Cine: ‘Frozen 2’

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En el 2013, Frozen: Una aventura congelada, dirigida por Chris Buck y Jennifer Lee, dejó claro que las historias de princesas en espera de ser rescatadas por un príncipe azul ya no eran tan atractivas. Su éxito se debió a la valentía de romper con los estereotipos tradicionales y mostrar posibilidades más reales con respecto a las características de sus personajes. Contrario a lo que, mayormente, había sucedido, la trama giró en torno a las habilidades de las mujeres y no tanto de los hombres, algo así como Lilo y Stitch (2002) y Valiente (2012).

Hace seis años, en la película de Disney, el príncipe se quedó en el castillo para guardar el orden y la princesa salió de su territorio para rescatar a la reina; buena parte de la historia hacía creer que la soberana era la villana, cuando solo se trataba, como a cualquier otra persona, de que sus miedos la llevaban a malos actos; el amor a primera vista o el obligado/heredado quedó atrás para dar paso a uno construido en base a un proceso de lucha; y el enamoramiento entre un hombre y una mujer, como pareja, no fue el tema central, sino el de dos hermanas, lo mismo amigas, cómplices o rivales, con capacidades muy diferentes, pero igualmente necesarias e importantes.

Buena parte del éxito de aquella cinta también se debió al aspecto visual, con el que consiguió hermosas imágenes, principalmente, en medio de la nieve; y a los minuciosos efectos especiales que diseñaron texturas precisas, figuras de hielo hermosas, escenarios impresionantes – el castillo, el pueblo y el bosque–, y delinearon excelentemente a humanos y animales. Finalmente, lo otro que la llevó a la cima fueron sus canciones: Y si hacemos un muñeco, La puerta es el amor y Verano, sobre todo Libre soy, que hasta ganó un Oscar.

Con esos antecedentes, aventurarse en una segunda parte no era cosa fácil o, bien, no importaba lo que se hiciera en ella, porque los partidarios irán sí o sí a verla. La realidad es que Frozen 2 (Frozen II/EU/2019) se quedó corta, ante todo, en la historia y las canciones, porque visualmente, la película, de nuevo realizada por Chris Buck y Jennifer Lee, conservó su encanto.

La trama mantiene a Elsa al frente, atendiendo el llamado de un sonido que la conduce a adentrarse en el pasado y a buscar el posible origen de sus poderes, con la ayuda incondicional de su valiente hermana Anna, apoyadas por el inquieto muñeco de nieve Olaf, y el ingenuo galán Kristoff y su reno Sven. Sin embargo, ahora la historia se distingue por débil, predecible y confusa: la idea de los cuatro elementos no se desarrolla lo suficiente; no hay un villano lo bastante malo como para crear un conflicto dramático; y la neblina no descubre un pueblo tan interesante como se anunciaba.

Quizás por lo bien aceptadas que fueron algunas canciones en la primera parte, la cinta de este año exagera en la cantidad de números musicales, sin llegar a ser tan entrañables como los de 2013, lo cual es una de sus fallas más significativas. Pero, no importa, eso no se reflejará en los ingresos en taquilla: solo en México, en su fin de semana de estrenó, recaudó 167.1 millones de pesos, gracias a que la vieron 2.7 millones de personas. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 1 de diciembre de 2019 en la edición 879 del semanario Ríodoce.

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