AMLO debe ir por los ‘Chapitos’ para limpiar la afrenta: ex director del Cisen

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El narcotráfico en México no se va a acabar. Aunque el gobierno quiera, y aunque Estados Unidos quiera, no se podrán eliminar a las organizaciones criminales de nuestro país por el sólo hecho de tener como vecino al principal consumidor de droga en el mundo; y mientras exista esa demanda, va a existir quien provea enervantes, consideró Guillermo Valdés Castellanos, ex director del Centro de Información y Seguridad Nacional (Cisen).

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“Si el objetivo fuera destruir, aniquilar, desaparecer a las organizaciones criminales, no se va a lograr, y lo único que puede realmente hacerse para controlar este problema es tolerar a ciertas organizaciones criminales para que no crezcan como crecieron el Cártel de Sinaloa o el de Jalisco”, opinó Valdés Castellanos, durante una entrevista concedida a este semanario.

Autor del libro Historia del Narcotráfico en México, y uno de los analistas más respetados en materia de seguridad en nuestro país, Valdés Castellanos precisó que situaciones como el llamado “Culiacanazo” mostraron la gran capacidad operativa en cuanto a táctica y logística que tienen los cárteles de la droga, en este caso el de Sinaloa, que desplegó todo su poderío y humilló al gobierno federal.

“¿Por qué ocurrió esto? Porque se dejó crecer a ese cártel. Pero lo que digo es que no se le podrá acabar al Cártel de Sinaloa, pero sí ponerle límites a través de la fuerza del estado”, insistió el analista.

Pero Valdés Castellanos fue enfático al definir esos “límites”, pues no se trata de “negociar” con el narco, sino en enfocarse en los grupos delictivos que representen un problema para la sociedad en términos de violencia, extorsión, y junto con otras organizaciones poderosas, desmantelarlas e impedir que crezcan como ocurrió en las últimas décadas.

“En este momento en México tenemos dos grandes grupos del narco: el de Sinaloa y el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG); son organizaciones enormes, nacionales y con mucho poderío, que son un riesgo no sólo en términos de seguridad, sino en términos del control de las instituciones del estado, como ocurrió en Culiacán, y no se puede permitir que exista una organización tan poderosa que sea capaz de humillar al estado como lo hicieron los Chapitos el 17 de octubre pasado. Es inadmisible eso”, insistió.

—¿Está sugiriendo que el Cártel de Sinaloa tiene más poder que el estado?— se le cuestiona.

Valdés Castellanos siente la revirada, se acomoda en su asiento y antes de responder hace una breve pausa; entonces aclara:

—Es una tesis para debatir, porque la supremacía demostrada por el Cártel de Sinaloa en Culiacán, fue una supremacía táctica y operativa, pero no se puede comparar el poder del narco, incluyendo todos los cárteles juntos que hay en el país, con el poder del Estado, que cuenta con cientos de miles de elementos de Guardia Nacional, marinos, soldados, y que pudieron haber movilizado todo su armamento, es decir, desplegar camiones blindados, antitanques, carros artillados, y no lo hizo, y sólo desde ese punto de vista no existe tal superioridad del cártel.

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“Lo que sí pasó es que el Cártel de Sinaloa mostró una gran capacidad de movilización y de respuesta del estado, en parte por la mala planeación del operativo, pero también por la correa que (el presidente) Andrés Manuel López Obrador pone a las fuerzas armadas para hacer su trabajo; pero definitivamente no creo que el Cártel de Sinaloa sea más poderoso que el estado”.

—Pero sucede que el poder del Cártel de Sinaloa no sólo tiene que ver con el número de pistoleros que tomaron Culiacán, sino su gran capacidad de corrupción—, se le observa.

—Bueno, eso tiene que ver más por fallas y omisiones del estado, y no porque el estado no cuente con los recursos para enfrentar al narco. Si hay un cártel poderoso en México, es porque hay un estado muy débil en términos de instituciones, debido a los niveles de corrupción que existe en las policías locales, del estado y en las fuerzas federales, y por la incapacidad de generar estrategias eficaces, y no contar con un cúmulo de inteligencia para combatir con eficacia estas instituciones, principalmente lo que son las policías locales y estatales, porque por ejemplo una organización como el Cártel de Sinaloa, que tiene miles de personas armadas y en Culiacán hay miles de policías preventivos, pero la mitad de ellos trabaja para el crimen organizado, entonces evidentemente el estado está en una inmediata desventaja.

Es el matiz que hay que considerar, que a nivel local y estatal las organizaciones criminales suelen tener más poder que el estado, pero a nivel nacional no se compara el narco con los recursos del Estado.

—¿Qué hace diferente al Cártel de Sinaloa de otras organizaciones criminales?

—La principal característica es que ha sido una organización con mucha historia. Es la cuna del narco desde principios del siglo XX, y ha seguido en el negocio por décadas, y ello lo ha hecho adquirir experiencia sobre cómo hacer el negocio del narcotráfico.

 

“El Cártel de Sinaloa, no ha tenido únicamente capacidad para producir y exportar droga a Estados Unidos, sino que ha sabido encontrar una manera de relacionarse de manera eficaz con el Estado y con la sociedad, lo cual les ha permitido seguir operando su negocito ilícito”, observó el escritor.

Agregó: Quitando lo ocurrido en octubre de este año, difícilmente la gente del Cártel de Sinaloa ha atacado al Estado, como lo hacían los Zetas y la Familia Michoacana. Esas eran organizaciones que miraban al Estado como un enemigo y lo atacaban, y masacraban a policías, y se les enfrentaban abiertamente; el Cártel de Sinaloa por el contrario nunca atacó al gobierno, pues sabían que no era bueno para el negocio, pues el Estado se podía volver contra ellos de manera sistemática y permanente, ese modus operandi hace al Cártel de Sinaloa diferente al resto de las organizaciones criminales.

“Pero además no secuestran, no extorsionan y de esa manera respetan sus bases sociales, y también influye que su organigrama empresarial es muy sólido, pues tienen la capacidad de resistir la pérdida de sus líderes, como ocurrió con el arresto de Joaquín Guzmán Loera, ya que la organización no se desmoronó; sí hubo conflictos, que lograron resolver y los hizo mantenerse a flote, mientras que otras organizaciones no logran resolver esos conflictos”, dijo.

—En cuanto al tema de sus esquemas financieros, ¿por qué ningún gobierno ha combatido el lavado del dinero?

—Es más complejo de lo que parece, y aun así se han aplicado muchas estrategias para afectar las finanzas del narco, y una de ellas fue que en la administración de Felipe Calderón se legislaron las transacciones hechas con dólares, por ejemplo ya no fue posible abrir cuentas bancarias con esa moneda, además que se aplicaron una serie de candados a la hora que una persona intentaba comprar bienes con esa moneda extranjera.

“Pero aquí fue cuando los cárteles hicieron ajustes, y eventualmente empezaron a abrir negocios que pusieron a nombre de otras personas como restaurantes, plazas, mueblerías, que generaron ingresos y el dinero que salía ya estaba limpio.

“Eso es por una parte, pero el problema iba más allá, y es muy posible que se haya dado lo que ocurrió en Miami en los 80, donde llegaron a construirse grandes edificios con dinero del narco, y a mí no me extrañaría que en colonias como Santa Fe, en Ciudad de México, haya ocurrido lo mismo. Es algo que se tendría que investigar, pero hoy por hoy no hay voluntad política para hacer una investigación de esa magnitud.

—¿Por qué no se hicieron esas investigaciones durante la administración de Calderón?

—Porque había muchas trabas en los registros públicos de la propiedad, que eran administrados por los estados, y en esos tiempos ninguno de esos documentos estaba digitalizado, sino que todo estaba en papel, e ir a las oficinas del Registro Público era difícil, porque no se encontraban los títulos, o porque cuando investigabas a nombre de quien estaban ciertas propiedades, salías de las oficinas y a las dos cuadras te mataban. Pero hoy en día es posible ya que se trata de documentos que están digitalizados.

—La DEA ha incrementado el número de agentes en México, ¿usted cómo ve que ese número vaya creciendo?

—No son tantos como muchos piensan, pues aquí el número es irrelevante, pues la labor de la DEA en México tiene que ver más con inteligencia, lo que sí veo mal es que (la DEA) saque su propia información y la envíen a Washington sin que la compartan con el gobierno mexicano. Pero eso mismo ocurre entre las instituciones del país, pues Sedena por ejemplo, tiene su propia información, el gobierno federal también obtiene su propia información, y la Marina hace lo mismo, sin que nadie comparta nada, de tal manera que es como si cada quien hiciera su propias investigaciones sin realizar un trabajo de colaboración.

—¿Puede López Obrador aplicar estrategias de seguridad sin considerar a Estados Unidos?

—Aunque quisiera no va a poder. El gobierno de Donald Trump no logra ponerse de acuerdo en materia de seguridad con el gobierno de López Obrador, pero si necesita imponerse en un tema, lo único que hace es presionar a México y ahí López Obrador tiene que ceder. Es el gobierno más poderoso del mundo, y a México no le queda de otra que cuadrarse con Estados Unidos.

Y abunda: “La realidad es que López Obrador no tiene una estrategia real de seguridad, como no la tiene su secretario de seguridad, ni su secretario de defensa. Su política de abrazos y no balazos no está funcionando, y la realidad es que tarde o temprano deberá enfrentar al narco con toda la fuerza del Estado.

“Busca erradicar la pobreza y la corrupción, y combatir la violencia y la inseguridad con la prédica moral y el buen ejemplo, pero en el corto plazo no solucionará el problema con su retórica, y lo grave es que, gracias a esas creencias, está impidiendo a las fuerzas públicas actuar como lo que son. La estrategia de seguridad no puede ir más allá de la presencia disuasiva de soldados y policías, ya que prácticamente tienen prohibido usar la fuerza.

“Si López Obrador fuera un predicador no habría problema que pusiera en práctica esas recetas para reducir la inseguridad, pero no es el caso y por lo tanto está obligado a cumplir y hacer cumplir la Constitución y el resto de las leyes”, observó.

—Volviendo al tema del “Culiacanazo”, ¿qué considera usted que deba hacer el gobierno de López Obrador para limpiar esa afrenta?

—¡Ir tras los Chapitos! Desplegar toda la fuerza del Estado y atraparlos. Sólo así limpiará la afrenta. Pero sinceramente dudo que eso vaya a ocurrir, porque López Obrador va a seguir con su plan de abrazos no balazos, y al final nada va a ocurrir, y el mensaje que estará enviando a los grupos criminales es que sigan como van porque aquí va a haber impunidad, y eso es malo para nuestra sociedad.

Artículo publicado el 17 de noviembre de 2019 en la edición 877 del semanario Ríodoce.

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