Cine: ‘Chicos buenos’

chicos buenos

Más allá de descubrir el amor, desear el primer beso y pasar con los amigos, ¿en qué más se piensa cuando se está en la transición de la niñez a la adolescencia? Exacto. En eso, más que nada, sino es que, en lo único, de ahí que el interés de Max (Jacob Tremblay), Lucas (Keith L. Williams) y Thor (Brady Noon) solo es el de acudir a esa fiesta de besos en la que intentan deleitarse, por primera vez, uniendo sus labios a los de la niña que a cada uno les gusta. Para no hacer un mal papel y quedar mal ante ellas se dedican a investigar cómo besar de la mejor manera, pero en ese proceso se meten en problemas con unas adolescentes apuradas por usar algo de droga, lo cual pone en riesgo la ida a esa reunión.

Tal vez porque los productores sean los mismos de Súper cool (2007) y Buenos vecinos (2014) es que Chicos buenos (Good Boys/EU/2019), dirigida por Gene Stupnitsky, tenga el toque de esas películas y, en ese sentido, no presente nada nuevo —¿Qué película lo hace, completamente? ¿Habrá alguna, netamente, auténtica u original? Eso sí, por lejos, es superior a varias clasificadas de cómicas, cuando risas o carcajadas es lo que menos provocan: Mirreyes vs Godínez (2019), No manches Frida (2016/2019) o Mamá se fue de viaje (2019), por ejemplo.

La virtud de la cinta es que muestra una mezcla de maldad e inocencia, realmente divertida, en la interpretación del trío protagonista: Max, Lucas y Thor se creen malos e irreverentes, solo porque ya descubrieron que los besos pueden ser disfrutables; porque no prevén la consecuencia de desobedecer la orden de no usar un dron; porque dicen “palabrotas”; porque faltan a la escuela y se van sin permiso a un centro comercial; porque compran drogas y atraviesan una avenida de alta velocidad y muy transitada. La verdad es que son los más solidarios, bondadosos, leales, comprometidos, sanos y nobles. Aunque su ingenuidad y pureza les dura hasta que llega una niña más pequeña a decirles qué es tener “la sartén por el mango” y saber de la vida.

Sí es muy divertido ver a esos preadolescentes con juguetes sexuales en la mano sin saber para qué son y consiguiendo alcohol de manera “creativa”, pero, sobre todo, el filme escrito por Lee Eisenberg y el propio director es muy congruente en mostrar esas “irreverencias” de los tres amigos, a la vez que expone las emociones y los sentimientos típicos de su edad y cómo eso los lleva a crecer personalmente —llega el momento de entender que siempre serán ese equipo dispuesto a ayudar cuando se necesite, aunque físicamente estén distanciados y se relacionen con otros.

Las actuaciones de los tres protagonistas son muy buenas, naturales, creíbles y cómicas: el liderazgo, la perseverancia y astucia de Tremblay; la ingenuidad, franqueza y honestidad de Williams; y la rebeldía, picardía y atrevimiento de Noon, son lo que cualquier chico (bueno/malo) con sus años haría o lo que todos los humanos han hecho en el momento en el que se dan cuenta que la vida, quizás, no es como la habían creído; cuando “despiertan”, abren los ojos, buscan, cuestionan, experimentan, ven desde perspectivas diferentes y quieren comerse el mundo. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 20 de octubre de 2019 en la edición 873 del semanario Ríodoce.

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