Uno de los realizadores que más conocen del oficio de cine y la televisión, ha transitado por la mayoría de los géneros y conquistado la taquilla, es Steven Soderbergh: el estadounidense se da el lujo de involucrase en el documental (Sexo, mentiras y cintas de vídeo, 1989), el biopic (Kafka, 1991; Erin Brockovich, 2000; Che, 2008), el drama (Tráfico, 2000; Magic Mike, 2012), el suspenso (Contagio, 2011), la ciencia ficción (Solaris, 2002), la acción (La gran estafa, 2001; La nueva gran estafa, 2004; Ahora son 13, 2007; Ocean’s 8: Las estafadoras, 2018), la comedia (La estafa de los Logan, 2017) o el terror psicológico (Unsane, 2018), solo por mencionar algunos.
Por todo lo anterior, por sus nominaciones al Oscar (ganó como mejor director, por Tráfico), a los Globos de Oro y a los BAFTA, su experiencia en las series televisivas (Fallen Angels, 1993; K Street, 2003; Detrás del candelabro, 2013; The Knick, 2014; Mosaic, 2018) e incursiones de editor, productor y guionista, no es casualidad que Soderbergh dirija y fotografíe una cinta del nivel de La lavandería (The Laundromat/EU/2019). No se trata de su mejor producto, pero sí uno mordaz con el que expone, desnuda, critica e ilustra el uso y gusto deliberado, descontrolado, exagerado y, quizás, enfermizo, de las personas por el dinero, al grado de crear empresas fantasmas, que solo tienen como contacto para reclamos el teléfono o el correo electrónico, pero que igual acaban con el patrimonio de los demás.
Tras un accidente en una embarcación en el que mueren 21 personas, entre ellos su esposo Joe (James Cromwell), Ellen (Meryl Streep) intenta cobrar una indemnización, pero la compañía de seguros no le responde como esperaba. Lejos de resolver la situación con una sola demanda, la dolida viuda descubre que no puede ir contra nadie ni nada porque la firma en la que confía para depositar su patrimonio es fantasma. A partir de ahí, busca por todos los medios recuperar su dinero, aunque solo encuentra una avalancha de empresas de papel, con dueños o representantes que se reemplazan como objetos.
El tema central de La lavandería es, tal vez, uno de los más serios en la vida, expuesta en el mejor de los tonos, para aligerarla un poco, más no para restarle importancia –debe ser complicado para las personas entregar todo lo que poseen o contratar servicios con la esperanza de mejores resultados y quedarse con las manos vacías. En esta película escrita por Scott Z. Burns, basado en el libro de Jake Bernstein —aborda el caso real que se filtró en los medios de comunicación en 2016, conocido como el de los “Panama Paper”, de la empresa Mossack Fonseca, que contaba con cientos de miles de compañías ilícitas— Steven Soderbergh consigue una comedia negra, sarcástica, con excelentes actuaciones.
Si bien Soderbergh se atreve a hablarle a su público de frente, como en una capacitación, a través de los expertos Gary Oldman y Antonio Banderas, el mayor atractivo actoral se queda en la persona, una vez más, de Meryl Streep, como esa mujer perseverante que no se detiene en su investigación para dar con los estafadores, o como esa madre/abuela entrañable y nostálgica capaz de conmover con su historia de amor.
En el mundo de los negocios, una situación en apariencia insignificante, puede desencadenar las consecuencias más impactantes, por eso el filme está segmentado en episodios que hablan de los secretos mediante los cuales las empresas evaden impuestos y estafan a sus clientes. Véala en Netflix… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
Artículo publicado el 27 de octubre de 2019 en la edición 874 del semanario Ríodoce.
