante “el mayor desafío desde la segunda guerra mundial.” Bolsonaro cita a cientos de simpatizantes para apoyarlo. Y López Obrador exhibe sus estampitas protectoras, como para dar de qué hablar ante tanto peso de la realidad.

La globalidad permite dos cosas. La primera, la más grave, la propagación inmediata de un virus; en apenas unas semanas el virus pasó de China a Italia, de la bota a América, de Ciudad de México a un hotel en Culiacán. Y la segunda, conocer las reacciones de cada gobierno, derechas o izquierdas, populistas o democráticos; y de cada cultura, asiáticos o europeos, ricos y pobres.

Solo que ahora darse cuenta de todo eso es complicado. Por ahora la emergencia lleva a comprar papel sanitario, agua, vitamina C. En algunos casos acaparar, sin importar el otro. Es de humanos pensar primero en sí, luego en los otros, si hay espacio.

 

Mirilla

(Expertos) Hoy día, también, todos somos expertos. En el lavado de manos, en las políticas de salud, en las estrategias económicas. Y nunca como ahora, además, la incertidumbre acaparó tanto territorio.

Como las tragedias no llegan solas, no es casual que los grandes mercados caigan en una picada apenas comparable a los peores momentos históricos del capitalismo. A la peste la acompaña otra catástrofe, la económica, tan peligrosa como la otra.

Ante las decisiones de gobierno, no se sabe en el mundo si están más preocupados por la salud que por la economía. O como equilibrar una con la otra, como si se pudiera quedar bien con dios y con el diablo. Salvar a unos y otros.

 

Primera cita

(Política) Mientras la pandemia avanza, desde lo local los gobernantes buscan desmarcarse. Quieren dar la talla ante el momento. En gobiernos estatales y municipales se puede hacer mucho más, pero pocos se animan. No existe ningún manual donde se marque la ruta, y por eso la parálisis.

Hacen falta tamaños para dar la talla. Veremos. ¿Veremos?(PUNTO)

Columna publicada el 22 de marzo de 2020 en la edición 895 del semanario Ríodoce.

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