Cine: ‘Los Rodríguez y el más allá’

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El peligro de basarse en la premisa de una película exitosa es mucho y, si bien, “el que no arriesga no gana”, es un hecho que Los Rodríguez y el más allá (España/2019), dirigida y escrita por Paco Arango, no es, para nada, competencia para una de las franquicias más exitosas de la mancuerna Disney/Pixar: Los increíbles (2004; 2018), su referente más fuerte por tratarse de una familia con superpoderes. También se le pudiera relacionar con Matilda (1996) y Miss Peregrine y los niños peculiares (2016), pero, igual, sería “meterse con Sansón a las patadas”.

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La abuela Isabel (Geraldine Chaplin) le dice claramente a su nieto Nicolás (Rodrigo Simón) que no abra el paquete que su abuelo (Plácido Domingo) le deja, ni le diga a nadie de su existencia hasta que tenga 15 años, pero termina haciendo lo contrario, y eso ocasiona que los Rodríguez: Cristina (Mariana Treviño), Rodrigo (Edu Soto), Alejandra (Sara Jiménez), Gabriela (María Blanco) y el curioso adolescente, descubran su extraño pasado y se vean en riesgo de ser extraditados a un planeta retrasado 50 años, aunque pueden salvarse, si es que logran controlar el superpoder que se les asignó a cada uno, en su contacto extraterrestre.

Tampoco significa que no pueda haber perspectivas distintas de un mismo tema. Al contrario, más lecturas de ángulos distintos sería lo ideal, pero intentando llevarlo a otro nivel para mejorarlo y aportar algo nuevo. Eso no sucede en Los Rodríguez y el más allá, porque, con el afán de lucirse, termina complejizando una historia que no necesitaba tanta pirotecnia para hacerse notar.

La película no destaca como ciencia ficción, fantasía, aventura, comedia ni cine familiar. Por ejemplo, en lugar de explotar las inusuales habilidades de sus personajes con más situaciones en las que echen mano de sus poderes, los limita, y las pocas veces que les permite usarlos, lucen incómodos, temerosos y molestos, lo cual no aporta nada a la historia —en Los increíbles recurren a ellos para ayudar a los demás.

Cualquiera que tuviera un acceso al “más allá” al que pudiera ir y regresar fácilmente, que ni la NASA conociera, lo aprovecharía sin dudarlo, más, si al lugar al que se llegara estuviera varado en el pasado. La familia en cuestión pierde la oportunidad de aventurarse, realmente, en otro planeta; de conocer, vivir y experimentar lo que pasaba en 1951. Prefiere quedarse en la tierra, con las manos atadas, donde tampoco sobresale en su faceta de comedia: no existe ninguna situación, netamente divertida y no hay un solo histrión que ofrezca una interpretación, al menos mediana, que provoque una carcajada.

Para contribuir a enredarla más, sin ninguna justificación ni necesidad, la historia tiene un narrador, lo que la hace menos dinámica y más aburrida; se pierde entre españoles, mexicanos, argentinos, terrícolas y alienígenas, cuando pudo inventar una identidad propia, siquiera, fuera de la tierra; y acaba ahogada entre escenas, situaciones, secuencias y personajes intrascendentes.

Lo único que pudiera salvarla es la intención altruista de su director: se supone que buena parte de lo que recaude en taquilla se destinará a la Fundación Aladina, creada por el mismo Arango para ayudar a niños con cáncer. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 24 de noviembre de 2019 en la edición 878 del semanario Ríodoce.

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