Autodefensas en Aguacaliente

aguacaliente soldados

La autodefensa es una realidad desde hace muchos años en Sinaloa y se manifiesta principalmente en la organización de vecinos urbanos que mediante vías de comunicación internas y personal propios buscan evitar que intrusos entren a sus cotos residenciales y semi residenciales.

Se trata de una forma de organización muy elemental de salvaguarda de sus personas y bienes, pero eso no evita que en algunos casos lo hagan con armas que, cómo lo narra Alejandro Sicairos en una de sus columnas en Noroeste, significó la muerte de un pordiosero que fue acribillado cuando buscaba alimentos entre la basura en la colonia Guadalupe de Culiacán.

La novedad es que esa iniciativa ciudadana de autoprotección que viene acompañada de los elementos de seguridad de la llamada arquitectura del miedo (techos altos, cámaras de vigilancia, sensores, etc.), hoy con características singulares se extiende hacia las comunidades rurales notoriamente más desprotegidas y poniendo por delante el riesgo de sus propias vidas.

Así, los vecinos de la comunidad rural de Aguacaliente de los Monzón en el municipio de Culiacán, han decidido dar un paso hacia adelante, y protegerse controlando ellos personalmente los accesos al pueblo con bultos de arena y tierra. Dicen estar hartos de los grupos armados que recorren diariamente la región y alteran la vida comunitaria intimidando, por lo que exigen de inmediato la instalación de una base militar.

Quizá no dicen todo para no alertar al enemigo. Pero el hecho está en las imágenes que los medios de comunicación se han encargado de difundir y la reacción del gobierno ha sido ofrecer rondines más frecuentes por la zona donde los grupos armados transitan con la mayor libertad y desparpajo, pero eso y nada pareciera ser lo mismo. Quieren una base militar para sentirse seguros en sus casas y bienes y eso generaría un precedente para que otras comunidades igualmente amenazadas hagan lo propio.

Algo ocurrió en algún momento, en el pasado el Cártel de Sinaloa se encargaba de que la vida de estas comunidades no viviera la zozobra y ellos mismos se encargaban de su seguridad al fin y al cabo estás a cambio, cómo alguna vez lo dijo un gavillero legendario, eran el lugar de residencia de sus familias y estás daban la voz de alerta cuando se iniciaban operativos militares en la zona serrana, sin embargo, al menos en la comunidad de Aguacaliente de Gárate, están a la buena de dios y han tenido que buscar resolver el problema de las asechanzas con sus propios recursos.

En muchas de nuestras comunidades rurales existe un problema serio de inseguridad y eso ha provocado una infinidad de muertes, reclutamiento a fuerza de jóvenes, violaciones de mujeres, incendios de casas y una migración silenciosa hacia los centros de población urbanos. Muchas veces lo hacen con la ropa que llevan puesta sin saber adónde llegarán con sus familias y a que se dedicarán en su nuevo lugar de residencia.

Eso ha incrementado su pobreza al perder bienes y el sentido de pertenencia a la comunidad cuando se llega a una ciudad que de muchas formas los rechaza convirtiéndolos en parias urbanos.

Y, aun cuando, el problema data de varios años, el Sistema de Seguridad Pública ha sido incapaz de neutralizar la acción de estos grupos y peor, durante el gobierno malovista cuando hubo intentos de replicar la organización de las autodefensas michoacanas y guerrerenses salió el entonces gobernador a decir: ¡En Sinaloa, no!, y ese no autoritario seguramente costó muchas vidas y desplazamientos humanos.

Y, vamos, sería aceptable ese “no”, si el vacío que las autodefensas quieren llenar lo cubrieran esos servicios de seguridad. Es más, el Estado mexicano está obligado constitucionalmente a garantizar la seguridad de los habitantes y al no hacerlo el sentido común llama a la autodefensa.

Hoy, no se dice no, quizá porque la escenografía no viene acompañada de hombres y mujeres armados, o porque no se ven enfrentamientos entre comunitarios y grupos armados, pero no se tiene porque minimizar algo que a todas luces muestra los gérmenes de la impotencia y desesperación.

Al gobierno le saldría más barato atender hoy que hacerlo cuando haya hechos consumados. Estamos en la antesala de un problema que si no se administra puede cundir en el Valle de Culiacán y extenderse a otras regiones del estado especialmente en donde hubo ya desplazamientos. La zona de los Altos es una bomba de tiempo. Hay desempleo, pobreza y además este tipo de agresiones que llaman nuevamente a la auto protección ante los comandos que, al parecer no tienen ningún tipo de contención, ni del gobierno, ni de sus jefes.

Columna publicada el 15 de marzo de 2020 en la edición 894 del semanario Ríodoce.

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