No parece costarle mucho esfuerzo al alcalde de Mazatlán estar siempre en las primeras planas, aunque casi siempre para la crítica y el escarnio. De escándalo en escándalo, está confirmando la histórica afirmación de que en este municipio la vida pública está íntimamente ligada a la farándula. Ahí están las administraciones de Jorge Pasos y Fernando Pucheta, aunque la de Jorge Abel López Sánchez, las de Alejandro Higuera Osuna y la de Carlos Felton, no estuvieron exentas de desplantes carnavaleros. Pese a ello, no puede negarse que el municipio porteño es seguramente el más politizado de la entidad si nos basamos en que por su administración ha pasado la más amplia gama de partidos en los últimos 20 años.
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Sin embargo, en el caso del Químico Benítez no se esperaba. Tiene detrás un referente moral (AMLO) pero, además, él mismo hilvanó a mano fama de un hombre recto, apegado a principios e ideales, la palabra antes que nada.
Pero han bastado seis meses de administración para ver que el Químico, en realidad, no traía nada en la panga, que no tenía ni una vaga idea de cómo gobernar el municipio, con quiénes a su lado, ni con qué recursos económicos y materiales. Mucho menos, partiendo de estas deficiencias manifiestas y documentadas, cómo garantizar lo que en campaña prometió. Solo la semana pasada, la reportera Sheila Arias le demostró que su canto a la austeridad terminó en un mugido, pues luego de haber despedido a 238 empleados de la comuna, contrató a 488. El argumento del alcalde ante el reportaje, fue que se redujeron los salarios, pero ni él se lo cree. No al menos de tal forma que dicha operación administrativa haya producido una reducción sustancial del gasto.
Fue antes de asumir la administración cuando empezaron los desarreglos. Su coordinador de campaña, Alejandro Camacho, fue desplazado de la Secretaría del Ayuntamiento antes de asumir el cargo, pues ya lo había anunciado. Ni el Químico ni el propio Alejandro explicaron las razones, aunque algunas pistas conducían a presiones del gobierno estatal. Otro que renunció, ya en funciones, fue Quel Galván Pelayo a la dirección de Jumapam. También aquí no hubo una explicación pública.
Uno de los casos que más ruido han hecho hasta ahora es el del cineasta Óscar Blancarte, quien traía el plan de llevar la cultura a las clases tradicionalmente olvidadas de los programas de gobierno en estos menesteres. Pero no llegaba a sentarse en la silla del Instituto de Cultura cuando ya se la estaban moviendo para que se cayera. Al final, después de haberlo dejado solo en medio de una selva de intereses donde hasta su esposa (la del alcalde) está atravesada, el director de La Promesa mejor se fue a lo suyo.
A Blancarte —quien ha guardado silencio respecto a los verdaderos motivos de su salida— le siguió Víctor Sáenz de la dirección de Planeación, pero éste sí dijo que renunciaba para no caer en la corrupción que se estaba tejiendo en la administración morenista, pues al menos una decena de contratos millonarios de construcción se estaban autorizando sin que se cumplieran las normas de Ley. Y lo dijo así porque el Químico lo acusó de estar bloqueando la inversión de 300 millones de pesos.
Martha Mendívil, quien estregará esta semana la estafeta de Comunicación Social, es otra de las víctimas del desparpajado quehacer administrativo de Luis Guillermo Benítez, quien le atribuyó a ella la falta de “control” de la prensa, como si el objetivo y tarea de un gobierno fuera “controlar” a la prensa y como si no estuviera dando un día sí y otro también, motivos para ser criticado.
Otro movimiento de la semana pasada fue el que hizo en la Policía Municipal, donde está cambiando hombres y nombres pero no las formas de conducirse a la hora de prevenir delitos y faltas administrativas. Éstas, como en el pasado, siguen siendo muy cuestionadas y no en cosas menores, pues hay señalamientos muy sólidos de que algunos policías municipales han participado en “levantones” de jóvenes que luego aparecen asesinados. Tal es el caso de Luis Roberto Ramírez Sandoval, levantado el 6 de diciembre pasado por policías en la patrulla municipal 275, en la colonia Independencia. Junto con él iba otro joven y también apareció muerto. Y la pregunta es qué está haciendo el Químico para que a la familia se le haga justicia. Y qué está haciendo para que sus subordinados sean llevados a juicio y castigados si se les demuestra su presunta culpabilidad.
Bola y cadena
A LUIS GUILLERMO BENÍTEZ le está pasando lo mismo que a otros alcaldes de su partido en Sinaloa y es que todos los días da elementos para que la oposición, fuerte o débil, grande o pequeña, se fortalezca con sus errores. Y así no se construye a futuro.
Sentido contrario
YA SE ESPERABA EL CHOQUE PERO no de tal magnitud ni con ese desenlace. Se trataba de que el congreso estatal acatara una sentencia judicial y dejara sin efecto el nombramiento de Héctor Samuel Torres Ulloa como magistrado del Tribunal de Justicia Administrativa luego de que la destituida Lucila Ayala ganara un amparo. Torres Ulloa fue nombrado en abril de 2017 por la legislatura anterior y sigue, por supuesto, la línea del gobernador Quirino Ordaz. Lucila ganó desde que le otorgaron el amparo pero no podrá ocupar de nuevo el cargo por impedimentos legales debido a su edad. Entonces la mayoría de Morena podrá nombrar a un tercero. El PRI y el gobernador lo saben, por eso el jaloneo.
Humo negro
LUEGO DE UN RECESO, MORENA APENAS completó el quorum casi a la media noche, cuando ya se vencía el plazo para desconocer a Torres Ulloa porque, de nuevo, algunos diputados que formalmente pertenecen a su bancada no asistieron o se fueron de la sesión para boicotearla, entre ellos Palestino Carrera, Mariana Rojo y Fernando Mascareño. Una más. “El partido —decía Ferdinand Lasalle—, se fortalece depurándose”.
Columna publicada el 28 de abril de 2019 en la edición 848 del semanario Ríodoce.